Aitana
Todavía no había recibido ninguna noticia respecto al examen al que me presenté hacía varias semanas, pero en mi facultad era bastante habitual que los resultados se demorasen de esa forma. Normalmente no era algo que me preocupase excesivamente, pero esta vez sí. El examen no me salió todo lo bien que me hubiese gustado. Creo que, además de la dificultad añadida que tenía esa asignatura, el haberme peleado con Álex ese fin de semana también me pasó factura porque no podía pensar ni concentrarme en otra cosa que no fuese aquella conversación en su casa. Puesto que él no dio ningún paso para disculparse conmigo, asumí que, muy posiblemente, yo fuese más culpable de lo que creía, por lo que decidí dar yo el primer paso para reconciliarnos y le pedí perdón por todo lo que había pasado. Él me dijo que había llevado la situación a un extremo incomprensible y que estaba esperando a que me diese cuenta por mí misma de ello. Supongo que debía tener razón y yo no tendría que haber actuado de aquella manera. El caso es que, de una forma u otra, nuestra relación había vuelto a ser la de siempre y era algo que me alegraba, ya que, aunque nuestras discusiones eran cada vez más frecuentes, Álex siempre había sido una persona muy especial para mí.
El ruido de la caída de un paquete de cereales mientras estoy reponiendo en el supermercado me saca de mis pensamientos. Últimamente me distraigo aún más que de costumbre, ya que, aun pensando que era imposible, las tareas que realizo durante el día son mayores: a estudiar, ir a clase y trabajar ahora también se les sumaba la preparación y puesta en marcha de una campaña solidaria para recaudar fondos para los refugiados. Desde que hablé con aquel chico en el metro y me explicó todos los problemas a los que estas personas se enfrentaban a diario y cómo él había podido ser testigo de ello durante un voluntariado, no he conseguido sacármelo de la cabeza. Al día siguiente de haber hablado con él en la universidad lo comenté con varios de mis compañeros y, con la ayuda de algunos de ellos y tras días de trámites, pudimos poner en marcha la campaña. Al principio pensamos que iba a ser un fracaso absoluto, ya que prácticamente nadie contribuía, pero poco a poco se ha ido corriendo la voz entre alumnos y profesores y la recaudación está yendo bastante mejor de lo que esperábamos en un principio.
- Miriam, ¿te importa cubrirme un rato?
- Claro que no, Aitana. ¿Pasa algo?
- No, no te preocupes. Me duele un poco la cabeza y estoy agotada. Necesito tomar algo para no desmayarme.
- Sin problema. Pero a la vuelta tú y yo tenemos que hablar. Le estás metiendo una tralla a tu cuerpo que no es normal, Aitana. Ninguna persona normal podría con ello.
- Ya... Bueno, luego hablamos, ¿sí?
- Eso espero.
- Miriam.
- Dime.
- Que muchas gracias por todo.
- Anda, boba. Vete al cuarto a tomar algo, que no me quiero quedar sin amiga.
Una infusión. No, mejor un café. ¿o un isotónico? No, un café mejor. Tostada con mantequilla y miel, un café con leche y un ibuprofeno. En menos de media hora todo el dolor de cabeza y el cansancio que tengo ahora mismo habrán desaparecido. O eso espero. Pero la presión en el pecho y las ganas continuas de llorar no habrán desaparecido. Eso nunca desaparece, aunque ya se ha convertido en algo habitual en mi vida. Aprovecho para escribir un par de WhatsApp a mis padres para convencerles de que sigo bien, ponerme al día leyendo los mensajes del grupo de clase y mirar el correo. Diez minutos después salgo del cuarto que tenemos los empleados para comer y agradezco otra vez a Miriam el haberme cubierto en este rato. Ya no quedan más productos por reponer, así que me voy a las cajas para ir cobrando a los clientes. Tras un rato realizando mi trabajo, una niña morena con unos grandes ojos verdes llegó a la caja y se puso a hacerme tonterías mientras su padre sacaba los productos de la cesta y los colocaba en la cinta. Ese acto fue suficiente para hacerme sonreír de verdad por primera vez en lo que llevaba de día.
- ¡Qué guapa eres! ¿Cómo te llamas?
- Kala.
- Kala, deja de hacer el tonto – le dijo el padre – Lo siento, yo... ¿Aitana? Te llamabas Aitana, ¿verdad? – me dijo cuando se acercó a mí.
- ¿Luis?
- ¡Qué casualidad! ¿Trabajas aquí?
- Sí, por las tardes y los fines de semana.
- Vaya, pues yo vivo a un par de calles de aquí. Justo detrás de esta calle está la sede de la organización en la que trabajo.
- ¿De verdad? Pues ya sé donde ir cuando llevemos bastante dinero recaudado con la campaña de ayuda a los refugiados.
- ¿Estás haciendo una campaña?
- Sí, en la universidad. La verdad es que nos está yendo bastante bien. El día que me hablaste sobre los refugiados te dije que, aunque no tuviese dinero, haría todo lo que estuviese en mi mano por ayudarles.
- Muchísimas gracias, de verdad.
- ¿Y estos niños de aquí? ¿Son tus hijos?
- No, no. Pero como si lo fuesen. Se llaman Kala y Adel y son unos bichillos. Eran refugiados sirios y, de momento, los tengo en acogida. Ya llevo un año con ellos.
- Vaya...
- Lo sé... Ellos no se acuerdan de prácticamente nada de lo que vivieron allí. Bueno, Kala algo más, pero poco.
- Menos mal.
- Bueno, Aitana. Pues muchas gracias por todo otra vez. ¡Y pásate por la asociación cuando tengas un rato!
- Lo haré. Adiós a los tres.
- Adiós, Aitana. Ya nos veremos por aquí.
- Seguro que sí.
Me había encantado volver a encontrarme con Luis, aunque fuera estando en el trabajo. No sé qué tenía, pero solo le había visto dos veces en mi vida y su presencia ya me transmitía paz. Supongo que tendrá mucho que ver con la clase de persona que es. Simplemente ver lo comprometido que está con las causas sociales y cómo trata a Kala y Adel sirven para darte cuenta de que tiene que ser una gran persona. No cualquier persona joven, sin ninguna obligación se ataría a dos niños pequeños que no son suyos así porque sí. Era digno de admirar. Además, el ver a los niños y sobre todo a Kala haciéndome tonterías para que le prestase atención me ha alegrado el día, aunque también me ha recordado lo mucho que echo de menos estar con niños. Sabiendo que viven por esta zona, no dudo que volveré a verlos. Ojalá a partir de ahora pasen más por aquí.
¡Hola! Sin previo aviso, me paso por aquí porque he tenido un rato pequeñito para escribir (a las 5 de la mañana, todo sea dicho). Tal y como están las cosas en mi vida ahora mismo, ni yo misma me esperaba escribir un capítulo hasta por lo menos dentro de un mes, pero la vida a veces nos sorprende. Aunque sí que es verdad que el capítulo no es que tenga mucha chicha, pero...algo es algo. Prometo que, cuando de verdad tenga tiempo, me centraré mucho más en escribir capítulos que tengan algo de hype y chicha, porque desde el principio tengo muy claro dónde quiero llegar con la historia y cuál es la función de TODOS los personajes en ella, aunque siempre me pueden dar brotes de inspiración y cambiarla de arriba abajo, que tampoco es algo que descarte...
Dicho esto, muchas gracias a todas las personas que seguís ahí leyendo esta historia. Muchas gracias por todos los votos que recibo, aun sin publicar capítulo. Cada vez que añadís esta historia a vuestras listas de lectura me dais una alegría y me animáis a seguir escribiendo.
Una vez más, os animo a que me escribáis por aquí o por Twitter comentándome vuestras opiniones, impresiones, dudas o recomendaciones. Como digo siempre, todo es bienvenido y a mí me hace muchísima ilusión que lo hagáis. Así que, para cualquier cosa (incluso para hablar sin más), ya sabéis dónde me tenéis.
No me enrollo más, ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS A TODOS POR TODO!
Nos leemos (no sé en cuánto tiempo, pero lo haremos).
Un abrazo enorme,
@atomiant
ESTÁS LEYENDO
Los secretos de tu cuerpo
RomanceCuando somos pequeños soñamos con cómo será nuestra vida cuando seamos adultos. Queremos que el tiempo pase para que ese momento llegue lo más pronto posible, pero un día te das cuenta de que el tiempo ha pasado y no todo es tan bonito como siempre...