Guillermo se encontraba sumido en la más absoluta oscuridad, sentía que su cordura se escapaba de a poco, sentía como toda su esperanza de que Samuel volviera y lo salvara, le dijera con su dulce voz “Ya estoy aquí mi amor, estará todo bien” se iba desvaneciendo de a poco.
Y otra vez sonaba la puerta, otra vez le decía que ese maldito ser que le arrebato su inocencia, que corrompió su alma, venía a destrozarlo una vez más.
Veía por la ventana, los arboles sin hojas, el rio de almas que fluía lenta y dolorosamente, la neblina lo hacía ver todo aún más tétrico mientras su cuerpo era dañado una vez más.
Incontables eran las veces en que ese ser lo había dañado tanto psicológica como físicamente, que su voluntad ya estaba a su merced, no oponía resistencia –de todas formas no podía hacerlo –.
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Sandra no era una persona mala, como todos la veían. A ella le habían pedido que borrara la memoria cuando estuvieran cerca de la meta para su deseo, ella no deseaba hacerlo, pero era su deber. A ella también la habían arrebatado de la persona que más amaba, no quería hacerlo, pero si quería ver al fruto de su amor feliz, debía, ella sabía de lo que era capaz el supuesto “Dios” ese dios no era más que una persona sin piedad, no era como todos lo pintaban y ella lo sabía bien, era un Dios injusto, uno que se le podía comparar con Dante, sólo que Dante al lado de “Dios” Sólo era un pequeño niño jugando con muñecos de acción.
Por esa misma razón tuvo que actuar ante Samuel, a ella le dolía en el alma el daño que les estaba haciendo, pero por esa razón lo dejo junto a Mangel y Abraham.
Para que los tres pudieran recordar, por si mismos, todo.
Por esa razón suspiro aliviada cuando vio a dos chicos muy familiares cruzar la puerta de su oficina.
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Samuel y Mangel se levantaron a toda prisa en dirección a la oficina de Sandra, en menos de cinco segundos ya se encontraban frente a ella.
-Y bien ¿Qué hacen aquí? –Preguntó ella fingiendo falsa indiferencia.
-Lo hemos recordado todo – Dijeron ambos a la vez.
-¿Entonces que desean? – A Sandra se le ilumino el rostro, estaba feliz, feliz de que ambos lograsen recordar su anterior vida.
-Tenemos un problema y necesitamos que nos ayudes, entre todas las almas que llevamos a la muerte, hubieron dos almas, las más puras, que enviamos al infierno por cometer un pecado –Samuel quien era el que había hablado bajo la mirada aguantando las lágrimas sin poder seguir articulando palabra alguna.
-Eran las personas que más amábamos –Soltó de un momento a otro Mangel tras unos segundos en silencio que parecieron una eternidad.
El rostro de sorpresa de Sandra era inimaginable, no podía creer lo que pasaba, por primera vez en la historia pasaba algo así y ella tenía en su poder ayudarlos.
-¿Qué quieren que yo haga en un caso así? –
-Ayudarnos –
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Rubén se encontraba caminando por aquel gigante castillo, todo le parecía como en un cuento de hadas, sólo que distorsionado de una manera que no era ni medio normal, de hecho, nada era normal, estaba muerto en la propia muerte.
Intento por todos los medios volver con Guillermo, de saber que ese maldito no le había hecho nada malo, pero era imposible, por las noches lograba oír los gritos, los llantos de Guillermo, aquellos que Dante le dejaba para alimentar aún más su podrida alma –Si es que tenía una –
Todo aquello le decía que Guillermo no estaba bien, quería ir a su auxilio, quería salvarlo, quería lo que no pudo hacer en vida con Mangel, darle aunque sea un respiro de alivio.
Al recordar a Mangel su pecho se comprimió, todos los recuerdos lo llevaban a él, se encontraba perdido, herido, dañado, no había podido salvarlo.
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Sandra estaba feliz pero a la vez triste al no poder serles de mucha utilidad a esos chicos, pero haría lo que estuviera en sus manos para ayudarles, para darles la felicidad que a ella le negaron, aunque eso sea ir en contra de “Dios”.
-Está bien, los ayudare –Pronuncio con calma.
El rostro de ambos chicos se había iluminado, Sandra les había dado otra oportunidad, la oportunidad de ser felices.
-Muchas gracias –Los dos chicos se abalanzaron sobre Sandra, sonriéndole, sumiéndola en un abrazo de oso.
-Ahora suéltenme y síganme –
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Rubén poco podía hacer por Guillermo, una vez logró volver a él, aunque esta vez sí podía hablar, sólo se limitó a decir unas cuantas palabras, palabras que demostraban que intentaba huir de la podrida realidad en la cual estaba sumido.
Y es que Rubén se preguntaba cómo es que era posible que una persona pueda aguantarse tanto dolor por tanto tiempo, sin decir nada, evadiendo todo tipo de tema relacionado a su actualidad.
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Tres personas se encontraban de pie ante un enorme portal negro, de él se oían gritos, lamentos y carcajadas que se burlaban del dolor ajeno.
-Tienen una semana exacta para encontrar a Rubén y Guillermo, si al terminar este plazo de tiempo no logran encontrarlos y traerlos al portal ustedes se volverán participes del rio de almas –Dijo una voz femenina.
-Lo lograremos, los traeremos de vuelta –Dijo Samuel con total seguridad en su voz.
Sandra les extendió una guadaña especial a cada uno junto a una capa –Esto les servirá para enfrentarse a dante, tienen algo fuera de lo común, de eso se darán cuenta después –
-Gracias, Sandra –
Después de estas palabras los chicos tomaron y se vistieron con lo que les había sido otorgado e ingresaron al portal.
“Existen sueños de los que no quisiéramos despertar y realidad que quisiéramos que fueran sólo sueños”
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Amor a la muerte - Wigetta.
FanfictionDicen que cuando llamas a la muerte, es el peor pecado que uno puede cometer. Tu como humano, llamar a la muerta es el peor tabú que los seres vivos pueden cometer.