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17 de enero del 2013.

Cuando abrí mis ojos intentaba decifrar donde estaba. Me econtraba arropada por sábanas blancas y sentía mi cuerpo pesado, dolía, sentía todo entumecido.

Sin duda alguna estaba en un hospital, y el reloj de al frente marcaban las 10:23 de la mañana.

Intenté sentarme cuando vi a alguien entrar, mi vista estaba borrosa pero creo que es una enfermera, y lo confirmé cuando salió diciendo "Despertó".

Me esforzaba para saber qué pasaba pero mi cabeza dolía mucho y no me permitía ni pensar. De repente un hombre alto entra y se acerca chequeado mis signos vitales, mi vista comenzaba a aclararse.

—Hola Abigail, soy tu doctor, si no puedes hablar haz una señal.

Cuando intenté hablar tuve que hacer mucho esfuerzo para levantar mi mano y señalar la garganta, la tenía seca, el de inmediato entendió y las enfermeras comenzaron a ayudarme a tomar agua, lo agradecí mucho, tenía una sed infernal. Una vez me tomé el agua comencé a toser y cuando intenté hablar mi voz salía ronca.

—Si... Si pu-eee—tos—hablar.

Y con todo el esfuerzo terminé la oración.

—Bien, te voy a examinar para que tu hermano pase a verte.

Estuve de acuerdo porque se que el podría decirme que sucede aquí, por qué estoy en esta condición que me incomoda bastante y me dirá dónde están mis padres, quiero verlos.

Rafael luego de aproximadamente 10 minutos entra con una bebé de algunos 3 meses en brazos y una mujer con una bata blanca le seguía los pasos. El le pidió que agarrara a la niña y cuando se acercó a mí me abrazó y se quedó así como por 5 minutos y solo lloraba descontroladamente.

Levante mis pesados brazos que según los movía se hacían mas livianos y lo abracé, lo consolé sin saber qué pasaba aunque ya algo dentro de me decía que me enteraría de algo sumamente malo.

Cuando se calmó un poco me agarra la cara y me mira con una tristeza que al segundo mis ojos también se llenan de lágrimas porque es como si me decía todo con la mirada, no hacía falta más, tenía su alma en los ojos y su alma sangraba como lo haría la mia a continuación.

—Pensé que también me ibas a dejar—dijo con nostalgia.

Cuando se separa de mi le quita la bebé a la mujer y la pone en mi pecho. Cuando vi su rostro comencé a llorar porque era idéntica a Johan.

—¿Es Lía?—fue lo único que pude preguntar aunque muchas cosas no cuadraban aquí. El me dió una respuesta positiva con un movimiento de su cabeza.

—Hay cosas que debes saber Abi.

Odié el tono que utilizó, dado mis cálculos había pasado un tiempo como para que Lía tenga este tamaño, sentía que mi pecho se cerraba, mis pulmones quemaban, todo me ardía.

Entiendo que el no haya querido esperar otro día, de todos modos me tendría que enterar. La mujer con quién entro era un psicóloga quien lo ayudaría a manejarse conmigo en este momento tan difícil.

Después Del Accidente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora