Capítulo 3

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—¡Eres lo peor que le ha pasado a esta familia!.

—¿Entonces porque no me dejas ir?, ¿Prefieres matarme con tus propias manos?, ¡Hazlo de una vez! ¡Mátame!—. Un golpe en seco lo hizo caer al suelo, en su boca siente el sabor metálico de su propia sangre, no tenía fuerzas por los golpes anteriores, pero no cedería tan fácil. —Te mueres de ganas por hacerlo, ¡Hazlo de una jodida vez! ¡Mátame!—.

—¡Verte muerto sería mi mayor deseo!.

Harry despierta entre sudores fríos, respirando dificultosamente. Pasan algunos minutos antes de que caiga a la realidad de que solo ha sido una pesadilla, siente un malestar en la garganta y puede que su pecho duela un poco. Las palabras aún suenan vívidas dentro de su cabeza y teme que se hayan quedado grabadas a fuego.

Se pasa la mano por sus rizos apartándolos de sus ojos y mira de soslayo el reloj; las cinco de la mañana. Tenía unas ganas inmensas de seguir durmiendo, pero le era imposible ignorar el golpeteo de su cabeza, faltaban algunos minutos para que Rosa entrara a avisarle que ya estaba listo el desayuno.

Un día de estos va a encerrar a Rosa en una habitación para que no lo despierte, Louis estaba como roca y Harry en serio envidiaba aquello, ese pequeño zafiro poco a poco estaba ocupando su mente.

Suspira antes de agarrar una de sus libretas de debajo del colchón y hace lo único que le ayuda a calmar el dolor punzante en su pecho, escribe, aunque el pulso le tiemble, escribe hasta que su respiración se regula, escribe hasta que el cansancio lo vence.

Poco falto para que Rosa golpeara la puerta como si no hubiera un mañana, siente que no ha descansado nada, pero eso es lo de menos, cierra la libreta llena de palabras ininteligibles acompañada de la sombra de sus lágrimas y la guarda donde pertenece.

Canciones que nunca serán reveladas, mueren entre el papel al pasar el tiempo y ser olvidadas.

Decidió darse un baño antes de levantar al castaño, hace lo posible para mejorar su aspecto, luce tan mísero que el verde de sus ojos parece desaparecer, se vistió y perfumo lo más rápido que pudo, sabiendo que Rosa no tardaría en volver y prácticamente le diría un rosario si no salía de la habitación de inmediato. Louis dormía como un verdadero ángel y eso lo hacía sentir culpable, no quería sacarlo de esa dulce ensoñación en la que parecía estar.

—Louis, Louis despierta Lo movía de un lado a otro, escuchando pequeños refunfuños en protesta. —Perdón, pero tenemos que bajar.

Louis frotaba sus ojitos tratando de acostumbrarse a la vista. —No quiero, diles que me fui a marte.

—A marte te fuiste ayer en la madrugada Sonrío divertido. —Vamos, mientras más rápido acabemos el desayuno podremos irnos, muévete.

—Cinco minutos más, por favor.

—No podemos, te espero afuera ¿Sí? Lo escucho soltar un pequeño bufido y no puede con tanta ternura.

Louis escucha unos pasos y el sonido de la puerta ser cerrada, duda que pueda volver a conciliar el sueño. Siempre es extraño dormir en una cama nueva y entre paredes que no te conocen; eso le hace sentir lejos de casa, pero ¿Qué era su casa? ¿Dónde estaba su casa?, ya no tenía un hogar.

Al menos había encontrado a una persona que no lo juzgara y lo hiciera sentir como una persona normal, ese maldito rizado con hoyuelos le estaba haciendo sentir mariposas por todo su cuerpo, pensar en él lo hacía sonreír como un niñato enamorado. Y es que era imposible no caer por esos ojos verdes que lo miraban con preocupación y cariño, Harry se estaba calando en su piel y no tenía problema con ello.

Blutende Monarchie - Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora