la chica nueva...

35 4 2
                                    


Era de mañana en la ciudad de Geomis, un sol reluciente alumbraba cada rincón de la ciudad.
Era una ciudad hermosa, en todo el mundo todas las razas convivían entre sí, pero no siempre del mejor modo.
Suele verse en la televisión muchas peleas que terminan en robos o asesinatos. Eso hace que casi nadie confíe en las demas razas.
Actualmente en la ciudad viven las razas de: Demonios, humanos, ángeles, orcos, hadas, elfos y ninfas.
Las más odiadas son los demonios y orcos. Los humanos son lo más común de ver, pero había una parte de humanos que se cruzaron con diferentes razas, a estos se le da el nombre de ibridos, siempre presentan rasgos humanos en su cuerpo pero suelen tener mucha fuerza y resistencia física.
En toda la ciudad hay muchos lugares para cada raza, trabajos, plazas o escuelas. Pero hay una escuela que acepta a todas las razas por igual, ya sean demonios o orcos.
Esta escuela se llama "Escuela de la vida". Justo aquí hay un chico que da mucho de que hablar, ya qué siempre esta involucrado en muchos desastres. Este chico se llama Leónidas.
—¡Ha Ha Ha! Miren a este pobre idiota —dijo riendo Bide mientras golpeaba a Leónidas.
Leónidas estaba siendo golpeado por Bide y Felix, unos infelices que odiaban a Leónidas.
Estaba acorralado, tirado en el piso cubriendo su cabeza para no ser pateado o golpeado por Bide.
—¡Ha Ha! No entiendo porqué te tienen miedo, si solo eres una basura —dijo Felix mirando a Leónidas a los ojos, acercándose a él.
Bide era un poco gordo, traía el uniforme escolar al igual que Felix, medía 1,73 de altura; su corbata era color celeste, su cabello era color marrón claro y sus ojos eran color avellana.
Felix era flaco, su altura era de 1, 75, su corbata era color bordo; su color de pelo era negro y sus ojos color marrón oscuro.
De repente, alguien se acercó por atrás de los chicos, los tomó por la espalda y los arrojó hacia un lado.
—Ya déjenlo en paz, idiotas —dijo el chico—. A menos qué... Quieran vérselas conmigo.
Los chicos asustados se levantaron y se fueron corriendo sin decir nada. El chico era muy alto, mide 1, 87 más o menos, traía puesto el uniforme de la escuela; su pelo era un poco largo y de color negro, tenia una separación cerca del medio y sus ojos eran de color ámbar.
Luego, el chico volteó a ver a Leónidas.
—Hey, ¿estas bien?
Leónidas no dijo nada, se levantó del piso con tu cabello celeste tapando sus ojos sin ver al chico.
—¡Si, estoy bien! Gracias Mith —respondió contento.
Leónidas traía el uniforme de la escuela, su corbata verde estaba colgando y se notaban marcas de tierra en la camisa. La altura de él era de 1, 76; tiene pelo largo con una separación en medio, su color era celeste claro pero se confunde fácil con el blanco y el color de sus ojos es morado.
—No hay problema pero ¿por qué dejas que te golpeen? Puedes golpearlos y ya ¿sabes?...
—Si lo se pero... No quiero que sigan hablando así de mí... O de mi padre...
Leónidas bajó la mirada, haciendo que su pelo tape sus ojos.
—Bueno Mith, ¿que te parece si vamos al patio? —le preguntó entusiasmado.
—Bien, vamos.
Leónidas dio un par de paso y luego cayó al suelo cansado.
—¿Uh? ¡Leónidas! —exclamó Mithr mientras ayudaba a Leónidas.
—Tra-tranquilo, solo estoy algo adolorido, eso es todo...
—Ven, sujetate...
—Gracias, Mith...
—Ha ha, sabes, todavía no entiendo porque me dices Mith en ves de Mithr...
—Es solo por cariño...
—Ha ha, okay...
Mithr levantó a Leónidas y lo llevó entre sus brazos hasta el patio.
Mientras lo llevaba, Mithr vio sangre en el uniforme de Leónidas.
—Leónidas, estas sangrando —susurró.
Leónidas no escuchó lo que dijo Mithr, estaba exhausto y adolorido. Mithr decidió llevarlo al salón más cercano.
Una vez allí Mithr lo sentó sobre una silla.
—¿Que hacemos aquí Mith?
—Te traje para verte, no puedo llevarte así frente a toda la escuela...
—Y-yo estoy bien, solo...
—No, no lo estas —dijo Mithr interrumpiendo a Leónidas—. Okay... Quítate la camisa.
—Ha ha, ¿que?
—Solo hazlo...
Leónidas se quito la camisa con sangre. Mithr se fijó en el lugar del que salía sangre, pero no vio nada.
—¿Que sucede, Mith? —le preguntó Leónidas sin levantar la mirada.
—Nada solo... te traere tu otro uniforme... —respondió Mithr llendo fuera del salón.
—¡Mith! —exclamó Leónidas para llamar su atención.
Mithr se dio vuelta a ver que quería Leónidas, sin quitar su expresión tranquila.
—¿Que pasa, Leo?
Leónidas levantó su mirada, estaba sonriendo, fijó sus ojos en los de Mithr.
—Nada, solo quería decirte que tienes manchada la camisa con algo.
Mithr se vio la camisa y estaba llena de sangre de Leónidas.
—Oh, claro.
Mithr se dio vuelta y siguió caminando hasta los casilleros, fue a buscar los otros uniformes.
Abrió su casillero, estaba lleno de libros y mangas, también había un cepillo de dientes, desodorante, perfumes, una barra de jabón dentro de su envoltorio, útiles, un espejo y cartas, tal vez eran de chicas. Saco su segundo uniforme, este estaba muy limpio, eran unos jeans largos oscuros, una camisa blanca con mangas largas, una corbata roja, un cinturón, unos zapatos negros y un blazer sin mangas.
La escuela era muy estricta con los atuendos de los estudiantes, pero esas prendas son fáciles de conseguir y son muy económicas.
Cuando estaba por abrir el casillero de Leónidas escuchó que alguien lo llamó.
—¡Hey, Mithr!
Mithr se detuvo a mitad de combinación y se fijó quién lo llamó.
—¡Hola!
—Oh, ¡Hola Dakota!
Era Dakota, una amiga de Mithr y de Leonidas. Ella traía puesto el uniforme femenino, este trae: una camisa blanca mangas largas, un blazer sin mangas o con mangas largas, una corbata de color a elección de la estudiante, el de Dakota era color morado; una falda color negro y trazados color bordo, las faldas tienen dos franjas abajo color blanco; unas medias largas de algodón con dos franjas blancas arriba y unos zapatos negros.
El color de pelo de Dakota era marrón oscuro, tenía dos coletas traseras, sus ojos eran de color marrón claro y mide unos 1, 67 de altura.
—¿Como estás? —le preguntó Dakota con una sonrisa en la cara y los ojos cerrados.
Dakota puso sus manos en su espalda.
—Bien, yo bien... ¿Y tú?
—Ha ha, yo también... ¿Uh? —Dakota se fijó en la ropa de Mithr y la camisa que tenia en la mano —. ¿Que te pasó y que haces en el casillero de Leónidas?
—Oh, ¿esto? Tenía ganas de pintar...
—¡Dime la verdad! Tu nunca pintas —le dijo enojada.
—Ayude a Leónidas a alejarse de Bide y Felix...
—¡Esos idiotas! E-espera, ¿¡se encuentra bien!?
—Si, si... Según el está bien, solo vine a buscarle otro uniforme, es todo...
—Entonces... ¿Todo eso es sangre? —le preguntó asustada.
—Sí... Pero lo raro es que no tiene ninguna herida...
Hubo un silencio en la conversación. Mithr prosiguió a terminar la combinación así tomaba el uniforme del casillero. Al abrirlo, él y Dakota vieron todo... Adentro habían varias gomas de mascar pegadas en todos lados, calcetines olorosos y una carta que decía "muerete".
—¿Quien hizo esto? —preguntó Dakota enfadada.
Mithr serio y enojado tomó el uniforme, era el mismo que el de él solo que con una corbata morada y distinta talla.
—Los idiotas de Bide y Felix...
Dakota noto el enojo en la cara de Mithr.
—Bueno... Le voy a llevar esto a Leonidas.
—Te acompaño —le dijo Dakota mientras lo seguía.
Una vez allá, Dakota y Mithr vieron como Leónidas estaba tirado en el piso sin moverse.
—¡Leónidas! —exclamaron los dos asustados.
Corrieron a ayudarlo, Mithr arrojo la ropa sobre una mesa. Dakota puso su mano en la espalda desnuda de Leonidas y le preguntó asustada:
—¡Leónidas! ¿Que te sucede?
De repente, Leónidas se levantó del suelo sin decir nada, parecía enojado. Dakota y Mithr estaban con miedo a lo que podía pasar, no era común verlo enojado.
—¿Le-Leónidas? —preguntó inseguro Mithr.
Leónidas bostezo.
—¡Que linda ciesta! Amo los descansos de media hora —dijo mientras se estiraba.
Dakota y Mithr no podian creerlo.
—¿¡Que te pasa, idiota!? ¡Me diste un gran susto! —exclamó molesto Mithr con los puños cerrados—. Además todavía no paso ni la primer clase.
—¡Si, tonto, duerme bien! —exclamó Dakota arrodillada en el piso frente a Leónidas.
Leónidas no entendía que pasaba.
—Uh, ¿que pasa?
—¿Como que "que pasa"? Pensamos que te habias desmayado —respondió Mithr con tono burlón.
—Oh, eh... ¿Lo siento?
—Ahh... Ya dejalo así y toma...
Mithr agarró el uniforme de Leónidas y se lo arrojó.
—Oh, ¡Gracias Mith! Pero... ¿Para qué?
—Tu sólo pontelo y ya...
Leónidas comenzo a cambiarse, Mithr tomó a Dakota y la llevó fuera de la habitación así no veía.
—Vamos, afuera...
—¿¡Que!? No, porfavor, no quiero —replicó Dakota intentando escapar de Mithr para quedarse en la habitación.
Mithr cerró la puerta y le dijo a Dakota:
—Yo también me iré a cambiar... No entres...
—He he... No, tranquilo... He he...
Mithr la vio a los ojos desconfiado, luego la tomó de la mano y se la llevó aún más lejos de allí.
¡Noooo! -exclamó triste Dakota.

LOS CABALLEROS DEL APOCALIPSIS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora