Uno...

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   Me he puesto a pensar, que tienen las demás chicas, que yo no tengo. Porque a ellas si las sacan a bailar. Porque a ellas si las invitan a citas. Porque ellas si son bonitas, y yo no.

Me pregunto esto mientras me cepillo el cabello, y veo en el espejo mi reflejo. Me veo fijamente, me analizo. Y veo que no soy bonita; si tan solo tuviera menos ceja, y menos cachete. Si tan solo me pudiera quitar las pequeñas pecas que cubren mi nariz. Esa cicatriz que esta junto a mi ojo. Que casi no se ve, pero yo si la veo. Si pudiera controlar mi cabello rebelde. Eso haría la diferencia. Quisiera tener la suerte, y despertar algún día no muy lejano y ser bonita. Eso sería maravilloso.

He llegado a una conclusión. No soy bonita. Y eso lo se porque a pesar de mis 18 años. No he dado mi primer beso. No he tenido novio. Eso responde a todas mis respuestas, debo de estar fea. Jamás le voy a gustar a nadie. Es un hecho. Mi destino es vivir sola con muchos gatos.

¡Sí! Seré la señora loca de los gatos, a la que las mamás asustaran a sus hijos. -Si no comes, te llevare con la señora loca de los gatos- y esa seré yo..

A quien engaño, en la preparatoria, jamás encontrare el amor. Ahí todos tienen una perspectiva muy diferente a la belleza. Ahí siempre seré la niña rara. La que se la pasa estudiando con su mejor amigo, que en pocas palabras el tampoco es muy agraciado. Pero es muy listo, y supongo que eso le ayudará en la universidad. Además lo más seguro es que en vacaciones, se ponga lindo. Se ponga a hacer ejercicio y cambie. Como en las películas. Que de pronto salen de vacaciones, y la chica equis de la escuela vuelve cambiada y mejorada. Con una nueva imagen.

A quien engaño, a menos que llegue una hada madrina, a lo mejor y me haga un cambio de look. Pero eso no es posible.

Seguí cepillado mi cabello y me hize una coleta alta. A lo mejor y mamá me deje pintarme el cabello y así cambiaría un poco más.

Mejor dejare de pensar en tonterías, y me iré a la escuela. Que es lo que hago mejor.

Después de estar criticándome frente al espejo, me decido a bajar al comedor, para desayunar. Bajo las escaleras sin hacer tanto ruido.

Abro el refrigerador y saco la jarra de jugo de naranja, y analizo que más me puede servir para desayunar. Voy al estante y tomo un vaso grande, me sirvo mientras veo como entra por la puerta Jacobo, mi hermano. Aun con el cabello mojado y a medio vestir. Me levanta las cejas como señal de saludo.

- ¿Te sirvo jugo? - tarda unos segundos en responder mientras me mira fijamente.

-Mmmm, no gracias. Prefiero comer cereal, me pasar un plato, tu estas más cerca.

Mientras me volteo al estante, mi hermano se esta peinando en el reflejo del horno, y me le quedo viendo fijamente. El, es perfecto, alto, pelo castaño claro, fornido, sin pecas y sin cicatrices, ojos grandes y dulces, cejas definidas y pobladas.

En conclusión, es guapísimo. No hay chica en la universidad que no se le resista, cada semana trae una novia nueva, es como un desfile de modas. Altas, delgadas, guapísimas. No se como le hace si es tan odioso; que no se merece ser tan popular.

-Ya me das mi plato, no tengo tu tiempo-

-Si aquí esta. ¿Me puedes dar un aventón a la prepa? Tengo examen a las 9.

-No, tengo que pasar por Amanda, y no cabemos en el carro, lo siento. Que te lleve mamá-

- ¡Ah!, si no te preocupes, esperare el autobús-

-Si quieres, en la tarde te veo en el kiosco, y te traigo de regreso, te espero a las tres-

-Si claro, ahí te veo-

-No llegues tarde, porque tengo entrenamiento a las cuatro- Al final no es tan odioso. Como de costumbre.

Me terminó mi jugo. Rápidamente me preparo un sandwich, y un topper con sandia y limón. Salgo de la cocina y subo las esclareas, sin hacer ruido, abro despacio la puerta de la habitación de mi mamá y veo que sigue dormida. Entro y me recuesto a su lado, le quito un mechón de cabello que tenía por sus ojos.
La contempló por unos minutos, mi madre es hermosa, no cabe duda. Tiene el cabello castaño y ondulado, unas enormes pestañas y es apiñonada. A pesar de estar enferma, lo hermosa no se le quita.
Los últimos tres años, a estado asi, enferma, ausente, deprimida.

Recuerdo muy bien el día, que llegando de la escuela, ella estába sentada en la sala. Y nos pidió que nos sentaramos con ella. Nos tomó de la mano y nos dijo dulcemente, que estaba enferma. Que se iba a poner bien, por ella y por nosotros, que no nos iba a abandonar jamás. Y así lo ha echo, a pesar de que hace tres años le diagnosticaron, leusemia face tres. No ha sido fácil, para nadie. Recuerdo que eramos muy unidos; al menos mamá y yo lo seguimos siendo, Jacobo se ha hecho a un lado, a evitado a toda costa la enfermedad de mamá. Y no se hace justo. Suena cruel, pero en cualquier momento puede ocurrir lo inevitable.

De pronto recuerdo que estoy a nada de irme a la escuela, le doy una beso en la frente y me levanto de un salto, le pongo en la mesa sus pastillas, le sirvo un vaso de agua. Camino hacia la ventana y abro las cortinas, mamá no se dio cuenta.

Salgo lentamente para no hacer ruido, cierro la puerta y me dirijo al baño a lavarme los dientes. Termino y entro a mi recamara y la recorro toda, no encuentro mi cuaderno de química. ¿A dónde lo deje? Hice tarea en la semana. Reviso todo lo que esta en mi mesa, por accidente deje caer un libro, ahí lo dejé, no quiero perder más tiempo, y aun a pesar de todo mi desorden no aparece. Tomo mi mochila; y ahí está, por fin lo encontré.

Reviso mi celular, 8:15 am. El autobús pasa 8:30 am, aun tengo tiempo. Busco mi chamarra, agarro mi gorra tomo mis llaves, mi topper y salgo de mi casa sin hacer ruido.
Aun me quedan algunos minutos para que pase el autobús, me quedo observando mi entorno.

Se abre la puerta de la casa de los vecinos; Los Rivera. Fernando, sale de aquella casa blanca, con un hermoso jardín lleno de rosas blancas. Creo que es abogado, siempre viste de traje y es muy elegante. Se sube a su carro negro; enseguida sale su esposa, a despedirlo, se llama Sofia. Es alta, delgada, con curvas, tiene un cabello rubio espectacular. Se complementan muy bien como pareja. Ella entra por la ventanilla y se despide de su esposo. El arranca y sale hacia la calle. El carro negro se aleja cada vez más.

-Buenos días Denis. ¿Cómo sigue tu mamá? -

-Hola buenos días, ya mucho mejor, gracias por preguntar -

-Que bueno, me da gusto. Me la saludas. Que tengas un gran día-

-Muchas gracias, igualmente-

Veo como lentamente entra a su casa, mientras se despide con la mano, y me pregunto. ¿Cómo diablos hace para despertar tan perfecta? Traía una bata de seda que le queda espectacular. Debe de dormir sentada, para que el cabello le luzca perfecto por las mañanas, sin necesidad de peinarse.

Mientras esas preguntas abruman mi cabeza, el autobús llega perfecto a las 8:30. Que puntualidad. Me subo y visualizo como rayo laser a todos los pasajeros. Con la esperanza de encontrar a David, pero no lo veo por ningún lado.

- ¿Vas a subirte niña, o esperas a alguien? -

- Si ya voy, perdón. -

Me quiero morir de la pena, medio camión se dio cuenta que el conductor me grito. Mientras camino hacia los asientos del final, sigo revisando si David esta. Por fin lo encuentro, leyendo sus comics como de costumbre. Me siento a su lado, baja su revista y dice de una forma burlona.

- ¿A quién buscabas, que no avanzabas? -

-A ti tarado, pero como te gusta venirte hasta atrás, no podía encontrarte -

-Siempre haces lo mismo, sabes perfectamente que no me gusta ir en los asientos de enfrente. Ya deberías de saber a donde encontrarme. -

Me mira y nos reímos a carcajadas.

Te Encontré... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora