Tan cerca y tan lejos.

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Guillermo se encontraba en un rincón de la habitación, con los ojos cerrados, no queriendo ver el desastre el cual estaba sumergido, su cuerpo ultrajado de la manera más cruel posible, su alma corrompida. En su piel se encontraban miles de manchas moradas producto de la fuerza  a la cual había sido sometido miles de veces.

-Samuel  – Lograba murmurar a penas, sin fuerzas, sin vida, quería ser salvado, no le importaba por quien, sólo quería dejar de sufrir de una vez por todas.

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Mangel y Samuel ya habían puesto sus pies sobre aquel lugar desconocido donde se encontraban las personas que más habían amado.

Se miraron entre asustados al escuchar los sonoros lamentos que inundaban el lugar y siguieron a peso lento, silencioso, esperando no ser escuchados.

Llegaron al rio de almas del cual surgían brazos, intentando por todos los medios de huir, o llevarse a alguna persona con ellos.

-Ten cuidado – Le dijo Mangel a Samuel al pasar por el borde de aquel lugar.

-Está bien –

Se dirigían con cuidado hasta el castillo que se encontraba cruzando aquel rio. Mangel estaba emocionado y temeroso ¡Volvería a estar con Rubén! Se imaginaba un nuevo futuro junto a él pero un grito lo saco de sus pensamientos.

-¡Mangel! ¡Me han agarrado- Gritaba Samuel intentando por todos los medios no dejarse arrastrar por aquellos seres, no podía, estaba cerca de Guillermo, no podía acabar así, no ahora.

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Abraham se encontraba apoyado contra la pared, con su típica mirada perdida, metió su mano en los bolsillos, hace mucho tiempo no lo hacía, pero algún motivo lo llevo a hacer eso de manera inconsciente. Se sorprendió al encontrar algo metálico dentro y lo saco de manera rápida, no recordaba tener algo así.

-¿Qué es est – Su pregunta quedo en el aire mientras sus ojos se abrían desmesuradamente y no daba crédito a lo que sus ojos veían y entonces miles de imágenes, recuerdos azotaron su mente de manera brutal.

Porque ahí, en su mano, frente a sus ojos se encontraba un collar con un anillo colgando de él.

-¡Alex! –Grito al recordar todo, había perdido mucho tiempo en este lugar, el brillo de sus ojos volvió y se levantó a toda prisa en dirección a la oficina de Sandra.

Al llegar ella lo recibió con una mirada gélida.

-Lo recordé todo, vengo por mi deseo –Dijo con voz firme y segura –Quiero volver con él –

-Oh, ya veo –Murmuro con una pequeña sonrisa –Está bien, volverás con él –

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Sandra aquella noche mientras dormían se había escabullido hacia el cuarto de Abraham y en su sudadera había colocado aquel collar, él ya había pasado mucho tiempo allí, debía volver.

Al momento en que Abraham había revisado su bolsillo ella sonrió mirándolo detrás de una pared y volvió a su oficina.

Sí ella no era feliz ahí, por lo menos dejaría que otras personas lo fuera, no seguiría siendo egoísta.

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Guillermo se encontraba ante él, el amor de su vida ¡Por fin había vuelto a estar con él! En silencio, ambos chicos se acercaron, se besaron, se tocaron, impresionados ante el contacto que habían perdido desde hace tanto tiempo.

Entonces cerro los ojos, y despertó, se encontraba  en la misma habitación, solo, Samuel no estaba ahí con él.

Lo había perdido al despertar.

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-¡Joder Samuel! ¡Ten más cuidado tío! –Le decía Mangel histérico, después de un largo forcejeo lo había logrado arrancar de las manos –nunca mejor dicho –De aquellos seres.

Samuel respiraba agitado y emprende su marcha de nuevo junto con Mangel, la caminata fue larga, varios seres se habían presentado ante ellos queriendo derrocarlos, sin embargo con las armas que les había dado Sandra les había sido imposible.

Llegaron a una especie de campo, con dos cruces adornando el fondo de este, a medida que se fueron acercando lograron divisar a dos personas en este, dos personas muy conocidas.

Eran sus amados, los habían encontrado, Samuel se asombró al ver el estado de Guillermo, ya no era su ángel, su ropa estaba rasgada, manchada con sangre, su cuerpo estaba repleto de moretones junto a la sangre seca. Mangel miraba a Rubén, no estaba en un estado tan lamentable como Guillermo, sólo un hilo de sangre recorría su rostro.

-¡Guillermo! –

-¡Rubén! –

Se acercaron sorprendidos a toda prisa hacia ellos pero cuando estaban a punto de llegar, una voz los detuvo.

-Los estábamos esperando –

Amor a la muerte - Wigetta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora