C2: Profecía

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Aryana Kalenimos.

Caminé hacia el enorme castillo de ladrillos

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Caminé hacia el enorme castillo de ladrillos. Un reino nos estaba amenazando, tenía que saber que y no hacer, realmente ese hecho me intranquilizaba.

—Cristóbal, por la mañana saldremos en camino al reino dorado, necesito que entrenen e intenten descansar..— me monte en mi caballo y comencé a cabalgar camino al castillo.

Tenía muchos pensamientos encontrados, todo lo que podía llegar a salir mal, los problemas que podía traer o acrecentar, lamentablemente nuestro reino es más reconocido por ser los "débiles" en este mundo. Aunque durante los años hemos intentado de todo para que ese reconocimiento se esfume.

Baje de mi caballo e inmediatamente entre al enorme castillo. Aprisa y temerosa, me dirigí con mis padres, los reyes. Toqué dos veces su puerta, y en voz baja escuché un "pase", y eso hice. Mi padre se encontraba de pie aún lado de la ventana, viendo todo el lío que hubo afuera.

—Padre..— murmuré con la mirada baja.

No dijo nada, continuo mirando fijamente sin parpadear, se le notaba enfurecido, creando con su nariz una pequeña arruga mientras que sus ojos se le achicaban con rabia.

—Por la mañana los caballeros negros y yo saldremos en camino al reino dorado.— dije con una voz baja y serena, no quería hacerlo enfurecer.

—A veces hay personas que piensan que están haciendo lo correcto, sin embargo, lo único que hacen es agrandar el problema.— dijo mientras me miraba.

—Pero padre, no podemos quedarnos de brazos cruzados, tienen a civilizados nuestros en su reino siendo torturados. Debemos hacer algo.

Aclaro su garganta y se me acercó lentamente, estremeciendo mi cuerpo por completo.

—¿Prefieres que mueran más de doscientas personas, que unas sesenta?— me cuestiono.

Me quedé en silencio, y lo mire con repugnancia.

—Prefiero que no muera nadie.— dije, y antes de darme la media vuelta, siento como me sujeta del brazo para detenerme.

—Si no lo logras, te ganarás el desprecio de todo el reino.

—¿y si sí lo logro?— me zafe de su agarre y salí de la habitación.

Estaba atormentada de pensamientos negativos. Corrí hacia mi habitación, mientras sentía como los sirvientes comenzaban a murmurar. Me sentía aterrorizada, no tenía el apoyo de nadie, si fracasaba, sería la burla de todos.

Me dirigía a mi habitación con inquietud, no soy un militar para saber estrategias de guerra. Soy una princesa que creció en cuna de oro, creo saber lo que hago pero no es así. Tengo miedo.

A la mañana siguiente había recibido un gran sermón por parte de mis padres, los reyes. Aunque me habían dejado al mando, al final del día los que son de mayor autoridad son ellos, y francamente, eso es algo que agradezco, pues no sabría que hacer con tantas complicaciones que caen sobre el peso de una pareja.

Armorc y Los Cuatro Reinos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora