Capítulo 5. Tú le das un mal nombre al amor.

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40 minutos fueron suficientes para retomar la ruta, llegamos a Quito, conforme a las reglas, sin discusiones, sin turistear; llenaríamos el tanque de gasolina, compraríamos provisiones y rodaríamos sin parar, por la ruta 25. Nueve horas seguidas hasta la pintoresca Machala – Ecuador, allí buscaríamos un lugar para dormir. Éramos Jóvenes y bastante optimistas. No contemplamos que 9 horas conduciendo eran un infierno o que en Machala no encontráramos lugar para dormir, hace 24 años el internet era una novedad costosa, lenta y pequeña. Sin google, lo único que teníamos para orientarnos eran libros que pedimos prestados en la biblioteca pública. "por las Rutas de Ecuador", "Guía Turística del Perú"... algunas de esas guías tenían más de 10 años de antigüedad, en resumen íbamos a la buena de Dios; Patricia y yo aprovechamos para dormir, yo porque estaba cansadísima y Paty porque no quería hablar con Martín. Los chicos se turnaban para manejar cada hora y media. Esa noche soñé que mi madre incendiaba mi habitación. Cuando me desperté eran las 5 de la mañana y estábamos en Machala. No era un pueblito, sino una ciudad, una gran urbe, el segundo puerto marítimo del Ecuador. Los chicos fueron a conseguir un sitio para descansar y reponer fuerzas, a los 20 minutos volvieron muy felices, habían conseguido un hotel, aunque la ciudad estuviera llena de gente, Machala ese año había sufrido el ataque de las fuerzas militares del Perú, en una guerra que duro desde el 26 de enero de 1995 hasta el 28 de febrero, los ecuatorianos ganaron, pero les costó muertos, heridos y miedo. El mundo estaba revolcado. En Europa los conflictos raciales desangraban a la antigua Yugoslavia, convirtiendo a Bosnia en un campo santo por una carnicería sin sentido, un verdadero pecado contra la humanidad. El racismo de vez en vez muestra su estúpida cara para intentar destruir el amor, la vida y la paz. Mi país no se quedaba atrás, medio Colombia estaba sembrado de minas quiebra patas y fosas comunes llenas de muertos, la mayoría gente inocente que se cruzo en el camino de los grupos ilegales de derecha o izquierda que en ese entonces y aun hoy día representan el odio, el amor al dinero y el fanatismo político ...

El desayuno sabía a gloria y lo mejor las habitaciones tenían un cuarto de baño épico. Y era así porque el sitio no era un Hotel, sino un Motel de lujo, sitio donde las parejas tiene sexo clandestino. Una sucia treta de los chicos. Yo era una chica bastante inocente pero no estúpida; así que le advertí a Paty mis sospechas. - Quienes se creen que son! - Dijo ella, les vamos a dar una lección. Decidimos dormir juntas en una de las habitaciones reservadas y los tan astutos muchachos en la otra. Patricia me echo el brazo y me beso la mejilla – Chicos Adra y yo vamos a dormir juntitas, un rato este día, luego nos daremos un baño de espuma en esa maravillosa tina. – Les dijo sensual y desafiante, guiñándoles el ojo. Martín estaba atónito, la tomo del brazo y la llevo a parte, para nada porque los gritos de ambos los oíamos perfectamente. Martín le reclamo por dejarlo plantado. – ¡Como se te ocurre querer algo conmigo después de lo mal que te has portado, como se te ocurre disponer de Adra, ella tiene derecho de elegir con quien carajos se acuesta, apenas conocemos a Camilo! - le reclamo Paty indignada. Lo que Martín contesto en voz baja no lo pude oír bien, pero la bofetada que ella le dio sí. Creo que la oyó todo el motel. Patricia estaba furiosa, me tomo de la mano y subió las escaleras con decisión. Entramos y ella al cerrar la puerta les hizo una señal obscena. Cerro con llave y se echó a reír. – ¡Estás loca! Le dije. – Ella sin dejar de reír me respondió – ¿Te puedes imaginar a Camilo y Martín durmiendo juntos en una habitación de sabanas de seda, cortinas de terciopelo y velas? - Nos reímos tanto que terminamos tumbadas en la cama, con el estómago adolorido. Nos comimos los chocolates y las fresas que estaban en la habitación, bebimos la champaña, nos quitamos la ropa y nos dimos un baño de espuma. Patricia coloco su cámara de fotos instantáneas en la cama, puso del disparador y de un salto entro de nuevo a la tina, nos tomamos una foto, vestidas de espuma, parecíamos esas modelos de las revistas de adultos. Nos dedicamos a hablar, reír y escuchar música. – Que harás si Martín decide terminar el viaje? Le pregunte. – Nada, porque yo se conducir, que se devuelva en autobús, Luego me dijo mirándome a los ojos, – nosotras nunca más haremos lo que un puto hombre nos diga. Somos libres, inteligentes y maravillosas, ningún tipo decide por nosotras. Me gustaría decir que a partir de ese día fuimos mujeres empoderadas, pero nos tomó un par de décadas encontrar ese poder. Parte de nuestro maquiavélico plan era arreglarnos como para una audición en una agencia de modelos. Cuando tímidamente golpearon a la puerta, la abrí de par en par, Camilo y Martín estaban con la boca abierta. – Paty le dio la foto a Martín. Camilo se disculpó a su manera. – Yo la verdad no sé qué estábamos pensando, chicas perdón, lo siento. Actué como un imbécil, bien merecido tengo que me dejaran en ascuas todo el rato.- Dijo haciendo pucheros de niño, Martín estaba entre enojado y perplejo. A medio día retomamos la ruta, esta vez Paty al volante, yo de copiloto hablando y riendo, mientras ellos dormían en el asiento trasero. Creo que ese día entendieron la regla de oro del respeto. El resto del viaje no se les ocurriría hacer nada sin nuestro consentimiento; en 1995 las mujeres de todos los estratos y regiones de mi país nos la pasábamos luchando contra el machismo; actitudes aparentemente inofensivas estaban llenas de arcaicos prejuicios, o peor llenas de desprecio; por eso increíblemente en la mente de Martín, él era un Prohombre, alguien que todo lo hacía bien.

Mi Amigo Intimo (Bon Jovi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora