Los mundos de Auriga

El día más negro

Henry era un hombre de carácter fuerte, alto, con una barba canosa y oscura y una mirada férrea. Tuvo que hacer muchas concesiones en el pasado para poder dedicarse a su verdadera pasión, la ciencia, pero al fin lo había conseguido. Calandra y los antiguos cedieron.

El consejo de tronos iba a celebrarse en breve. Él era el portavoz de su raza, sin embargo, Hermes le había llamado. El monarca de la ciudadela Aúriga se había reunido con él en aquella oscura tarde. El cielo se oscurecería una vez más. El eclipse de sol sería la señal, unos minutos después del inicio del consejo, cuando todos accedieran al cilindro central, "el Príncipal" y bajaran a través de los doscientos pisos de la ciudad subterránea camino al mundo sombra, iniciarían el plan de escape.

Alex, el hijo "desdota" de Hermes III, junto con su esposa Carla consiguieron escapar hacía unos años con ayuda de Henry.

Belluz, uno de los élites del grupo de asesinos de la ciudadela, las potestades, había descubierto la verdadera naturaleza de Carla, era una titán según las antiguas creencias y debía ser sacrificada al magma purificador de la astenosfera. Ambos tenían un niño llamado Jacky y no podían permitir que tal atrocidad pasase. Lograron despistar a las potestades y con ayuda de Felix y su esposa, guardianes de la puerta salieron al exterior.

Henry, el profesor en físicas por la universidad de Valencia, se ocupó de ellos, Alex se convirtió en su hermano legal y gracias a los guardianes, tenían un pasado limpio, papeles y un lugar donde podrían esconderse hasta que aprendieran de su mano, a camuflar sus poderes de los buscadores.

De eso ya hacía cuatro años, sin embargo, las antiguas tradiciones seguían matando a inocentes. No solo el dotado que se creía que era un titán era ajusticiado, sino ya, desde hacía un año, lo era toda la familia cercana. Los llevaban a los niveles infernales y tiraban como sacos de basura a los oscuros agujeros que llevaban al interior más caliente de la tierra.

La conciencia de Hermes III no podía descansar con estas brutales leyes, que ni siquiera él, que tenía que responder ante varios consejos podía cambiar. Por eso, durante meses habían ido trazando un plan. Al igual que hicieron cuando lograron que escaparan Alex, Carla y Jack, iban a intentar salvar a más de cien familias de una muerte segura.

Hermes solía enseñar sobre historia y el uso de los poderes dotados en los niveles inferiores, los infernales, y allí, identificó a aquellos dotados que, de seguro, iban a caer en esta cacería de brujas sin sentido. Por ello, los enseñó a camuflar sus dones o a aparentar que el proceso de imprimación aun no había ocurrido, a pesar de tener que soportar las burlas de sus compañeros.

El caso de esa chica le traía de cabeza. Ana Gra era una estupenda estudiante de los círculos exteriores, que había tenido la mala suerte de imprimarse con las células eucariotas vegetales. Algo tan difícil, complejo y extraño que el gobernante solo había visto otra vez en esa vida. Su poder no estaba vinculado al control del cuerpo humano, pero sí, con la vida, y afinando sus habilidades podría, sin duda, llegar a controlar el cuerpo con su mente.

El miedo de su civilización a este tipo de poderes estaba tan arraigado como la creencia de que los titanes resurgirían y arrasarían con toda la superficie, el mundo sombra y las ciudadelas. Contra lo irracional no se podía luchar, así que Hermes le contó que había enseñado a la chica a desviar la atención de su poder verdadero, y centrarlo en el uso de la madera, que aunque está compuesta por células vegetales, podría muy bien pasar inadvertido este hecho. La falta de información básica sobre el mundo por parte de los dotados era brutal. Trabajar con gente con el poder de casi dioses, aun con limitaciones humanas, hacía que el conocimiento fuera algo muy peligroso de poner a disposición de cualquiera de ellos. Por eso, los religiosos de la fe fundamentalista habían creado el DOT, el lenguaje de los secretos, en el que se escribían todos aquellos conocimientos que no se quería que fueran de fácil acceso a la plebe.