Había una vez un chico que corría en el césped del atardecer. Ese era para él el mejor momento del día.
Siempre estaba cansado. Llegaba a los extremos. De euforia a destrucción, de profundo desgaste a gloria a fuego.
Lejos, estaba una chica. Y estaba hecha de estrellas.
Esa chica también llegaba a los extremos.
Y ellos estaban lejos. Los unía una estratosfera más fina que un hilo.
Pero los unía.
Un día, no fue un día.
Pero al día siguiente lo fue.
Y corrieron.