Ya descansado y con las fuerzas recuperadas, como de costumbre luego de regresar de la recolección, encendió la pequeña estufa hecha de ladrillos que se situaba en uno de los rincones de la casa, acercó la vieja y querida silla de mimbre y con el fuego ya encendido tomó la voluptuosa mochila para colocarla entre sus pies y así comenzar muy apaciguadamente a retirar los objetos que había podido recolectar. Si bien en el momento de encontrar los objetos les había echado un vistazo, no contaba con el tiempo suficiente como para analizarlos detenidamente ya que el exterior podía llegar ser mas peligroso de lo que cualquiera podría imaginar. Un segundo de mas alla afuera se podía convertir en un verdadero peligro. Mientras el fuego hacia su trabajo calentando aquellas manos ardidas a causa del frío, comenzó a revisar más detenidamente cada uno de los objetos encontrados, lo primero en notar al deslizar el cierre de la mochila fue una olla aparentemente bastante nueva, la tomo y examinó de todos los ángulos posibles, con un rostro que ilustraba la curiosidad, como cuando un gato ve algo que le llama rotundamente la atención. Sujetándola con una mano para poder tener un buen ángulo, balanceaba su cabeza junto con sus ojos de lado a lado buscando un defecto en aquella vajilla que parecía no haber sufrido el poderío de las bombas, y por mas que la examinó de arriba a abajo no encontro ningun tipo de daño en ella. Era una perfecta olla la cual le serviria para cocinar el alimento que dispusiera, si bien contaba con una, a esas alturas estaba bastante vieja y desgastada por el fuego. Luego de retirar la mayoría de los objetos que se encontraban en el interior de la mochila, percatandose de que muchas de las cosas no valían la pena y que últimamente se estaba convirtiendo en un acumulador de baratijas, apoyó las manos en las rodillas para impulsarse y erguir su cuerpo perezosamente e ir hacia la parte trasera de su casa, donde en una discreta huerta las cosechas hacían un esfuerzo inigualable para intentar sobresalir de una tierra tristemente desgastada y casi infértil. A pesar de todo, Mark podía sacar provecho de sus plantíos debes en cuando, si bien el suelo había quedado con muy pocas posibilidades de poder hacer crecer algo, donde él habitaba las eventualidades de que algún vegetal diera sus frutos no estaba extinta, esto era por una simple razón, la humilde pero firme y resistente residencia estaba ubicada en uno de los poblados más alejados del lugar donde impactó una de las veinticinco bombas nucleares.
Luego de revisar algo preocupado los escasos esfuerzos de la huerta, con la intención de regarlos se dirigió hacia el tanque donde recolectaba el agua de lluvia. Camino lentamente y desganado hasta el inmenso tanque galvanizado que se ubicaba en una de las esquinas del reducido fondo de la casa. Fue allí cuando se percató como uno de los muros de mas de dos metros de altura que rodeaba el lugar poseía una grieta no muy extensa pero llamativa a sus ojos. Mark era un ex constructor de casas el cual sabía muy bien que esa simple grieta con el tiempo podría terminar con el derrumbe del muro en su totalidad. Su pequeña casa del pueblo de Silverstone fue la única en mantenerse en pie luego de los impactos. Aunque las ondas magnéticas de las bombas arribaron en magnitudes muy débiles al pueblo, fueron capaces de desmoronar casi todas las construcciones, salvo unos pocos muros de hormigón sólido. La casa había sido fabricada desde un principio por el mismo Mark, como una sencilla pero resistente construcción. Su profesión de constructor lo había llevado a conocer cada material, desde el mas debil hasta el mas fuerte, y siendo un tipo extremadamente precavido a los desastres climatológicos, los cuales eran algo frecuente por esos lados, decidió construir un lugar el cual perdurará en el tiempo y al mismo tiempo protegiera a su familia de cualquier tipo de eventuales catástrofes. El pueblo había quedado en ruinas luego de los impactos, las humildes casas de madera habían colapsado como si las hubieran introducido en una licuadora gigante, los techos y las paredes se habían desmoronado en segundos aplastando a las familias que aún se encontraban dentro. A pesar de todo, este fue uno de los lugares menos damnificado por las bombas, lo que verdaderamente fue un hecho milagroso para el futuro de la vida de Mark, que por mas fuerte que su casa hubiera estado construida desde sus cimientos, claramente esta no hubiera soportado el impacto medianamente cercano de una bomba nuclear.
La puerta de acceso al pequeño fondo no era tan segura como la de la entrada principal, pero aun asi podia aguantar una embestida importante sin que se le moviera un tornillo. La casa contaba con varias ventanas las cuales Mark se había encargado de sellar fuertemente por temor a la visita imprevista de algún extraño en busca de hacerse de sus pertenencias o peor aún, de arribar su casa con la intención de convertirla en su nuevo refugio, en un mundo donde lo devastado se hacía notar. La ciudad principal o mejor dicho lo que quedaba de ella, la misma que fue en su momento la ciudad más concurrida por los residentes del pueblo y de los balnearios próximos, había quedado en ruinas totales. El ancho y anteriormente cristalino río Turner que atravesaba por debajo del extenso puente que comunicaba dicha ciudad con una vecina, se encontraba prácticamente desbordado, dado la cantidad de escombros y restos de la urbanización, los cuales tapaban por completo su desagüe. El agua era una perfecta eminencia de contagio de diferentes tipos de enfermedades, una acuosidad grisácea densa en polvo era la que transitaba de lado a lado entre los variables tipos de residuos que se descomponian dia tras dia en aquel pobre y antiguo reflejo del anteriormente majestuoso río.
Casi todas las edificaciones que en su momento eran desde centros estudiantiles, oficinas de correo, o de diferentes empresas, los perfectos e imponentes edificios de gigantescas ventanas de vidrio y las lujosas e inmaculadas mansiones construidas por los mejores arquitectos, no eran mas que vestigios de una pasada urbanización. Prácticamente todo se encontraba desmoronado formando enormes montañas de escombro y de dichas montañas sobresalian algunas que otras vigas fundidas, lo que indicaba que ese sitio anteriormente estaba ocupado por un edificio de grandes dimensiones. Por otra parte, los coches que estaban estacionados frente a las casas y los que estaban en movimiento al momento de los impactos podían estar a varios kilómetros a la redonda respecto a donde estaban anteriormente. Plena ausencia de árboles, de vegetación en su totalidad, y mucho menos imaginar que algún animal asomara supresencia por allí. La vida silvestre era un vago recuerdo que había desaparecido en cuestión de segundos. Nada que estuviera vivo podría ser visto, excepto algún que otro marginado vagabundo y aturdido sobreviviente que al igual que Mark continuaba resistiendo en el silencio de una ciudad muerta donde el oxígeno que aún restaba pesaba en los pulmones y donde invadía la vista los tintes grisáceos de aquellas enormes montañas de escombros que ocupaban la superficie por todas partes. Los vivos buscaban la manera de continuar sobreviviendo, caminando por calles ruinosas que parecían los mismísimos pasillos a la puerta de un infierno eternamente devastador.
Un grueso muro de hormigón macizo de imponente altura junto con un portón de acero que contaba con una lámina de aluminio soldada, era lo que delimita la casa de Mark de las peligrosas e infernales calles. Todo el perímetro contaba con altos muros los cuales impedían que cualquiera lograra echar un ojo hacia el interior del pequeño recinto. El peligro acechaba en cada rincón, desde densas olas de radiación que se extendían a lo largo del cielo, la carencia indispensable de sitios que se podrían llegar a usar de resguardo, un terreno increíblemente disparejo debido a los infinitos derrumbes, volviéndose terriblemente hostil hasta para el caminante mas hábil y cuidadoso, hasta otros sobrevivientes, los cuales podían significar una amenaza terrible, ya que los valores humanos se habían extinto al igual que casi toda la naturaleza. Pudo haber sido en su momento un planeta donde su civilización al amanecer se obsequiaba los buenos días, pero las cosas habían cambiado al punto que para continuar con vida se podía llegar a cometer cualquier acto de crueldad sin ningún tipo de remordimiento, no había piedad que valiera, no existía la compasión del uno por el otro, la hermandad entre humanos se había perdido por completo, y la sociedad que aún restaba en medio de la miseria había enfermado de temor, odio y desesperacion asi como tambien casi todo el planeta tierra había enfermado al punto de estar prácticamente muerto.

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The Jubs
Khoa học viễn tưởng"The Jubs". El mundo como antes se conocía se ha vuelto un planeta catastrófico y repleto de hostilidad luego de la llegada de seres de otro planeta. Lo que resta del planeta está bajo el poder de un nuevo régimen. Mark es un simple sobreviviente d...