Epílogo

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  Al fin todos eran felices, Nataly y yo nos fuimos a vivir a lo que era mi casa, la arreglamos y ahí nos sentíamos en paz, los chicos nos iban a visitar de vez en cuando.

  Uno de los mejores momentos era cuando paseaba con Nataly en las noches por el bosque de coníferas, nosotros ya vivíamos como pareja, yo la amaba y ella a mí, éramos como un complemento inseparable.

– Amor, ¿sabes que te amo? – le recordaba a Nataly – ¿Lo sabes?

– Claro que lo sé – me decía – pero yo te amo más.

  Ya estaba amaneciendo, nos subimos a una colina cercana para ver el amanecer mientras bebíamos sangre en unas copas de cristal que habíamos tomado del castillo, como recuerdo de nuestra gran hazaña... 

Una Venganza DobleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora