*CAPÍTULO OCHO*

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Apenas pude pegar el ojo en toda la noche, dormí, sí, pero no como un lindo e inocente bebé, es qué, cómo hacerlo, la imagen de ese hombre dándome latigazos me robó el sueño, me puso a suspirar, e incluso hizo que mis bragas se mojaran otra vez

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Apenas pude pegar el ojo en toda la noche, dormí, sí, pero no como un lindo e inocente bebé, es qué, cómo hacerlo, la imagen de ese hombre dándome latigazos me robó el sueño, me puso a suspirar, e incluso hizo que mis bragas se mojaran otra vez. Esa ha sido la experiencia más salvaje, excitante y erótica, que he tenido en mi corta vida sexual, y estoy segura que si no es mi señor enmascarado, nadie la va a mejorar.

Decido dejar de pensar en él, aunque con cada noche que pasa se me hace más difícil, y menos cuando mi corazón se acelera al recordarlo, a revivir su tacto, rememorar sus besos..., y aquí voy otra vez, <<Por Dios, Sophie Berruti, ese hombre te tiene atontadísima>>, y lo peor, es que no sé como haré para vivir en cuanto se acabe el Carnaval.

A pesar de que son las seis de la mañana me levanto de la cama, no voy a dormir más por razones obvias. Preparo una tina calentita, le coloco sales aromáticas de chocolate, y me sumerjo en ella. Con paciencia lavo mi cuerpo con ayuda de una esponja, me reviso entera y me doy cuenta que no tengo ni una marca de los latigazos, ni siquiera la piel roja, cosa que me agrada, no sabría como explicarlo si mi padre llegase a notar una y preguntara.

Me tomo mi tiempo en el baño, y para vestirme es más de lo mismo, me decido por un vestido corto, azul con girasoles estampados, y lo acompaño con un chaleco de mezclilla. Cuando estoy abajo me doy cuenta de que papá sigue completamente dormido, no es para menos, son las siete y cuatro de la mañana, así que aprovecho que estoy lista, para ir a comprar desayuno para ambos. Apenas llego al bar está lleno, así que me tomo mi tiempo en la cola para pedir, el sitio es bueno, es el favorito de mi padre y mío, así que lo vale.

Mientras pido, luego de diez minutos, no puedo evitar sentirme observada, miro de un lado a otro, pero no hay nadie conocido a la vista. Me dejo caer en la barra para esperar, sin que esa incómoda sensación se aleje de mi cuerpo, es tal, que la piel de mi cuerpo se eriza, el latir de mi corazón aumenta de ritmo. Muerdo mis labios, siento un poco nervios, por lo que decido irme, mi cuerpo está reaccionando extraño, y el ambiente se siente cargado de algo que no puedo descifrar, pero mis piernas no responden, se quedan ancladas al suelo en cuanto ese olor que conozco bien me comienza a invadir.

Huele a naranjas dulces...

Huele a él...

Huele a mi señor enmascarado...

Me sostengo de la barra, mi cuerpo responde a su presencia como en aquel local, mi corazón late con fuerza dentro de mi pecho, y mis pulmones se quejan por la falta de oxígeno. ¿Es él quién me mira? ¿Habrá posibilidades de qué nos guste desayunar en el mismo sitio? ¿Qué compartamos mucho más qué un momento, una noche, en una fiesta?

Y todo en mi interior, grita una sola respuesta. ¡Si!

Quiero girarme, buscarlo, pero los nervios me atacan, no estoy preparada para verlo sin máscaras, en otro lugar que no sea ese perverso local..., pero no tengo tiempo de procesar nada más, un dulce toque en mi cabello suelto hace que un bajón de sangre ebulla por todo mi cuerpo, desde mi cabeza hasta la punta de mis pies, tomo aire, mientras el alma me regresa al cuerpo, y me giro.

Belleza Oculta (Serie: LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora