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Al día siguiente, a la hora de almuerzo, en lugar de sentarme sola, me encuentro flanqueada por Luna y Jimin, lo que desde luego es una ventaja

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Al día siguiente, a la hora de almuerzo, en lugar de sentarme sola, me encuentro flanqueada por Luna y Jimin, lo que desde luego es una ventaja. Atropello social aparte, necesito con urgencia algo que me distraiga. No puedo dejar de pensar en el sueño de la noche anterior.

Ojalá existiera alguien a quien pudiera contárselo todo, pero es como cuando murió mi hermana. Entonces traté de explicar lo que sentía, lo que sabía a ciencia cierta que había ocurrido; pero nadie me entendió.

¿Cómo iban a entenderlo?

Es imposible encontrar sentido a algo tan absurdo como la visión de mi hermana Jiyu, con su uniforme de girl scout, el que siempre se empeñaba en llevar puesto para ir a las ventas de pan, o de galletas, a las reuniones de tropa o, sencillamente, para andar por la casa. Llevaba seis meses en coma.  

Así y todo, aquel día la vi. Abrió la puerta de entrada de nuestra casa, atravesó el cuarto de estar para darme un beso de despedida y luego desapareció sin pronunciar una sola palabra.

Supe que lo que acababa de ver era un fantasma. Supe que había muerto. Cuando intenté decírselo a mi madre, se desplomó de rodillas en el suelo, negándose a creerme, y me acusó de cruel e insensible por inventar una mentira tan espantosa. Pero no habían transcurrido ni cinco minutos cuando mi padre llamó desde el hospital y no lo comunicó: Jiyu había fallecido.

Jimin me acerca un cuenco lleno de papas fritas en forma de zigzag cubiertas de salsa de mayonesa con especias.

— ¿Quieres un poco? —me pregunta.

Luna frunce el entrecejo ante la invitación.

— ¿En serio quieres provocarle náuseas el primer día de almuerzo con nosotros?

— Pues yo creo que tienen muy buena cara —respondo.

Da la impresión de que Jimin le agrada mi comentario. Su sonrisa se amplía y deja a la vista el diminuto -y adorable- espacio entre sus incisivos centrales.

— Supe desde el principio que esta chica tiene buen gusto.

Terminamos intercambiando comida como lo hacíamos en la primaria —unas cuantas de sus papas fritas por un par de mis tallos de apio rellenos de crema de cacahuate—. Entonces, Jimin sugiere que salgamos los tres juntos este fin de semana.

— Luna y yo podemos llevarte a recorrer el pueblo —propone.

— Tardaríamos unos cinco minutos —bromea ella, al tiempo que echa una ojeada al moretón de mi muñeca.

Tiro de la maga para taparlo, y luego elevo los pulgares como señal de que me apunto al plan. Terminamos quedando el sábado por la tarde. a las siete. Jimin se ofrece a recogerme y es entonces cuando se enteran de mi dirección.

— ¿Estás bromeando? —se sorprende Luna ahogando un grito y a punto de escupir su batido de fresa—. ¿Vives en la casa del baño de sangre?

—¿De qué estás hablando?—dejo de masticar momentáneamente.

—Nada del otro mundo —interviene Jimin en un esfuerzo por restarle importancia al asunto—. Ya sabes, cosas que pasan en los vecindarios...

— ¡Un baño de sangre! —explota Luna—. ¿Es que el de la agencia inmobiliaria no les contó la historia de la casa?

Niego con la cabeza mientras me ponen al corriente. Asesinaron allí a un chico de diecisiete años. La policía encontró al cadáver en el cuarto de baño. Lo mató el novio de su madre.

— Por lo visto, fue un golpe en la cabeza —explica Jimin—. El novio lo golpeó con una palanca metálica y fue a aterrizar en la bañera de hierro fundido.

— De ahí el baño con sangre —apostilla Luna.

— Qué encantador —comento yo con algo de sarcasmo, pensando en el chico de mis sueños. Tiene una hendidura en la frente.

— En serio —prosigue Luna—, no sé cómo puedes dormir por las noches. Dicen que la casa estás encantada.

— En realidad, por las noches no pego el ojo —respondo mientras siento que el estómago se me revuelve—. Es decir, casi nunca.

— Pues ahí tienes la explicación  —concluye ella—. Verás, lamento ser desagradable, pero estás acumulando unas buenas bolsas debajo esos ojos, y no son precisamente Louis Vuitton.

— No, qué vas a ser tú desagradable—Jimin exhala un suspiro.

Luna me entrega una barra correctora de maquillaje mientras aclara que es "de las buenas" y que la usa sólo después de sus maratones de estudio por la noche.

— Por eso está sin estrenar —comenta Jimin.

Mientras continúan lanzándose pullas me recuesto en la silla, tratando de reprimir el impulso de vomitar las papas fritas allí mismo.

— ¿Te encuentras bien? —pregunta Jimin, que debe de notar mi palidez de mi semblante.

— Oye, no irás a marearte ahora, ¿Verdad? —bromea Luna—. Solo faltaba que vuelvas el estómago en la salsa de pato.

— Tengo que irme —anuncio, al tiempo que me levanto de la mesa. Agarro mis libros y salgo de la cafetería a la velocidad de un rayo, renunciando al corrector de Luna, pues salta a la vista que voy a necesitar algo más que maquillaje para solucionar lo que está ocurriendo en mi casa.

Y en mis sueños.

Y en mis sueños

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Como otro mundo | J.JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora