2. Mirai Fuyamoto

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Capitulo 2: Mirai Fuyamoto

Regresé a mi casa a pie.

Tenía muchas cosas que pensar, y aunque llegué tres horas tarde y con un horrible dolor de piernas, pude asimilar toda la información.

El cielo estaba totalmente oscuro, muy oscuro. Toqué la puerta de mi casa y mi madre, tan autoritaria como estricta, me gritó literalmente en la cara.

―¿Quién te crees como para llegar a estas horas?―gritó, cerrando la puerta detrás de mí de manera violenta.

―No me di cuenta de la hora―mentí, observando sus horribles ojos negros.

¿Qué de parecida tenía a esta mujer? Mi cabello era rubio y largo, el de ella negro y crespo; mis ojos eran ámbar, un tono similar al dorado, los de ella eran negros como el carbón. Yo medía un metro y cuarenta y nueve centímetros. ¿Ella? Seguramente dos metros.

Observé, detrás de su imponente figura que Alicia, mi hermana mayor, observaba despreocupadamente la televisión. Maldita bruja.

La bruja y la bruja en chibi. Qué desconcertante.

Pude jurar que en ese mismo momento que, en los ojos de mi madre, ardió Troya.

―¡Mocosa! Estoy harta de tus tonterías, ¡estarás encerrada en el sótano el tiempo que quiera!

Acto seguido, enredó sus toscos dedos en mi melena rubia y la jaló con tanta fuerza que me vi obligada a trasbilar mientras caminaba hacia donde ella me jalaba.

No repliqué, ni lloriqueé, ni siquiera hizo sonido alguno. Solo le lancé una mirada a Alicia, notando que ella me miraba por el rabillo del ojos.

Esta escena era tan típica, que ya era de esperarse.

Madre abrió la puerta del sótano y me tiró a dentro tal cual saco de papas. Me senté sobre mis tobillos en el frío suelo, observando como el pequeño halo de luz que se generaba del exterior, se extinguía mientras Madre la cerraba la puerta gritando:

―¡A ver si aprendes de una vez por todas!

Oscuridad.

¡Esa vieja!

Suspiré, echándome sobre el frío suelo. Lo último que me faltaba. Puse mis manos al frente de mis ojos. Negros. ¡No podía ver nada! A penas podía diferenciar si es que mis párpados estaban cerrados o no...

―Qué desconcertante.―murmuré.

Gateé por el suelo palpando todo lo que este a mi alcance con mis manos. Nada, nada. El suelo era tan frío, ¿ni una alfombra? Conocía este lugar a la perfección, pero Alicia siempre suele cambiar las cosas de lugar, no tengo idea de porqué. Tenía una obsesión con el orden y siempre que veía algo desorde――

―Hola.

¡Mierda!

Asustada, retrocedí arrastrándome por el suelo hasta chocar con la pared atrás mío. ¡A buena hora que lo encontraba!

Con los pelos de punta, traté de hablar, pero la misma voz de antes me interrumpió.

―¡Hola! No te asustes, mi nombre es Mirai. Mirai Fuyamoto. He venido a verte. He escuchado tanto de ti.―dijo esta voz, tan suave y femenina, que daba ganas de hacer lo que te ordene.― Me han contado que te llamas Hannon, ¿no es así?

Parpadeé, totalmente sorprendida, preguntándome como rayos alguien había entrado aquí. Que yo sepa, solo estamos Madre, Alicia y yo. Nadie más. Antes venía Víctor, pero desde que peleó con Madre, esa es historia vieja. Lo peor de todo es que no podía ver a la dueña de la voz, todo estaba negro, ¡era imposible!

No sé cómo, realmente no sé, saqué valor para hablar.

―No sé quién eres. Tampoco sé cómo sabes mi nombre, pero vete, ¡vete! Llévate el dinero que quieras, ¡que no me falta! Solo sube las escaleras, y―entonces recordé que la puerta esta con llave y que aunque tocara la puerta con todas mis fuerzas gritando por ayuda, mi madre no la abriría.―...espera a que Madre venga.

Hubo silencio. Por unos segundos, tuve la esperanza de que la voz fuera una ilusión estúpida. Tal vez lo era...lo era...

―Está bien. Esperaré aquí.

No lo era.

Escuché un chasquido y una pequeña luz enfrente mío iluminó mi rostro. Era algo tan cálido,como si cerca de mi rostro hubiera...

―¡Fuego!―chillé, arrimándome más contra la pared, totalmente atemorizada.

Al frente mío, y muy cerca, los dedos de la dueña de la voz que hace unos segundos dejó de hablar, se encendieron en fuego, iluminando casi todo el sótano. Sus dedos estaban tan cerca de mi rostro, que verlos envueltos en fuego era tan jodidamente anormal.

Genial..., murmuró por fin la jodida vocecita. Hasta qué se dignó a aparecer.

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Nota de autor:

Holiwis! Voten y comenten! El próximo capitulo lo subo AHORA.

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