Szilard le explicó a Katherina que en el plano donde se encontraba nadie duerme, ni descansa, por lo tanto nadie sueña, de modo que lo que había visto debía de haber sido real.
—Estaba desmayada, eso es como dormir ¿no? Entonces sí pudo ser un sueño.
—Tu cuerpo vivo sucumbió al castigo de Rowan, pero créeme cuando te digo que no pudo ser un sueño. Dime que fue lo que viste. —Pidió con curioso interés.
—Me encontraba en un campo de flores, era joven otra vez, vi un lago, tomé un lirio y al tenerlo en mis manos... de repente me encontré en... el centro del universo... —Dijo Katherina cada vez más despacio, escuchando su voz y apenas creyendo lo que decía. —Eso no pudo haber sido real, tuvo que ser un sueño.
—¿Cómo sabes que donde estuviste fue el centro del universo? —Preguntó sin burla ni retórica.
Katherina guardó silencio ante la pregunta, ya que en realidad ni ella misma sabía como podía afírmalo.
—No lo sé, pero algo dentro de mí me dice que era ahí donde estaba.
—Katherina, estuviste en ese campo, viste el centro del universo, estuviste el lugar donde nace la vida, y las que escuchaste rezar fueron las Estrellas Cero, ellas te dieron eso. —Dijo apuntando al brazalete que la mujer portaba. —Lo crearon para ti, te han dado una parte de ellas. —Entonces Katherina se sintió presa del miedo y trató de quitárselo para solo darse cuenta de que era imposible, como fundido a su piel. —Ni siquiera te esfuerces, si ellas te lo dieron solo ellas pueden quitártelo.
Szilard pensaba en todo lo que estaba aconteciendo, todo era tan excitante como inaudito, pensaba en como una mujer viva pudo incursionar en el plano de las sombras y como las había perturbado, en lo inquietante que eso era y aún más que ella recibiera los favores de las Estrellas Cero, aquellas de las que había oído desde siempre de la boca de Rowan y esas que llegó a pensar que eran tan solo delirios de la misma.
Mientras Katherina miraba con aprensión las manos negras de Szilard recordando el terrible tacto de las de Rowan y el daño que le ocasionaron. En un momento dado el guardián se dio cuenta de cómo la mujer lo observaba.
—Todos somos castigadores, todos podemos hacer daño, esta sustancia que cubre nuestras manos es la misma que corre dentro de nosotros y es la misma que es capaz de desmoronar a las almas con solo rozarlas, —Dijo observando sus propias manos con detenimiento. —también pueden ser tan indefensas como las tuyas, todo depende de las intenciones del guardián. Tu eres una mujer viva en un plano de sombras, donde la vida es algo que se debe abandonar para llegar aquí; Rowan quería herirte, ella se divirtió saboreando la intensidad de tu sufrimiento, pero yo no quiero dañarte.
—¿Por qué? —Indagó ante tal declaración.
—No lo sé. Quizá solamente porque quiero ver que tan lejos llegara todo esto, quizá porque es probable que este un poco demente, quizá porque me agradas... nadie podría saberlo. Los laberintos de la mente son indescifrables.
Katherina por un momento recordó un libro que había leído cuando joven, una historia escrita por una mujer que sufría esquizofrénica, el libro tenía un nombre extraño, se llamaba Crónicas dementes, en el la mujer relataba de una forma fantasiosa su estadía en un hospital psiquiátrico y en alguna parte de obra ella decía la misma frase que Szilard acaba de mencionar. Pero no había tiempo para divagar en cosas que ahora no le eran útiles.
—Szilard, ¿tú sabes lo que es esto? —Preguntó mientras tocaba con precaución el extraño y reluciente brazalete.
—Podría ser todo o nada; si ellas te lo dieron bien podría ser tu salvación o tu muerte verdadera.
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Katherina
ContoTodos deseamos empezar de nuevo, todos quisiéramos una oportunidad mas y Katherina lo consiguió, pero antes tuvo que demostrar que tenia la fuerza y la convicción para sobrevivir enfrentándose a una amenaza desconocida y rapaz, al dolor y la tortura...