Es sábado a media tarde y han pasado tres semanas desde mi visita a la señora Jeon.
Y tres semanas desde que vi a Jungkook por última vez.
Estoy sentada en Stanley's, la cafetería, con Jimin y Luna. En la mesa, frente a mí hay una taza de café negro ya que, por curioso que parezca, me ha empezado a aficionar a la mezcla un tanto insulsa que preparan aquí.
— Bueno, ¿cómo vas? —pregunta Jimin.
Me encojo de hombros y hago un esfuerzo por mostrarme optimista. Lo cierto es que, salvo que Jungkook ya no aparece en mis sueños, mi vida en este pueblo resulta mucho más apetecible; lo mismo que el café de Java que sirven en Stanley's.
Es extraño, pero haber cruzado medio país para mudarme, haberme alejado de todo lo relacionado con Jiyu, ha provocado que la sienta más cercana que nunca. Ayer mismo, en la cocina, mientras batía el mousse de caramelo, sin querer mencioné el nombre de Jiyu delante de mis padres -mi hermana y yo solíamos discutir siempre acerca de cuál de las dos lamería la cuchara, el cuenco, e incluso las gotas que se habían derramado- y ninguno me regañó. Se limitaron a intercambiar una mirada y, aunque no me jugaría la vida por ello, me pareció vislumbrar un amago de sonrisa en los labios de mi madre.
Para ella -para ellos dos- es una avance increíble.
Luego, hace unas dos semanas y media, abrí el armario para mirar los patines, para verlos por primera vez en cinco años: blancos, con tiras rojas en los laterales, cordones rosa brillantes y un arañazo en la punta que hice al efectuar una pirueta.
Los saqué y los dejé afuera, junto a mi escritorio, con el fin de tener que mirarlos todo el tiempo. Transcurridos un par de días, el nerviosismo desapareció y se convirtieron en unos simple patines. Nada más. Así que acabé por donarlos a Goodwill, la organización benéfica, y opté por mantener el recuerdo de mi hermana acordándome de nuestras sesiones de cocina cuando preparábamos mousse de caramelo y las veces en las que, con mantas, móntabamos fortines debajo de la mesa de comedor.
— Tienes un mejor aspecto —comenta Luna, cambiando de sitio uno de los numerosos pasadores que adornan su cabello—. Empezaba a considerar seriamente la necesidad de organizarte una intervención estética.
— Vaya, gracias —respondo, volviendo a la vista a mi reflejo en el espejo situado en la pared, a su espalda. Ahora que duermo con regularidad, ya no parezco un zombi andante. Ya no existen las venas rojas que empañaban mis ojos (color de ojos). Le dije adiós a ese cutis pálido y agotado. Y me atrevo a decir que mi piel se ve radiante comparada con la de hace un mes. Igual que mi cabello: ya no tengo esos apagados mechones (color de cabello) que colgaban sin vida a ambos lados de mi rostro; ahora tienen volumen; eso sí, sigue muy despeinado.
— Entonces, ¿podemos dar por hecho que en tu casa ya no hay fantasmas? —Jimin sonríe, dejando al descubierto el adorable hueco entre sus dos incisos centrales.
— Yo no diría tanto —respondo mientras bajo la vista hacia mi muñeca, donde por fin la magulladura se ha curado—. Verás, cuando menos me lo espero, percibo una señal de él. Una vibración, una sensación, un rastro a olor a especias.
Como el otro día, cuando me estaba despertando: podría haber jurado que me agarraban de la mano. Y unos días antes, mientras me vestía, me pareció vislumbrar un palo de hockey apoyado en la pared. Pero al volver a mirar, había desaparecido.
— Así que sigue rondándote —dice Jimin, tratando de dejar las cosas claras.
— Supongo que, de alguna manera, siempre lo hará.
— Es alucinante —Luna agarra un sobrecito de azúcar y comienza a abanicarse con él—. ¿ No tendrá por casualidad algún amigo muerto?
Suelto una carcajada al tiempo que me pregunto si Jungkook me está observando en este instante, si es feliz dondequiera que se encuentre.
Y si me echa de menos, como yo a él.
— Deberías salir en uno de esos programas de fenómenos paranormales —dice—. Ya sabes... de esos donde los videntes ayudan a resolver crímenes y cosas así.
— No soy lo que se dice vidente.
— Bueno, ¿y como lo llamarías? Comunicarse con los muertos no es algo muy común, me parece a mí, y no digamos tener relaciones con uno de ellos. Por cierto, ¿qué tal?
Esbozo una amplia sonrisa al acordarme. Y al acordarme de él. De muestro último beso juntos al lago, nuestros dedos entrelazados, nuestros labios fundidos.
— Estuvo bien, ¿eh? —prosigue Luna, y me guiña un ojo—. Necesito encontrar un fantasma, ¡ya!
— Tienes razón —interviene Jimin—; nadie que tenga pulso estaría dispuesto a salir contigo.
Mientras se siguen lanzando pullas, me reclino en el asiento y siento una inesperada calidez en la palma de la mano.
Y me vuelve el aroma a manzanas con especias
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Como otro mundo | J.Jungkook
FanficSiento un dolor en mi muñeca. Enciendo la lámpara de noche y contemplo la marca. Pronto será otro cardenal; es una hematoma que cubre la parte superior de mi muñeca y se prolonga hasta la parte inferior. Tomo el bolígrafo que está sobre la mesita de...