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-Mark- le llamó su abuela, viéndole desde el retrovisor. El nombrado puso su atención en ella -Tu abuelo y yo pensamos que lo mejor sería que vivieras con nosotros, para evitar que vuelvas a querer... suicidarte- dijo con dificultad, sintiendo un nudo en la garganta.

-¿Eh? No, yo no quería suicidarme, lo prometo- aclaró por cuarta vez el pelinegro -En serio pensaba que estaba soñando, les estoy diciendo que estaba hablando con un fantasma, ¡Un fantasma! Y no estaba asustado, creí que dormía.

-Mark, eso es una completa mentira- habló la mayor -Prefiero que digas que te aventaste por voluntad propia a que me digas tan despiadadas mentiras.

-En serio, no me quise suicidar, estaba viendo un fantasma, lo juro- habló cabizbajo, con su tono bajito y un leve puchero en sus labios, ¿Por qué nadie le creía? Bueno, nadie excepto ese chico castaño de su departamento.

-Tus mentiras ya te llevaron a romperte una pierna- dijo esta vez su abuelo -No queremos que te pase algo más grave que una pierna rota.

-No volverá a pasar, lo prometo, solamente créanme y déjenme vivir solo- suplicó Mark -Se los pido.

Los mayores se miraron y no bastaron palabras, ambos asintieron; le darían una oportunidad más al menor de vivir solo.

[...]

-¿Quieres que me quedé a ayudarte pequeño?- preguntó su abuela, adentrando al menor en silla de ruedas.

-No abuela, ¿Recuerdas cuándo de pequeño me rompí la otra pierna?- rió por la ironía, ahora tenía la otra rota -Me las arregle para hacer todo por mi cuenta mientras... mis padres no me ayudaban- sonrió con mucha amargura y tristeza.

-Ok, cuídate mucho. Vamos a venir en unos... ¿Dos días?- la mayor miró a su esposo y éste asintió -Sí, en dos días cariño.

-Claro- sonrió. Sus abuelos le dieron un fuerte y sonoro beso en su frente y se fueron.

Con todas sus fuerzas condujo la silla de ruedas hacia el interruptor, no le gustaba tener tan oscuro el departamento, le daba una mala sensación.

-Al fin regresaste- escuchó no muy lejos de él. Hizo una mueca y se volteó.

-¿Otra vez tú?- el castaño sonrió y asintió.

-¿Ahora me crees? ¿Ya aceptas que ves fantasmas?- Mark suspiró y asintió.

-Sí, creo que ya son suficientes pruebas... no puedo seguir negándolo.

-Pero fue muy tarde, mírate nada más- se acercó más al pelinegro -Tienes una pierna rota.

-Tsk, no importa- se volteó a un lado, queriendo apartar su mirada de la del castaño.

Mark comenzó a mover la silla de ruedas hacia el sillón, el castaño le miraba atento.

-¿Quieres ayuda?- el pelinegro negó, así que se encogió de hombros y desapareció.

Con algo de dificultad Mark se desplazó de su silla de ruedas al sillón, evitando pegarse en la pierna con yeso. Cuando lo logró, suspiró cansado, echando su cabeza para atrás, cerrando levemente sus párpados.

-¿Ya estás mejor?- y de nuevo aquella chillona voz. Abrió lentamente sus ojos, encontrándose con el par de ojos color café brillando mientras le veían. Mark gruñó y se alejó del chico fantasma.

-¿Por qué no te vas de mi departamento? Eres un fantasma, nadie te ve, ve a hacer cosas como asustar a la gente, algo no sé- bufó el pelinegro.

-¿En verdad crees que los fantasmas no la pasamos asustando a la gente?- Mark se encogió de hombros, la verdad aquello le daba bastante igual, sólo quería que el chico se fuera -Estás muy equivocado, los fantasmas no la pasamos haciendo o intentamos hacer aquellas cosas que dejamos pendientes antes de morir.

Ángel fantasma ψMarkHyuckψDonde viven las historias. Descúbrelo ahora