¿Puedes prometerlo?

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Han pasado meses desde que Jimin y yo comenzamos oficialmente nuestra relación, pero, honestamente, no entiendo por qué todo el mundo sigue actuando como si fuera el evento social del año. Mi familia, en particular, parece disfrutar demasiado metiéndose en mi vida amorosa.

Cada vez que Jimin entra a la heladería, el espectáculo se repite: "¡El Alfa de Yoongi ha llegado!" Namjoon siempre se asegura de decirlo con esa voz exagerada que podría competir con la de un presentador de concursos. Es como si mi vida privada hubiera sido declarada el principal entretenimiento en este rincón del mundo. Para rematar, Namjoon tuvo la audacia de hacerme un guiño la última vez, como si yo necesitara su bendición o algo por el estilo.

Y lo peor es que Jimin no ayuda en absoluto. Cada vez que lo anuncian, sonríe con una satisfacción desbordante, como si acabara de ganar un trofeo. Esa maldita sonrisa suya siempre me hace querer esconderme bajo el mostrador, aunque, en el fondo, una parte de mí le gusta mucho.

—No deberías molestarte tanto. Es lindo que nos reconozcan —me dice, con ese tono encantador que sabe perfectamente que me irrita.

—Claro, es tan adorable como un mal comercial de televisión que ya te sabes de memoria —le respondo, cruzando los brazos mientras trato de ignorar las miradas indiscretas de los clientes habituales, quienes, al parecer, encuentran nuestra dinámica fascinante.

Y, a pesar de todo, aquí estoy. Hemos conseguido boletos para otra actuación de los cambiaformas alados, y, por supuesto, Jimin está emocionado como si fuera nuestra primera cita otra vez. Lo cual, para mí, resulta irónico porque ya perdí la cuenta de cuántas citas hemos tenido desde entonces.

Cuando comienza la función, los cambiaformas alados toman el escenario con movimientos elegantes y precisos. Las luces realzan los colores vibrantes de sus plumas, y debo admitir, aunque a regañadientes, que es impresionante.

—¿Qué opinas? ¿Te gustan? —me pregunta Jimin, con los ojos brillando de entusiasmo.

—Es bonito, supongo —respondo, porque objetivamente lo es, aunque tengo decidido que los musicales no son lo mío.

Esta actividad es solo un ejemplo más de las cosas en las que he cedido por Jimin. No porque me haya convertido en alguien más activo ni nada de eso. No te confundas. Simplemente... lo hago porque verlo feliz compensa la molestia. Aunque aún no entiendo cómo logra que andar kilómetros sin rumbo parezca tan fascinante. Eso sí, cuando me canso, al menos tengo la excusa perfecta para detenerme y que me cargue en su espalda. En retrospectiva, lo estoy ayudando con su resistencia.

También, gracias a él, he explorado más de Siegfried de lo que jamás pensé que haría. Desde senderos remotos hasta vistas impresionantes que, lo admito a regañadientes, valen la pena. Jimin siempre tiene esa sonrisa brillante en las excursiones, como si cada lugar que encontramos fuera un logro personal para él.

Claro, hay cosas en las que no cedo ni por accidente. Las muestras públicas de afecto, por ejemplo. Jimin parece estar dispuesto a repartir abrazos y caricias como si fuéramos la pareja más romántica del planeta. Pero yo... no, gracias. Si mi familia ya se encarga de anunciar a viva voz que estoy "tomado" cada vez que entra a la heladería, ¿para qué añadir un espectáculo extra? Ya es suficiente con que los clientes nos miren como si fuéramos adorables juntos.

Ah, y hablando de gente que me irrita: mis amigos. Siguen siendo tan acaramelados entre ellos que casi dan diabetes. Hoseok, como siempre, es el rey del empalago, con su Alfa eterno que sonríe como si la vida no pudiera ser más perfecta. ¿Y Hye? Bueno, mi relación con él sigue siendo igual de conflictiva que siempre. Nunca nos cansamos de intercambiar comentarios sarcásticos, aunque Jimin insiste en que eso es porque, en el fondo, disfrutamos molestarnos mutuamente. Como si fuera a admitir algo así.

La vergüenza de la primera cita /Jimsu (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora