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Shiganshina 1967

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Shiganshina 1967

Vivir en una van tenía sus ventajas, en realidad más desventajas de lo normal. Aveces hacía demasiado calor o demasiado frío, pero Marco no se preocupaba por eso. A la hora de dormir podría tener tanto espacio como quisiera o pudiera; ya que cuando su amigo Berth caía en los brazos de Morfeo hacia toda clase de desastres y siempre despertaban con sus pies en la cara.

Ahora Bodt estaba buscando un lugar para comprar algo de comer, había abandonado la camioneta por dos motivos realmente concretos. Número uno: tenía hambre. Número dos: Reiner y su chico estaban... pues ya saben, teniendo algo de amor libre. Sexo.

Caminó un par de cuadras observando las vitrinas de las cafeterías, pero nada le apetecía en realidad, siguió su andar hasta un parque cercano, se sentía demasiado aburrido así que se dirigió rumbo a los columpios. Tomó asiento y empezó a balancearse como un niño, hasta que una algarabía al otro lado de la calle le provocó voltear la vista y observar lo que estaba sucediendo. Al parecer era una pelea; dos jóvenes testarudos se gritaban improperios en medio de la acera ante la mirada de un pequeño jovencito de cabellos rubios y de otros transeúntes.

—¡Él es mi novio!—exclamó el chico de ojos turquesas—. ¡Maldita sea!—gruñó—. ¡No lo mires!

—¡Yo no tengo la culpa de que parezca una chica!—gritó el castaño de ojos mieles—. ¡Idiota!

—¡Y yo no tengo la culpa de que tú tengas cara de caballo!—acusó Eren.

—Que buen insulto...—comentó con sarcasmo—. Déjame lo anoto en mi cuaderno de cosas que me valen una mierda.

Y como en toda buena pelea ambos se dieron con todo, puños, patadas voladoras, gaznatadas y hasta llaves de lucha. Cuando fueron separados el castaño claro quedó notablemente golpeado; con la comisura del labio sangrando levemente, un ojo morado y una cortadura en el puente de la nariz. Jean caminó hasta aquel parque infantil y se dedicó a patear el pasto con frustración.

—¡Carajo!—maldijo en voz alta mientras daba un escupitajo con sangre.

El pecoso recogió algunas flores silvestres que encontró por suerte, se acercó dubitativo temiendo recibir un golpe.

—Hola—saludó.

—Hola...—respondió Kirschtein con una mueca de hastío. Se dejó caer como un costal en el suelo.

—Haz el amor, no la guerra—comentó el de cabellos color azabache, a la vez que le extendió una de las tantas plantas que previamente había tomado.

—No me vengas con esas locuras hippies—gruñó Jean sin mirar a quien estaba a su lado.

—Estás sangrando...—señaló.

—Eso ya lo sé—desestimó mientras se restregaba el antebrazo en la cortada de su labio—, no es nada del otro mundo.

—Igualmente dejaré esto aquí hasta que pare el sangrado, ¿vale?—le dijo con dulzura mientras acercaba la manga de su jersey a la herida.

Peace & Love [AU] [Jearco/Marujean]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora