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«—¿Consideras que tienes una crisis existencial?

—Mmm —respondí—. Si te refieres con estar triste desde tu nacimiento, cada vez hundiendote más en la miseria de existir. Llorar, gritar todas la noches, dañando tu cuerpo hasta que le quedan cicatrices que nunca desvanecen, que son como una herida profunda y sin remedio. Viendo a tu familia rechazarte, hacerte a un lado como si fueras un pedazo de mierda. Querer morir e intentarlo de mil y un formas y en ninguna obtener éxito. Qué te hayan internado a los 14 años en un hospital psiquiátrico por un año y ahora este aquí, enfrente de un psiquiatra... Pues si, tengo una muy jodida crisis existencial.

—Ya veo —dijo y empezó a escribir en su libreta, después aclaró su garganta y prosiguió—: entonces, Louis, tienes exactamente 14 años ¿no?

—No. Hoy es mi cumpleaños, tengo 15.

—¡Oh! Perdona mi incompetencia. Feliz cumpleaños, Louis.

—Sí. Ok.

—Louis, cuéntame algo se tu pasado, lo que sea, lo que te acuerdes.

Suspire y miré al techo. El techo era de color blanco... como el de mi casa... y empecé a recordar.

—Mamá y papá estaban en el cuarto de al lado... discutiendo —tomé aire y cruce los brazos.

—¿Acerca de que discutían? ¿Lo recuerdas?

—Sí... —moví los ojos de un lado a otro—. Papá, estaba enojado, le estaba gritando a mamá, le reclamaba que porque su único hijo había nacido omega. Estaba enojado, muy enojado.

—Y tu mamá, ¿qué hacía?

—Le pedía que se calmara, que tomara aire, que si quería podía embriagarse. Pero él seguía enojado... y entonces...

—¿Entonces?

—La golpeó. Salió de la habitación y me fue a golpear a mí mientras gritaba.

—¿Qué te gritaba?

—Algo así como; «¡Maldito omega de mierda! ¡Eres una basura! ¡Una porquería! ¡Una desonrra!» creo, ya no me acuerdo bien.

—¿Y tú qué hacías? —sus preguntas me estaban empezando a cansar.

—Nada. Nunca hice nada. Estaba acostumbrado a sus golpes y gritos.

—¿Y tu mamá?

—La escuchaba llorar desde la otra habitación.

—¿Y eso como te hizo sentir?

—No sentí nada. Ni yo lo quería a él ni él me quiera a mí.

—¿Y eso nunca te afectó?

—¿Cómo podría afectarme algo tan estúpido? —lo miré a sus ojos verdes, como los de papá—. Él siempre fue un imbécil alcohólico.

—Ya veo. Entonces... ¿crees que alguna vez él te quiso o...?

—¿Sabes qué? No lo sé, ni me importa, ni me importará —fruncí el ceño—. Ahora, ¿podrías dejar de hacerme preguntas? Creí que ya sabías que odio recordar cosas.

—Mm, sí. Perdón, lo había olvidado.»

Suspiré, y sentí mi corazón quebrarse como por milésima vez.

El recuerdo del pasado me lástima, me rompe por dentro en miles de pedazos y nadie puede salvarme.

Ni siquiera él.

Me levanté de mi cama y fui a la cocina. Abrí la nevera y vi una cerveza. Empecé a beber.

Quiero que el alcohol me consuma ¿saben a lo que me refiero? Quiero que la cerveza calme el dolor, el vacío que tengo dentro, que esta muy a fondo de mi asqueroso ser. Quiero que la cerveza me llene, me caliente tanto como si estuviera teniendo sexo. Otro trago. Quiero que la cerveza sea mi anestesia de la realidad. Quiero que la cerveza me saque de mi soledad todas las semanas. Me dirijo nuevamente mí habitación, entro y cierro suavemente la puerta. Quiero que la cerveza sea la que calme mis débiles lágrimas. Quiero que la cerveza me de las fuerzas para levantarme de la cama. Quiero que la cerveza me de la felicidad que no se me es posible de obtener. Quiero que la cerveza traiga a la persona que alguna vez fue el amor de mí vida a mi lado. Quiero que la cerveza lo obligue a decirme que me ama. Quiero que la cerveza haga tantas cosas que yo tengo miedo de hacer.

«—¿Alguna vez amaste a alguien?

—A mamá.

—¿Además de tu madre? ¿Alguien más?

—Sí... —cerré mis ojos por un momento y empecé a recordar otra vez—. Era muy lindo.

—¿Era un chico?

—Sí. ¿Algún problema?

—No, ninguno. Me parece interesante.

—Como sea.

Él sonrió y sus ojos verdes se clavaron en los míos.

—Me gustan mucho tus ojos, Louis.

Inmediatamente me tape los ojos con mis manos. Odio los cumplidos.

—Oye, lindo, no hagas eso.

—Odio los cumplidos.

—¡Ah, sí! Perdón, se me había olvidado. Soy muy olvidadizo.

Quité las manos de mi rostro pero no alcé la mirada.

—No hay ningún problema en que te diga "lindo" ¿verdad?

Negué con la cabeza.

—Bien, lindo —creo recordarlo sonreír.»

















Mmmm, no.
Hasta el próximo siglo.

Somebody To Love ✞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora