El colgante verde

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Ana Gra, más tarde, en la superficie se llamaría Ana García, pero allí era una “Gra” de los círculos exteriores, además de estar en los niveles más bajos, cerca de los 7 infiernos. La ciudadela era una ciudad subterránea, que solo los sacerdotes fundamentalistas sabían cómo fue creada.

Tenía entonces 8 años cuando ocurrió. Lo recordaba con claridad cristalina.

Llevaba ese día un precioso vestido verde que evocaba toda la alegría y la vida que podía reunir en aquel lugar. Su familia era pobre y se dedicaban a la excavación de minas y a la vigilancia de los “portales de los desterrados”.

Todo aquel dotado que exhibiera un poder vinculado con la vida, en cualquiera de sus sentidos, se convertía en un desterrado que debía ser escoltado hasta los portales y … mejor no pensar cuál era el destino que les aguardaba al ser lanzados por esos enormes agujeros en el suelo, tan cercanos a la capa de magma donde terminaba la litosfera continental.

Se creía que los desterrados eran susceptibles de convertirse en Titanes, las peores criaturas que pudieran existir, con un poder capaz de destruir toda la vida sobre la faz del planeta.

Ella era afortunada, iba a la escuela de los círculos interiores, donde le enseñaban el lenguaje de los secretos, el DOT y aprendía algo de los conocimientos sagrados. Estos hablaban sobre el planeta, sobre algunas leyes que lo regían, aparte de contar algo de la historia de su raza. Todo muy dogmatizado, pensaba ella, pero era conocimiento. Lo normal es que gente de su nivel no pudiera acceder a nada de conocimiento.

Hermes III, era un gobernante proclive a causar mucho revuelo entre las clases privilegiadas de la ciudadela “Auriga”, él mismo bajaba cerca de los infiernos, a enseñar nada más y nada menos que a ellos, algo del saber dotado. No solo aprendían a leer, sino también a cosas importantes sobre el control de sus poderes.

Un niño dotado solía pasar por un proceso llamado “imprimación” sobre los 10 u 11 años de edad. Cuando esto ocurría su mente se vinculaba a una parte de la materia y la hacía suya. La convertía en un ente que formaba parte de él, pudiendo activar la “visión” y localizar ese tipo de material e incluso podían manipularlo.

En el mundo real, fuera de los cuentos de hadas y los libros que podían leerse allí abajo, todo tenía un coste.

La visión era un proceso que si no se sabía controlar gastaba, tal cantidad de energía, que podía poner en riesgo a la propia persona.

Normalmente, los dotados accedían a este poder, absorbiendo energía calorífica del ambiente. Era una energía tosca y poco aprovechable, al menos, hasta que no se tenía un poco de dominio.

En ocasiones se absorbía tanta, que de forma descontrolada, se drenaba incluso la propia energía del cuerpo, dejándolo congelado hasta la muerte o deber amputarse alguno de sus miembros para sobrevivir.

En la escuela les enseñaban otras alternativas al uso de la energía vinculada a la temperatura, como la energía eléctrica. Aprendían a absorberla desde cortas distancias hasta grandes. Incluso un dotado experimentado podía absorber energías tan variopintas como la cinética y dejar sin velocidad incluso a una bala que fuese disparada contra ellos. Esa solía ser una de las pruebas para graduarse. Pocos la superaban. Menos mal que se trataba de munición sin carga.

Ella estaba en una pequeña aula con otros chicos de su edad. Ptolon era el líder de allí. Su familia pertenecía no solo a los círculos interiores, durante generaciones, sino que además pertenecía a “hogares” superiores a los que vivía ella. Cada “hogar” era un nivel diferente, a diferente profundidad. Por eso estaba cabreado, por tener que rebajarse a esos niveles, todo por estar cerca del monarca.

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