Distancia, lágrimas, ruinas, sonrisas en la oscuridad, tiempo. Tiempo. Tiempo.
Uno.
Fue Efímero. Con E mayúscula. Descubrí que eras ordenada y amabas la tinta tanto como amabas las letras. Ni una falta ortografía, tildes bailando sin equivocarse, inocencia en ojos azules que conocían más mares que vida. Siempre intentabas que la vida tuviese sentido para todos. Te preocupabas porque todos los corazones latieran correctamente. Aunque te estuvieras desangrando.
Dos.
Yo me empecé a desgastar por las esquinas, mientras el mundo se nublaba a negro y demasiado rojo. Tú seguías siendo la bombilla en el sótano oscuro (algunos lo llaman "vida"). Y no querías irte de mí.
Tres.
Pero yo insistí e insistí en ser un diluvio de invierno, y nos perdimos. En ese invierno te enamoraste y yo ni siquiera lo pude saber en el momento. Estaría entre cortinas bajadas y pulmones heridos.
Cuatro.
La quisiste. Tú lo sabes. Tú siempre sacas lo mejor de todo. Te supiste fijar en las rajas en tu corazón de cerámica. Y aprendiste a cerrarlas.
Cinco.
Veías arte, y lo ves. Creces a cada segundo, absorbes todo el conocimiento. Eres la progresión, el sentimiento. Eres pura. Pura. Hay tanto arte dentro tuyo. Sabes ver. Sabes entender(me).
Seis.
Sabes coger una hoja y escribir un poema precioso y con (tu) sentido. Sabes ser tú, sabes verte y sabes querer.
Siete.
Volviste. Mientras tú danzabas como fuego en una noche de invierno, al fin me di cuenta de que no eras un cuadrado (cuánto te agradezco esa lección). Y me abriste los ojos. Conseguiste arrancarme el candado.
Ocho.
Y me enseñaste que sabías ver el mundo. Me inspirabas. Y pensé que nos merecíamos. El uno al otro. Tú me merecías (y me mereces) más que yo a ti, pero bueno, eso es de obviar. Hasta tu corazón tiene esas alas de ángel que transmiten tus ojos.
Nueve.
Me enseñaste que cuando de verdad quieres a alguien, hay que dejarle ir. Me escuchaste siempre. Me has dado siempre esperanza cuando la he necesitado. Y entiendes el dolor. Y sabes cómo desarrollar su cura.
Diez.
Mereces amor. Mucho amor. De mí, de ti... Pero en fin, si eso último no puede ser, no te preocupes. Ya sabes que yo te puedo querer por los dos. Yo puedo agarrarnos a los dos a la tierra cuando gire demasiado rápido.
Once.
Tu corazón llora fuego. Estás hecha para cambiar el mundo.
Doce.
El arte late en tus venas y arterias.
Trece.
No tengas nunca más miedo.
Catorce.
Te quiero.
Quince.
Y has llegado, cielo. Aquí estás. Mira todo lo que has conseguido en tus quince años de vida. Es mucho, ¿no crees? Mucho. Más de lo que alguien a tu edad podría desear.
Eres un mundo. Y quizá a veces brillas por tú sola (ya sabes a qué me refiero).
Sé tu casa.
Y no olvides de llevarte tus alas de ángel.