Podría decirte un millón de cosas que ya sabes, pero que están prohibidas. Prohibidas por el miedo, por la incertidumbre, por los vómitos a media tarde cuando necesitas soltarlo todo.
Podría decirte un millón de mentiras, esas que te digo todos los días, las que ya sabes, las que son en tono jocoso, las que sólo quieren esconder sentimientos detrás de un muro.
Y ¿sabes? Te diría que como tú, yo también he dejado muchas cosas atrás, que he sido valiente después de los 20 minutos de más incertidumbre de mi año. Que lo acabé contigo y lo empecé de la misma forma, a pesar de mis pocas posibilidades y de mis grandes expectativas.
Le sigo dando vueltas, lo remuevo como me remueves tú las entrañas, como cuando estás nerviosa y te enrollas el pelo con un dedo, o te tocas la cara, o miras hacia abajo, sólo un segundo para perder tus ojos grises de vista. No hay forma más directa que decirte que me aterras, que me brillan los ojos cuando una vez al mes, me dices algo que me hace vibrar.
Y ¿sabes? Miedos tenemos todos. Yo no creo que los míos sean mayores que los tuyos, porque realmente van juntos de la mano. Como los pájaros en jaulas y como el abandono. Por eso te he elegido para abrirme el pecho una vez más, fuerte y con una sierra. Que se vea la sangre y la tinta, que me veas cuando te miro y me quedo fría. Que me veas cuando te echo de mi lado y te enseño mi mejor armadura. Que veas que sólo estoy intentando cazar mis estúpidas mariposas delante de tus pocos reflejos.
Pero no me dejas, no me dejas que me abra, que te toque, que te mire y te pida que me abraces porque lo necesito, porque te necesito. Y eso, amigo, es lo que no quería decir, la pregunta que no quería responderte.
¿Qué es más que aprecio? Más que aprecio, mi amor, más que aprecio es decirte, lo que no puedes saber todavía. Más que aprecio es decirte que me derrites, que me mueves como los girasoles se ladean tras el sol flagrante de la mañana. Que sólo son las dos palabras que más miedo me dan después de la muerte.
Dos palabras que no puedes saber todavía. Y que puede que nunca me oigas decirlas porque puede que nunca me las devuelvas. Quizá por una vez debería dejar de ser pionera para ocupar el papel secundario del "y yo también".
Quizá por una vez debería dejar que me quisieras tú, en vez de quererme yo.
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¿Y si te digo que...?
No FicciónSe me han revuelto las entrañas por tu culpa, se me ha despeinado el corazón cuando me has tocado.