CAPITULO SEIS SOMBRA Y LUZ

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Rowan sabía que Katherina vivía en constante tormento debido a los recuerdos de sus errores, sabía que el pesar y el remordimiento eran el oscuro infierno en el que la mujer vivía, y ahora no dudaría en utilizar ese recurso en contra de ella. Ese es el trabajo de los guardianes, conocer esa clase de cosas para que cada tortura sea única y eficaz, si, sé que es cruel decirlo con tanta ligereza, pero esa es la verdad que vivimos, es el destino que escribieron para nosotros.

Rowan, al ver que sus palabras surtían el efecto deseado sonrió de esa tétrica e inusual forma que la caracterizaba, tan solo comparable con un terrible augurio, verla sonreír se sentía como ver al mismo demonio sonreírte a la cara.

—¿Cómo se llamaba? —Preguntó con cizaña. —Tu sabes a quien me refiero, ese hombre casado de sonrisa grande, ese de manos masculinas y traviesas, el que te prometió sacarte de la miseria y darte una vida de lujos, recuerdas esos vestidos caros que te regalaba y los sitios finos a donde te llevó a comer, el sabor de aquellos cortes de carne que jamás habías probado antes... vamos, dime como se llamaba.

—Marcos... —Respondió Katherina con los dientes apretados, el rostro bajo y los ojos bien cerrados para evitar el llanto, el cual ya había empezado a emanar sin que ella pudiera hacer nada al respecto.

—¡¡Si, ese era su nombre!! Por supuesto que lo recuerdas, ¿cómo podrías olvidarlo? jamás podrías, ¿cierto? —El rostro de Rowan se suavizó despacio al ver todo el daño que le hacía a la mujer humana. —Marcos... vaya como se enfureció cuando no quisiste acostarte con el después de todo lo que había invertido en ti, y vaya como sembró en tu alma el terror cuando te golpeo sin piedad alguna, pero lo peor apenas comenzaba, ¿cierto?

Una vez más Rowan extendió su mano negra y viscosa, esta vez para apuntar hacia la derecha e indicarle a Katherina hacia donde debía ver. Allá a pocos metros de donde se encontraban se comenzaron a alzar desde el suelo unas nubes de humo denso y oscuro, esas nubes que parecían tener vida propia y que la mujer viva ya había visto moverse antes, las mismas que comenzaron a darle forma a una simple y muda puesta en escena; una chica con un vestido corto dentro de un auto acompañada de un atractivo hombre de manos masculinas... una situación que no tardó en reconocer ya que se trataba de aquella noche que jamás pudo olvidar, la noche que marcó su vida para siempre.

—No lo hagas... —Rogó Katherina aun de rodillas al lado del inmóvil cuerpo de Roman, con los puños apretados y las lágrimas corriendo a raudales por sus mejillas. —Por favor no lo hagas...

—Esa patética costumbre que tienes de humillarte al rogar, ¿no te has dado cuenta de que no logras nada con eso? —Las figuras hechas de sombras se comenzaron a mover cada vez con más violencia hasta acabar forcejeando. —¿Qué era lo que él quería, tocarte por debajo del vestido? —Preguntó Rowan burlándose del sufrimiento de Katherina. —Pobre montón inútil de carne, ¿Cómo pudiste creer que no querría probar la mercancía que estaba comprando? Porque si sabias que te estaba comprando, ¿cierto?... Oh, espera, esta es mi parte favorita, ¡disfrutémosla juntas!

La figura que claramente correspondía a Katherina bajó del auto y empezó a caminar ofendida lejos del vehículo, entonces la otra figura se apuró a alcanzarla, sus movimientos eran conciliadores y la forma femenina permitió que le acariciara los hombros, tal y como había pasado en la vida real muchos años atrás, la forma masculina decía algo en silencio y la joven hecha de sombras negaba con la cabeza; era posible que Szilard no supiera que era lo que ocurría, mucho menos Roman que se encontraba al borde de la muerte, pero Katherina sabía muy bien lo que aquellos dos estaban conversando.

Recordaba todo con claridad, la tibieza de aquella noche, la oscuridad del callejón donde Marcos estacionó el auto, las palabras exactas que utilizó y el tacto de sus dedos mientras se metían entre su cabello para después cerrar su puño cada vez con más fuerza hasta hacerla gemir del dolor para luego abofetearla con fuerza haciéndola sangrar y a continuación lanzarla al suelo arrancándole varios mechones de cabello sin importarle su evidente dolor.

KatherinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora