Recuerdo las tardes en San Juan, volviendo de la escuela. Bajarme del colectivo y caminar lento, sin pensar en nada, mirando cada cosa que me rodeaba. Y perder la mirada en las montañas.
En esta tarde de otoño he recordado mi infancia. No solo porque el clima gris y frío me provoca sentimientos encontrados de serenidad y nostalgia. Sino porque me siento como aquella niña, que se había crecido mirando las princesas de Disney, aquella que anhelaba un amor como el de ellas. Una persona por quien valga la pena darlo todo, ese que te quita el hambre, el sueño y se instala en tu mente a dar vueltas todo el día.
Después de todos estos años esa parte en mi se había marchitado. Nunca pensé reencontrarme con la princesita que vive anhelando el verdadero amor. Todo había perdido la magia y solo conocí relaciones tóxicas que no hicieron más que explotar todo lo bueno en mí, hasta dejarme gris, vacía, indiferente a la vida. Siguiendo hacia adelante por inercia.
Hoy me encuentro recordando esa infancia porque vuelvo a sentirme así. Me siento llena de luz, hay alguien habitando en mi mente. Se pasea por mi cuerpo despertando sensaciones que creí perdidas, encendiendo todas las luces de mi interior, despejando cada sombra del pasado.
