11. Verdades a medias

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Notaba el cuerpo entumecido como si hubiera esto dormido por horas, o incluso como cuando te dan esas pastillas para los nervios y ataques de ansiedad, las que hay que tomar poniendo debajo de la lengua y que así lleguen antes al torrente sanguíneo y al corazón para estabilizarse, quizás incluso sentía mi cuerpo helado, cosa extraña por las fechas en las cuales nos encontrábamos, además de la hora. Debería tener calor, mucho calor como todos los días antes del almuerzo aunque no hubiera salido de casa, pero no era así, y no obstante... No me preocupaba.

No veía nada, ¿Tendría los ojos cerrados? Por una parte lo creía, pero a la misma vez sabía que no era así, de echo tenía la certeza que estaban abiertos pues notaba como mis parpados se abrían y cerraban y aún así... No era capaz de enforcar ninguna imagen. Me sentía en trance, un trance raro pero un trance al fin y al cabo, en el cual mi mente no estaba completamente despierta, pero tampoco completamente dormida.

-Allan, mi niño-

Era la voz de mi abuela, lo sabía ya que era lo única la cual me llamaba así. Su tono era dulce, igual que cuando me acunaba cuando era pequeño, notaba, o al menos eso creía, como acariciaba mi rostro con ternura. Se que sonreí al poder escucharla, aunque era lo único que en verdad podía hacer, ya que aunque tuviera la certeza de estar abriendo y cerrando los parpados de vez en cuando, creía que esto era más bien por algún estímulo externo, quizás una linterna o que el Sol me daba de lleno en los ojos, que por algo personal.

-¡Media pieza, reacciona de una vez y deja de hacer el tonto! - La voz de Elías sonaba bastante grave, así que no podía más que preguntarme el por qué estaría tan alterado- … ¿No ves que nos tienes preocupados? - La voz de mi amigo parecía entre cortada, como si estuviera a punto de llorar.

Recuerdo que quería hablar, girar mi cabeza y enforcar sus rostros, dedicarles una cálida sonrisa para decirles que estaba bien, que estaba allí con ellos y que los estaba escuchando, quería decirles que no se preocupasen por mí ya que en verdad no creía que hubiera algún motivo para preocuparse. Pero también quería saber que era aquello que me había pasado. No recordaba nada después de tomar una de las últimas, o la última, maceta para cambiarla de tiesto... Después todo estaba oscuro, y también quería saber el motivo por el cual aún no era consciente de mi cuerpo.

-Eso es porque te da miedo la verdad y tu mente se esfuerza en rechazarla-

De nuevo aquella voz, la misma voz de campanillas de cuando perdí la visión y dejé caer la maceta, sabía que la había escuchado en cualquier otro lado, pero no alcanzaba a recordar nada, al parecer le estaba exigiendo demasiado a mi atormentada mente. Quería responder, como la vez anterior, pero esta vez era incapaz de mover mis labios o tan siquiera de pensar en decir algo.

-No te esfuerces... No podrás salir de este estado si en verdad no lo deseas. Tu mente está bloqueando los recuerdos – Por alguna razón sabía que quien fuera, aunque no la estuviera viendo, me estaba sonriendo de forma tranquila – Estás a punto de descubrir lo que siempre has deseado

Como si aquellas palabras fueran una clave para mi mente, mi cuerpo comenzó a recobrar las energías, lentamente, las fuerzas que anteriormente me habían abandonado, comenzaban a regresar a mí. Por todo mi cuerpo sentía un cosquilleo, pequeñas descargas eléctricas que conseguían hacerme consciente del mismo.

De forma lenta, como en esas películas en las cuales el protagonista despierta de un coma largo y profundo, comencé a mover los dedos de mis manos, apenas pequeños movimientos que me devolvían el control sobre mi cuerpo.

-¡Allan! -

Un grito por parte de mi rubio amigo no se hizo de esperar y enseguida noté la presión de unas manos sobre mis hombros. Mi visión comenzaba a regresar y ahora si era capaz de enfocar aquello que tenía delante.

Crónicas de Un Sueño PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora