Necesitaba alejarme unos días, todo aquel ajetreo, los trámites, atender gente en casa y hasta las condolencias se sumaban a un cúmulo de cosas que finalmente más que reconfortarte sólo suman a la carga del duelo. Apenas han pasado 5 días desde el accidente, y es probable que la familia de Armando me critique por desaparecer así, cuando seguramente piensan que debería quedarme encerrada en casa llorando y lamentando mi suerte, pero la verdad esa no es mi manera de resetearme.
Ha sido un año complicado. Desde que Armando comenzó a perder dinero de las inversiones que tenía en la bolsa, su humor cambió, poco a poco pero con paso firme se fue transformando de aquel hombre tierno, preocupado y alegre a un tipo frio, lejano y lo peor de todo violento, al principio con palabras, luego con acciones.
Todo eso había hecho que el amor tan profundo que había sentido por él al comienzo de nuestra relación y el primer año de matrimonio, fuera esfumándose y transformándose más bien en una sensación de espera continúa, sabiendo que en algún momento me atrevería a tomar la decisión de separarnos. Si, aunque me duela reconocerlo, su muerte había sido casi un alivio, uno doloroso, porque aún sentía cosas por él, pero un alivio al fin y al cabo.
Aun me pregunto si lo que le dije esa noche fue la causa de todo, que tal vez si no se lo hubiera mencionado nada de esto habría pasado, que no fue el momento correcto, pero el verlo llegar ebrio y lanzando maldiciones disparó en mí la necesidad de decirle de una vez por todas que nuestro matrimonio estaba roto y que debíamos divorciarnos. No lo niego, eso me hace sentir culpable, si tan sólo hubiera podido detenerme o esperar un momento más adecuado, pero la rabia y el cansancio por lo que había tenido que aguantar los últimos meses me hicieron explotar y sacarlo de una vez por todas.
Lo había decidido una semana antes, cuando intenté hacer que se levantara de la cama tras dos días en que había llegado arrastrándose de borracho. Parecía un hombre sin voluntad, resignado a su suerte y sin ganas de luchar. Yo lo miraba desde la puerta de la habitación, hediendo a alcohol, sin afeitarse, y me preguntaba dónde estaba el hombre del que me había enamorado.
Afortunadamente no tuvimos hijos porque nuestros planes no los incluían hasta unos años después. Antes queríamos disfrutar de lo que nos quedaba de juventud viajando y haciendo proyectos que además nos permitieran tener una situación económica estable antes de hacer crecer la familia. Pero todo eso se había disipado en tan poco tiempo. Apenas dos años de matrimonio, y no lo niego, el primero fue el más feliz de mi vida pero lentamente todo se vino abajo y descubrí que él no tenía aquella resiliencia que deben tener las personas para salir adelante en la adversidad, simplemente se había derrumbado paulatinamente.
Aquella mañana intenté sacarlo de la cama y al reaccionar me empujó lejos y me dijo algo que no pude sacarme más de la cabeza "Déjame en paz maldita perra, ya me tienes harto". Esa fue la gota que derramó el vaso. Al día siguiente llamé a Pablo, un abogado amigo de mi familia para que me orientara acerca de los trámites necesarios para iniciar el proceso de divorcio.
Los días que siguieron empeoró, solo se levantaba para irse a beber y regresaba de madrugada. Creo que fue unos 6 días antes del accidente que llegó a la habitación e intentó tener sexo a la fuerza. Al negarme me golpeo y me tiró de la cama. Debí usar maquillaje para disimular los moretones en la cara y las marcas que dejó en mis brazos por la fuerza con la que me tomó. De todas formas intenté no salir de casa hasta que la hinchazón y las marcas empezaran a disminuir.
Ya no nos hablábamos, y comencé a encerrarme con llave en la habitación. Las siguientes noches golpeaba y me pedía abrirle para después insultarme de las peores formas posibles. Ya no había forma de arreglar la situación. La última noche llegó más temprano, entró como ya era habitual absolutamente ebrio y me encontró en la sala. Me recriminó el hecho de que lo ignorará y me encerrará, los insultos continuaron y me tomó por los brazos lanzándome fuerte contra la mesa del comedor. Intenté ponerme de pie y alcancé a esquivar un adorno de metal que me lanzó mientras gritaba desaforado.
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Verano en Bruma y otros relatos desesperados
Horror"Hay caminos oscuros que se esconden tras las tinieblas del tiempo, puertas que es mejor dejar cerradas e ignorar que están allí. El desconocimiento de ciertas cosas puede ser sinónimo de sosiego. El creer que solo existe aquello que nuestros sentid...