Siempre fui un chico reservado y un poco distante con la gente de mi alrededor, tal vez por ello es que siempre estuve solo, sin alguna de esas amistades que te aconsejan, o de aquellas que te llevan por malos caminos...nada, cuando vivía con mis padres en Inglaterra sólo pasaba en casa viendo televisión o jugando con mis muñecos. Lo recuerdo claramente.
Era invierno en ese entonces, todos jugaban afuera de sus casas con la nieve, o entre todos se invitaban a tazas de té o chocolate caliente, y yo lo admiraba todo, desde la profundidad de mi casa. Estaba celoso.
Ellos no tenían preocupación en jugar y conseguir amistades, pero yo era todo lo contrario.
Patrañas, me decía, ¿quién necesita amigos? a mí sólo me interesaba hacerlo todo solo, le temía a la traición, al olvido, a la hipocresía que veía todos los días en mi hogar, todos aquellos oscuros días en los que veía reunirse a los socios de mi padre en su despacho, donde se dedicaban a llenarle hasta el cerebro de halagos y cuando salían de ese despacho mostraban un rostro serio. Yo los observaba, al estar ya fuera de casa miraba su total cambio: Mirada seria, mueca de fastidio, y los comentarios. Los comentarios eran los peores, decían: ''Ojalá ya se muera ese viejo estúpido'', ''se cree la gran cosa'', ''¿hasta cuándo tendremos que soportarlo?''
Pero eso no era lo peor, sino las grandes mentiras por parte de mi madre hacia mi padre, que si no tenía dinero por las compras, que si llegaba tarde era porque se quedaba con sus amigas, que si se olvidaba de recogerme en la escuela era porque tenía cosas más importantes.
Rodé los ojos ante ese pensamiento, claro, ser follada por un niñato era más importante que acordarse del amor que supuestamente le tenía a mi padre y de la responsabilidad que poseía al tener un hijo, y un hijo que apenas y podía leer y escribir algunas oraciones. Mi madre fue una sinvergüenza, pero lo peor es que mi padre nunca vio la realidad, y al momento de la separación aceptó que mi madre se quedara con mi custodia porque para él las madres eran aquellas que tenían todo el derecho de cuidar y amar a sus hijos, y como ella pensaba irse al otro lado del mundo era mejor que me llevara con ella.
Aunque se separara de ese flacucho de amante que tenía, le guardé rencor, fue disminuyendo con el tiempo en el nuevo país, sobre todo porque ella fue cambiando y su actitud conmigo cambiaba a medidas enormes, era más dulce y atenta, pero no puedo perdonarla del todo. La amo pero no olvido que ella sea la razón para estar en un país latino y no en mi país natal, además de verle la cara a mi querido padre.
<< El honorable Arthur Stone>> así le decía a mi padre, porque a mis ojos él siempre sería un buen hombre, lleno de vida y alegría, y justamente por eso es que nunca vio la traición, hipocresía y mentiras de las que yo me rodeaba. Me alegraba, ya que hubiera envejecido rápidamente y no luciría igual de atractivo que como luce hoy en día, ni siquiera el divorcio pudo con él.
Lo admiraba. Lo admiro. Lo admiraré por siempre.
Cuando me di cuenta estaba soltando lagrimas sobre la cama, estuve tanto tiempo sentado allí que se me entumecieron las piernas y eso sólo hacía más amarga la situación.
Me levanté lentamente y esperé unos minutos a que la picazón terminara, en lo que esperaba escuché que alguien decía mi nombre a través de la ventana, así que a pasos lentos caminé hasta allí. Lo que vi me impresionó en cierta forma. Allí abajo se encontraba una linda chica de ojos verdes (que me parecían conocidos) y cabello castaño oscuro, tez blanca y muy bonita a mi parecer pero... ¿Quién era ella?
Al parecer se dio cuenta de mi mirada de WTF ya que me sonrió y señaló que bajara.
-Disculpa que pregunte pero, ¿Quién mierda eres tú?, oh y disculpa por el mierda, querida extraña.-le pregunté al mismo tiempo que alzaba mi ceja izquierda.
-Soy Andy Rojas, ¿recuerdas a la chica que tiraste sus libros?, soy yo jaja, ven por favor, sólo intento conocerte más. Dijo mientras me seguía viendo con esa mirada divertida y con una pose muy confiada.
Raraaaaaa.
-Mmm ya, yo bajo y eso pero... ¿Por qué sabes donde vivo?- volví a preguntar, bueno, es que esta chica me daba miedo. ¿Y si era una acosadora qué? yo no quería morir tan joven a causa de una obsesión de niña mimada.
-Existe internet, daa.
-No sabía que en internet también se averiguara la habitación exacta de la persona. Wow.
Me miró y se rió, ¿de qué se reía?¿de mí?¿tenía algo en mi rostro o qué carajos?
-Eres muy gracioso, Edward, pero baja, te tengo un regalo. -Vio mi rostro de total negación y suspiró- Si bajas y lo aceptas me voy en lo que pestañeas.
Bajé a toda prisa y abrí la puerta. Ella me vio y se sonrojó, ¿por qué lo hacía?, yo no era exactamente un tipo apuesto e intimidante del que las chicas mueren por enamorar, no no.
En cuanto me vi a mí mismo aquellos pensamientos que quedaron se esfumaron. Estaba en bóxers solamente. Mis bóxers de Bob Esponja. Y estaba roto.
Tosí y le miré expectante a lo que tenía que darme, luego de sacudir su cabeza me dio un sobre, estiré mi mano y lo cogí.
-¿Qué es esto?¿droga?-dije viendo con desinterés el sobre.
-Es una pegatina de un sol.
-¿Por qué me das una pegatina de un sol?
-Porque yo usaré uno de luna, duran una semana.-dijo con seguridad y alegría- es mi forma de ofrecerte mi amistad, por favor no me rompas el corazón y póntela, ¿sí?
No pude contra sus ojos de corderito y terminé aceptando. Cielos, ¿en qué me metí ahora? y lo más importante era.. ¿Cómo dijo que se llamaba? estaba muy ocupado viendo la hormiga de mi ventana cuando me dijo su nombre.
Mieeerda.
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FIRE
Teen FictionAl parecer en el mundo de Edward la hermosa e inigualable Fire era pura perfección, pura fantasía e ilusiones. Después de todo, él era un chico enamorado...pero, ¿y si descubre muchas otras cosas?, ¿y si la fantasía se despega y la realidad lo golpe...