Desear puede ser tan humano como amar puede ser destructivo; todo depende del cómo y el cuándo.
Lo conoció cuando las estrellas brillaban y los murmullos de la ciudad ya no se oían. Le sonrió como a cualquiera, decidió quedarse como nadie.
Lo deseó...
Nunca supe si fue pura casualidad que te hallaras afuera del castillo, ¿habías escuchado mis gritos?
Nunca lo dijiste y yo tampoco pregunté.
Me llevaste a la azotea lo más rápido que tus piernas lo permitieron, mi angustia tal parecía que te había alcanzado también.
Nuestras respiraciones agitadas se mezclaron con el ruido de la ciudad en cuanto llegamos arriba. La noche había despertado joven y brillante, y yo realmente me sentía envidiosa de ello. ¿Por qué yo no podía ser tan libre como ella?
—¿Te encuentras bien? —Frías y ásperas, tus manos acariciaron mi rostro. Tu mirada inquieta buscó en cada centímetro de mi rostro por cualquier herida, necesitabas algo que pudiera explicarte lo que yo no podía, pero solo te topaste con las marcas de lo que alguna vez fue dolor y lágrimas.
¿Aquello no te decía mucho, cierto?
Pero entonces descubrí tus marcas, con tinta de sangre y tierra. Eran similares a las mías, pero parecían ser más recientes.
¿Podía ser cierto que había un dragón en tu castillo? ¿Acaso eso no te convertía en un príncipe también?
Me sentí extraña y perdida, de pronto comprendía eso tan triste que había en tu mirada y solo pude exigir un poco más de tu toque.
Porque eras mi calma y refugio.
Y yo quería ser lo mismo para ti.
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