La Abadía

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Kal despertó como siempre, con el sonido de los rezos y los tambores que marcaban el inicio de un nuevo día. Lo único que esos monjes fanfarrones hacían sin la necesidad de esclavos era ese ritual al iniciar cada jornada.

Kal servía en la Gran Abadía del Oeste, el templo encargado de despedir al sol y despedir a la luna del mundo. Eso hacía que los rituales nocturnos siempre le movieran su ciclo circadiano.

El sol se esconde muy consistentemente durante el año. Se adelanta y se atrasa dependiendo la fecha y en intervalos muy pequeños.

La Luna sin embargo, salía cuando le diera la gana. La llamaban "el Pequeño Príncipe" porque hacía lo que quería en el palacio celestial, y los monjes la despedían a la hora que la luna se le antojara.

Tres noches al mes, se celebraba un gran festín, cuando el Pequeño Príncipe deleitaba con toda su luz la noche oscura.

Tres noches al mes se celebra un gran luto, cuando el Pequeño Príncipe no aparece y la oscuridad envuelve a todos.

Había veces que el sol aún brillaba y la luna ya era visible en el cielo de la tarde. Esos días eran los más atareados.

Kal no era un esclavo. De hecho, se suponía que los esclavos eran una afronta a Dios. Pero Kal era huérfano y había vivido toda su vida en la abadía. Trabajar era su única forma de pagar su lugar ahí.

Todo mundo asumía que tomaría la Túnica Blanca cuando tuviera edad, incluso Kal, pero Kal odiaba esa vida.

Kal odiaba el monasterio, a los monjes, la Abadía y todo lo referente a ello. No era particularmente infeliz. Había otros Ocres como él trabajando en la abadía. Se repartían todo, alegrías trabajos y tristezas.

Mal y Sal eran su padre y madre respectivamente, aunque tuvieran expresamente prohibido llamarse así entre ellos por los monjes.

Pal y Nal serían sus hermanos. El par de gemelos había llegado unos años antes a la abadía y siempre cuidaron de él.

Jal sin embargo era muy especial. Jal era la mujer más hermosa que Kal hubiese conocido. Era un poco mayor que Kal, según Sal, pero era difícil saberlo siendo que todos eran huérfanos ahí.

Kal se levantó de su cama, que consistía en un tapete de paja tejida, lo enrolló y lo arrinconó. Se lavó la cara y se puso su túnica ocre y salió camino al comedor.

Todos los Ocres, como llamaban a quienes asistían a los monjes, dormían en Torres separados de los edificios centrales de la Abadía. Los edificios centrales eran el Gran Comedor, la Casa de Estudios, la Médica, el hospital trabajado por los monjes; y al centro, y el Templo Mayor.

Una gran torre circular, compuesta por tres pisos circulares que tenían un balcón cada 60 grados intercalados entre cada piso, seguido por una torre circular de pared lisa sin ventanas, erigiéndose a más de 30 metros de alto hasta el último piso, en la que había un cuarto con 4 balcones, una a cada punto cardinal, por el que salían uno de los cuatro sumo sacerdotes para hacer los rezos de inicio de día.

La razón de porqué los ocres no ayudaban a los monjes en esta tarea era porque tenía prohibido entrar a la torre central. Lo único que podían hacer era ver desde lo alto de las Torres Ocres, e intentar divisar la punta la Torre Blanca, algo muy difícil, considerando que las Torres Ocres no superaban ni el segundo anillo de la base de la Torre Blanca.

Los Ocres tampoco ayudaban en la Médica, pues era considerados "demasiado sucios para ayudar sanar a alguien."

Una vez, Nal, se rompió la pierna cuando le cayó encima un candelabro. Al volver de la Médica 3 semanas después confirmó que era cierto, ese lugar era pulcro.

La Cadena de HalicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora