Inesperado

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Ash salió del motel sosteniendo un cigarrillo en sus labios. El cielo ya estaba oscuro, pero eso no impidió que decidiera pasearse por las calles hasta que tuviera ganas de regresar a su apartamento. De cualquier forma, no era como si alguien lo esperara. La sensación de su celular vibrando lo sacó de sus pensamientos. Era una alarma programada.

Chasqueó la lengua con disgusto al ver de qué se trataba.

Mientras se dirigía al consultorio del doctor hubo un par de omegas que no dudaron en acercarse a él con sus insinuaciones claras. El rubio bromeó y les siguió la corriente por un rato, de no tener un compromiso aceptaría ir con alguno de los omegas para divertirse un poco más. La noche era joven después de todo, si salía temprano de la consulta, igual podría tratar de encontrar alguna compañía nocturna. 

—Doctor Meredith, ¿te importa tener un paciente más esta noche? —se había colado en el consultorio tras un breve intercambio de palabras con la enfermera asistente que estaba a la entrada.

—No me digas que marcaste a una omega. —El doctor lo recibió quitándose los guantes y el cubrebocas que lo cubrían—. Creí decirle a Mary que no dejara entrar a nadie más a esta hora.

Ash alzó los brazos como si no tuviera nada que ver con eso. Aunque ambos sabían bien que ni siquiera la beta podía resistirse al encanto del rubio.

—Marcar a una omega, ¿por quién me toma? No soy tan descuidado.

—¿Entonces un embarazo? —se burló.

Ignorando las palabras del mayor, Ash caminó hacia la ventana para ver mejor las luces de la ciudad. Incluso de noche, parecía que las calles estaban llenas de vida. La vida nocturna de los que no pueden vivir bajo la luz del sol.

—Se quejó de la hora, pero fue usted quien programó la cita.

—Estoy seguro de que dije el 11 a las 8 y no el 8 a las 11 —Meredith se dejó caer en su silla mientras veía al otro pasearse por su oficina como si le perteneciera—. Por tu personalidad de gigolo, cualquiera se sorprendería de ver lo mucho que te preocupas tu salud. Todos los alfas deberían ser así —suspiró—. Realmente no creo que pases problemas durante tu rutina. Cualquier omega a la que le pidas hacerlo aceptará sin dudarlo tras solo verte.

Ash sonrió ante lo cercana que eran esas palabras a la realidad antes de tomar asiento frente al doctor, dejando que éste comenzara con la examinación. Estaba acostumbrado al proceso, así que se ahorró sus comentarios hasta el final. Considerando que sólo tenía que asistir a esas citas una vez cada seis meses hacían que pudiera soportarlas mejor.

Cuando el doctor por fin se sumergió en su libreta para hacer anotaciones, el alfa regresó a su postura erguida, tratando de encontrar algo llamativo en la oficina hasta que el mayor le diera el resumen general.

—¿Y?

—Bueno, me alegro de que hayas venido. Los niveles de glucosa en tu sangre están desequilibrados y no me sorprendería si desarrollaras anemia en algún momento, además de que tus reflejos están más activos de lo normal, puede deberse a que tu rutina se acerca.

—Casi un mes antes, ¿eh? Qué molestia.

El doctor Meredith sacudió la cabeza con ligera resignación mientras organizaba unas hojas sueltas sobre su escritorio, guardando también los resultados de la revisión de Ash en una carpeta.

—No sería así si evitaras estar cerca de omegas en celo. Eso sólo apresura tu rutina, lo sabes.

Ash se hundió de hombros con falso cansancio. 

—Sería menos molesto si el gobierno fuera más atento con las regulaciones.

—Bueno, a diferencia de los alfas, que solo tienen su rutina un día, una vez al año, el celo de los omegas puede durar varios días y se da cada pocos meses. Es más difícil mantener un control estricto así.

Not a game (Banana Fish)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora