James Sirius"Mamá, lo estamos pasando muy mal. Albus ya no te considera una madre, Lily te odia y yo ya no confío en ti. ¿Dónde está esa madre que luchaba por sus hijos?"
Ginny Potter
"¿No está bien olvidarse de todo por un rato?"
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Para olvidar el dolor
Desde la habitación de James se podían oír los llantos de su madre. Eran desesperados, secos y tristes, como los gritos de un prisionero condenado a muerte. Se podía escuchar como la mujer se ahogaba con sus propias lágrimas, con su propia oscuridad. No podía aguantarlo más, llevaba todo el día llorando. James se tapó las orejas con el cojín más cercano, pero cada vez que cerraba los ojos, no podía evitar imaginarse a su madre en el piso inferior, apoyada en la mesa, deseando tener una vida distinta.
―Vaya mierda ―susurró el chico, tirando el blanco cojín al suelo.
Aquella situación lo superaba. Ya no podía inspirar profundamente y desear que todo cambiara, ya no podía encerrarse en su habitación, soñando con que todo fuera diferente. James suspiró. Él era el hermano mayor, representaba que él tenía que cuidar de Albus y Lily. Seguramente sus hermanos también escuchaban los sollozos de su madre, y James sintió un dolor en el pecho al imaginar a Albus y Lily llorando, en la misma situación que él.
―Esto no puede seguir así.
El azabache se levantó con cuidado, procurando no hacer ruido, como si un ser invisible pudiera impedirle salir de esa habitación. Se puso su sudadera del equipo de Quidditch, esa que tanta suerte le daba en los partidos, y se dispuso a salir por esa puerta. Las piernas le temblaban por miedo a lo que pudiera pasar. Su respiración acelerada era un recordatorio de los nervios que inundaban al joven en ese momento. No podía negar que la situación era comprometedora, un hijo diciéndole a su madre qué tiene que hacer, pero él sabía que la mujer no se daría cuenta por ella misma, y simplemente, tenía que aconsejarla, ayudarla. Porque James era un chico valiente, y tenía que enfrentarse a su madre por él , pero sobretodo por Lily y Albus.
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―Mamá.
Ginny levantó la mirada de la botella, y se encontró con la figura desdibujada de su hijo. Intentó sonreír, pero solo le salió una mueca.
Estaba vestida con el mismo uniforme que había llevado toda la semana. Sus ojos, rojos por las lágrimas que soltaba sin querer, lo miraban con curiosidad, como si quisiera leer las intenciones del joven. No se parecía a la mujer que, años atrás, había sido feliz. Parecía una persona completamente distinta, parecía como si estuviera muerta, y solo quedara un cuerpo sin alma. Y eso dolía, porque James odiaba ver a su madre en aquel estado. Ella lo había cuidado cuando más lo necesitaba, lo había alimentado y acunado. Ella le curaba las heridas cuando era pequeño, y cuando lloraba, le daba besos en la cabeza, haciéndole reír. Ella estuvo en las buenas y en las malas, pero desde hacía unos años, esa mujer se había ido, siendo sustituida por una desconocida.
—¿Qué pasa, James? —preguntó Ginny, empujando la botella a un lado y secándose los ojos con la palma de la mano.
El chico suspiró con confusión, sin saber qué decir. Ese día su padre no estaba en casa, y seguramente eso era lo que enfadaba tanto a su madre. Y cuando estaba enfadada, o depresiva, Ginny podía ser mortal para las personas de su alrededor.
—Se te escucha desde arriba, no puedes seguir así. —Luego, observó con determinación la botella. Su madre siguió su mirada, y al darse cuenta a donde se dirigía, frunció el cejo—. Esto no está bien, ni para ti, ni para nosotros.
La mujer soltó una carcajada irónica, y se levantó, desafiando a su hijo.
—¿Quiénes son "nosotros"? Porque, que yo sepa, tu padre ahora mismo está con otra mujer, mucho más joven y con un mejor cuerpo. ¿Y yo? Yo estoy aquí, ahogando mis penas en alcohol. Así que, si piensas que a Harry le importa lo más mínimo cómo me encuentre, te equivocas. Ese hombre solo piensa en él mismo. No se preocupa ni por sus hijos, ni por mí.
James sintió como se le hacía un nudo en la garganta al escuchar las palabras de su madre. Eran como un cuchillo que se le clavaba en el corazón, justo en medio del pecho. Él sabía perfectamente que su padre no estaba interesado en lo que le pasara, ni en Albus y Lily, pero oír a su propia madre afirmándolo, mataba. Aún así, intentó que la mujer no se percatara de como le había afectado eso.
—Pero mamá, aunque a él no le importemos, a ti sí. Tienes que mantenerte sobria, tienes que cuidarnos como solo una madre lo haría. A veces te tenemos miedo por como te comportas. Toda esta situación te está superando. Mamá, lo estamos pasando muy mal. Albus ya no te considera una madre, Lily te odia y yo ya no confío en ti. ¿Dónde está esa madre que luchaba por sus hijos?
Ginny lo miró por un segundo a los ojos, esos idénticos a los de su padre. Y luego, se arrepintió. Había caído en su trampa, y ya no había vuelta atrás. Había recordado a su esposo, Harry, que ahora debía de estar en la cama, con otra mujer. Y sintió como su garganta luchaba por gritar y el corazón quería salir de su pecho. Porque ese día, las tormentas inundaban la mente de la pelirroja, y ya no se sentía como ella misma. Al fin, apartó la mirada de esos ojos hipnotizadores y sonrió.
—Esa madre desapareció hace mucho tiempo, James. Ya deberías saberlo. Además, necesito que todos estos recuerdos salgan de mi mente, ¿no está bien olvidarse de todo por un rato? Siento mucho que ya no confiéis en mí, pero no puedo hacer nada más. Estoy rota, y mientras vosotros me pedís que vuelva a ser la de antes, nadie me ayuda, nadie me intenta reconstruir. Y eso es egoísta por vuestra parte, eso es muy egoísta.
Y dicho eso, la mujer salió por al puerta trasera, decidida a pasar un rato bajo el radiante sol del jardín, no sin antes agarrar la botella. Y James, confundido por su palabras, se sintió derrotado. Con el ánimo por los suelos, subió las escaleras, queriendo que esa pesadilla de vida que le había tocado desapareciese. A lo lejos, escuchó los gritos de Lily. Ya no había vuelta atrás, el infierno solo acababa de empezar para los Potter.
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𝐃𝐎𝐋𝐋𝐇𝐎𝐔𝐒𝐄 || The Potter's
Fanfiction❝We'll be a perfect family❞ Los Potter son una familia perfecta. Tienen unos hijos perfectos, una casa perfecta, una vida perfecta. Pero su sonrisa esconde una verdad que pocos son capaces de ver.