Capítulo 2: Jueves

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Lorenzo abrió la puerta, mochila en el hombro.

—Lorenzo, ¿no vas a desayunar?— Francisco salió de la cocina— El almuerzo ya está. Diego tuvo que salir de improviso.

—No, voy a irme en camión— Lorenzo dudó. No le gustaba despreciar la comida de Francisco. O que se sintiera mal.

Lorenzo no se despidió, cerró la puerta.

—¿Qué carajos fue eso, Lorenzo?— Zoé lo jaló de la mochila. Zoé podría medir menos de un metro con cincuenta centímetros, pero era amenazante.

—¿Nada? ¿Me querés ver la cara de estúpida?— Zoé se cruzó de brazos.

—Solo quiero que se sientan como yo. No me escuchan.

—Tenés razón, pero para eso existen las palabras. ¿No podés hablar con ellos? Papá casi llora.

Lorenzo le daría una disculpa cuando entiendieran cómo se sentía. Al oír lo que Zoé dijo, el corazón de Lorenzo se encogió.

—Lo haré, ¿está bien?

Zoé asintió, satisfecha. Subieron al camión. Durante el transcurso, Lorenzo no pudo quitar los ojos tristes de su papá de su mente.

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En silencio, Gabo le dió indicaciones. El olor de los orines le daba asco. ¿Cómo Gabo podía soportarlo? Era un misterio.

—Acá está una lista de los números de celda que podés lavar, hay algunos perros que son agresivos y territoriales, de esos me encargo yo.

Debido a lo ensimismado que estaba con el tema de Francisco, Lorenzo ni se había percatado del acento de Gabo.

—¿Eres argentino?

Gabo lo miró como si le hubiese crecido una cabeza extra.

—Nah. Soy más mexicano que el chile— Lorenzo unió las cejas— Obvio. ¿No me digás que acabás de notarlo?

Además de un listillo, era sarcástico.

—No le pongo atención a lo que no me importa— Lorenzo se defendió. Tal vez, Francisco conectó con su estudiante porque ambos tenían la misma nacionalidad y podían compartir charlas amenas. El peso en sus hombros era más rígido.

—No es culpa de Francisco. Quiere lo mejor para vos. Y si no lo hace de la mejor manera, al menos trata. No te enojés con él, o te van a salir arrugas— Gabo lo leyó con facilidad.

Sin pensarlo, Lorenzo llevó sus manos a su frente y al final de los ojos. Arrugas, ¿no era joven para eso?

—Te ves como un chico decente. Te imaginé con el cabello en punta y un chaleco de mezclilla con estoperoles, las uñas pintadas de negro y botas de trabajo.

—No me jodas. Esos eran los matones en películas de los 90’s— Lorenzo se rió. Gabo ya no le parecía tan nefasto como el día anterior.

Gabo bajó la vista. Francisco olvidó mencionarle que Lorenzo tenía una risa bonita o que sus ojos sonreían con él. O que le parecía tierno que aún en su contra, estaba dando su mayor esfuerzo. O que… No, Gabo pensó y detuvo el tren de pensamientos, el cual se estampó en su mente y provocó un caos.

—Supongo que tienes razón. Pero...— Lorenzo estuvo a punto de descocerse emocionalmente— Nah, olvídalo.

—¿Pero qué? Podés decirme.

—Nu-uh. Vas a ir con el chisme.

—Poneme a prueba.

Lorenzo negó. Le gustaría contarle, si, pero no estaba listo. El día anterior, Gabo ni siquiera pasaba por su mente.

5 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora