(1): Excursión al supermercado.

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Armoniosos rayos de sol se filtraban por la persiana de la habitación, iluminando su rostro. Jimin sonrió cuando despertó y se desperezó en la cama, estirando enérgicamente los brazos mientras escuchaba el canto de algunos gorriones.

—¡Príncipe Jimin! —gritó Yoonji tras la puerta. Él frunció el ceño, aturdido tras el brusco cambio de aquel despertar—. ¡Arrastra tus posaderas hasta la cocina, es la hora del desayuno! ¡Ah, no olvides los leotardos, que hace frío!

El rostro de Jimin se tornó agrio cuando oyó la maliciosa risita de Yoonji, que, a paso apresurado, bajaba las escaleras hacia el piso inferior. Se incorporó en la cama, molesto, recordando dónde se encontraba. Acostumbrado a tomar la primera comida del día en pijama, bajó tal cual a la cocina, donde la familia Min se encontraba sentada a la mesa. El padre estaba leyendo el periódico, mientras que Nana regañaba a Namjoon porque, al inclinarse, las rastas se le metían en el tazón de leche.

—Mamá, pero ¿qué más da? —le reprochó este.

Jimin se sentó en su silla y posó las manos cruzadas sobre el colorido mantel, esperando que alguien le sirviese su desayuno. Como nadie dijo nada, finalmente optó por pedirlo.

—A mí me gustaría tomar un zumo de naranja natural, sin pulpa, un tazón de copos de avena, un capuchino con chocolate espolvoreado y... Oh, ¿por qué no? ¡Vamos a saltarnos la dieta! También unas tostadas con mantequilla. —Sonrió.

El señor Min asomó el rostro por encima del periódico y le miró fijamente. Namjoon y Yoonji dejaron de engullir cereales y prorrumpieron en una sonora carcajada. Nana, despreocupada, preparaba el café.

—Abre la nevera y mira a ver qué pillas —le dijo el señor Min, confundido—. Es que estamos a principio de mes, así que todavía no hemos ido a comprar.

Jimin tardó unos segundos en comprender la situación. ¿Significaba aquello que él mismo debería prepararse el desayuno? ¿E incluso abrir la puerta de la nevera? Nunca había hecho una hazaña de tal calibre. Se sentía ligeramente aturdido; aquellas cosas no cuadraban en su mundo perfecto. Se levantó lentamente y se dirigió hacia la nevera, evaluando aquel montón de chatarra como si fuese a atacarle de un momento a otro. Después, valeroso, posó una mano en el mango y tiró con fuerza. La luz le deslumbró. Parpadeó sin entender. Allí dentro no había absolutamente nada; tan solo quedaban dos manzanas, unos restos de zumo tropical, algunos huevos y unos sangrientos filetes de ternera. Consternado, volvió a cerrar la puerta y se dirigió hacia su silla, con la vista fija en la familia Min. Yoonji se giró hacia él.

—Hombre, no son copos de avena, pero puedes comer Choco Krispies, están buenos —dijo, mostrándose amable por primera vez, como si sintiese pena por él.

Jimin dirigió la mirada hacia la caja de Choco Krispies, de la cual se había apoderado Namjoon. El mendigo, tras rascarse la cabeza, metía ferozmente sus garras dentro del paquete de cereales y los sacaba a puñados para engullirlos casi con violencia.

—No, gracias. —Sonrió forzadamente—. He oído que es bueno ayunar por las mañanas.

—Pero ¿dónde has oído eso? ¡Es mentira! —le reprochó Nana—. ¡Anda, cielo, tómate un cafetito! Y he traído unos bollos de crema de la panadería... ¡moja uno en el café!

Jimin negó con la cabeza, sin saber qué decir. —Yo... intento no comer nada que tenga demasiado colesterol.

—¡Joder, tío! —exclamó Namjoon—. Ni carne, ni bollos, ni cereales... pero ¿tú de qué vives, macho? Venga, cómete unos Krispies, que están mu' buenos —le aconsejó, masticando con la boca abierta. Ver los trozos de cereales papeados no aumentó el apetito del inglés.

Christmas mistletoe | JIMSU. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora