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A través de la ventana, veía como el cielo comenzaba a teñirse de rosa y las nubes se convertían en algodón de azúcar. Fue la llamada de mi tía lo que me sacó del ensimismamiento, dándome cuenta que al fin había terminado de empacar, Con dos maletas y una mochila, bajé las escaleras, y fui hasta la cocina. Sonreí; me estaba esperando. Miré al comedor Había un sándwich y una nota que decía: «Te extrañaré, pequeño.»
—Son sólo vacaciones de verano —le dije al tiempo que le abrasaba. Su melena azabache me hizo cosquillas, y en mucho tiempo, fue el abrazo más largo que nos habíamos dado —.
—Lo sé, es sólo que... —su voz flaqueaba, mientras me miraba con una triste sonrisa —Te echaré mucho de menos, Tyler —.
Era obvio, no tenía hijos, yo era su todo, y, para ese entonces, ella también era mi todo.
—También te echaré de menos, tía— respondí acariciándole la mejilla, que cubría bien con maquillaje —.
—Prométeme que llamarás si ocurre algo, o si quieres volver... —Sus ojos eran impasibles y su voz sonaba ansiosa —Tú boleto de avión es de ida y vuelta, así que... —.
—Tía Maddy —la interrumpí —Estaré en un aburrido pueblo con el abuelo Bob —Dije para calmar su ansiedad, era cierto, pero tenía ganas de irme ya, necesitaba paz mental —Serás la primera en saber si algo pasa, ahora, comeré tu exquisito sándwich mientras llega el tío Richard ¿vale?— Me miró con dulzura.
—Sí, sí. Tienes razón... ya vuelvo —Me dijo abriéndome la silla del comedor y no sin antes acariciarme el pelo —.
Me senté y saboreé el exquisito sabor de la mantequilla de maní y la mermelada de arándanos juntándose en mi boca, mi tía era una diosa en la cocina «esto también lo extrañaré», pensé suspirando. Tía Maddy volvió a los diez segundos, con un paquete largo en las manos, me lo extendió y yo me asombré.
—¿Qué es eso? —pregunté, al tiempo que lo recibía, era un poco pesado y parecía metálico —.
Ella se mordió el labio, pero sonreía —Pues ábrelo —Me dijo, intentando ocultar su emoción —.
Aparté la cinta, quité el papel y lo descubrí —¡No puede ser! —Dije con la boca abierta —Tía Maddy... no... —era un telescopio, joder, sí. Un telescopio.
—Mereces esto por haber aprobado con las mejores calificaciones ¿creíste que lo iba a pasar por alto? —no podía evitar su sonrisa de orgullo —.
—¡Gracias Tía! —dije abrasándola nuevamente, ¡qué genial! —.
—Estoy totalmente orgullosa de ti —dijo mirándome con los ojos brillantes —Hablo en serio, eres tan especial... — sus palabras me tocaron el alma, sentí que me ruborizaba.
En ese instante la bocina del tío Richard resonó y tía Maddy ayudó con mis maletas —.
—Gracias por el sandwich tía, te echaré mucho de menos y gracias aún más por el telescopio — le dije ya dentro del auto —.
—Date las gracias a ti, por haber sido tan paradigmático — Me dijo sonriendo —Y con respecto al telescopio... necesito que observes las estrellas desde el lago Flathead, y ya luego me contarás qué tal ¿vale? —.
—Por supuesto —Le dije besando su mejilla mientras el tío Richard encendía el motor —.
—El vuelo sale a las siete treinta, partiendo ahora llegaremos temprano y podrás elegir un buen asiento —dijo el tío Richard —Tía Maddy y yo asentimos —.
—¡Te quiero mucho, cuidate!— Gritó mi tía cuando nos pusimos en marcha, al tiempo que nos despedíamos con la mano y nos encaminábamos a la carretera —.
El sol ya había desaparecido, la noche comenzaba a nuestro alrededor y el tráfico era moderado en la autopista, un poco raro en Seattle.
—¿Emocionado? —preguntó el tío Richard, mirándome por el espejo retrovisor —.
—Sí, supongo —respondí, a pesar de todo, el tío Richard no terminaba de agradarme. solía maltratar a la tía Maddy.
—Ya veo ...— contestó aún mirándome —.
Notaba su mirada —¿Qué? —la palabra salió antes que pudiera detenerla —.
—Nada... — Exclamó desviando la vista, pero rió entre dientes — Felicidades por tus calificaciones... —Prosiguió— ¿Por qué celebrarlo yendo tan lejos y no pasarlo acá con tus amigos? —me preguntó —.
—No lo sé, creo que tantos apuntes, exposiciones, libros, cines, teatros... quizá necesite esto... —La mitad de todo eso era mentira porque 1. Jamás me cansaría de los libros 2. La tarea no me abrumaba, ya que no tenía amores en los que pensar ni amigos a los que ayudar, todos eran imbéciles, por lo que supongo que 3. no iba realmente a cines ni teatros porque siempre andaba sólo.
Así que, quizá si necesitaba irme a Montana; para estar en un lugar que concordara con mi estado de ánimo. Mi respuesta pareció confundirlo un poco, supongo que no lo entendía. El tío Richard, sólo sabía los prólogos de mi vida: Me adoptaron legalmente porque papá huyó de casa y mamá murió en un accidente cuando yo era pequeño; no me gustaban las niñas; era un sabelotodo y tía Maddy me quería mucho. Ni se imaginaba lo complicado y abrupto que era todo aquello para mí. Solía estar en una búsqueda constante, de mí, de cual era mi posición en el mundo. Pero en esos 16 (casi 17), años de edad, no lo había logrado. En su lugar había obtenido certificados por un promedio académico sobresaliente, comentarios homofóbicos de todo el instituto, visitas a psicólogos que sólo me causaban ganas de estrangularlos y sí; incluso un sacerdote, a ése no quise estrangularlo, era tan compasivo que sólo daban ganas de quedarte dormido. En aquellos tiempos, era difícil para mis tíos asimilar que yo era homosexual, era un total infierno. Pero con el tiempo, fueron cambiando las cosas.
Llegamos al aeropuerto de Seattle al fin. El tío Richard me dió instrucciones de último minuto antes de que pasara por el detector de metales:
—Aterrizarás en el Glacier Park International Airport, en Kalispell, el abuelo Bob te esperará ahí —.
—Vale —le respondí, ya había ido a Kalispell, pero era muy pequeño en ese entonces—.
—Pasala bien —terminó al fin, en un momento de indecisión me abrasó, sin dudas el abrazo más torpe e incómodo que haya dado —.
Minutos después me reuní con Martha, una anciana cariñosa que era amiga de mi abuelo, ella sería más o menos mi representante y responsable en el viaje; aunque más cuidaría yo de ella que al revés. Me entraba el pánico de sólo pensar que podría darle un infarto al despegar el avión.
Efectivamente, fui uno de los primeros en abordar. Lissy, era el nombre del avión; opté por sentarme en la ventana, en uno de los últimos asientos dobles a la derecha. Estábamos en segunda clase, alrededor había Turistas, hombres maduros con su familia y un par de chicos que, a decir verdad... mmm... En fin, me senté, rechacé los servicios de la despampanante Aeromoza y bebí de mi agua mineral. Saqué mi ejemplar de Doña Barbara; una novela célebre del venezolano Rómulo Gallegos que, a decir verdad, está muy buena. El lío es de una mujer muy víbora que soborna a todos con dinero para ganar tierras y cosas así. Odia a los hombres porque la violaron de joven, me está intrigando. Intenté concentrarme, pero mi ansiedad crecía: todo el verano en un pueblo del que muy poco recuerdo, y peor aún, dónde no conozco a nadie. Decidí no darle muchas vueltas, dejé todo en manos del universo; quizá allí, entre el silencio sepulcral, las hamburguesas y el frío, las estrellas brillarían para mí.
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Amor de atardecer
RomanceTyler ha estado en una constante búsqueda, de quién realmente es y cuál es su posición en el mundo. Sin amigos, mortalmente aburrido y tras un lapso escolar sobresaliente, decide ir a Bigfork a pasar las vacaciones de verano con su Abuelo. Obseso...