El grupo circense.

555 106 45
                                    

Caminaron por la solitaria avenida de la urbanización hasta la casa de Cloe. Yoonji estaba a punto de llamar al timbre cuando Jimin alzó una mano para detenerla.

—Hagamos un pacto —le pidió—. Si tu amiga loca intenta desnudarme me defenderás. No puedes dejarme solo.

—¿Y qué recibo yo a cambio de protegerte?

—¿Es que no puedes conformarte con mi cara bonita? —le reprochó Jimin, señalándose el rostro.

—El trato no me convence, lo siento. —Se encogió de hombros.

El mestizo se inclinó hacia ella peligrosamente.

—Tu madre dijo que teníamos que ser como uña y carne —le recordó—. Yo seré la carne, obviamente es más suave. Tú serás la uña sucia. Tenemos que obedecer a la señora Min.

—¡Ni en tus mejores sueños! Me da absolutamente igual lo que mi madre diga.

Él insistió, contrariado.

—¡Pero soy tu protegido, Yoonji! —explotó, con gesto apenado—. No puedes abandonarme a la deriva con la fiera de Cloe, ¿acaso no te has fijado en cómo me mira? Sus pupilas se clavan en mis partes bajas como cuchillos; apuesto lo que sea a que a esa le va el sadomasoquismo.

—No exageres, Cloe es una buena chica. No te pasará nada —concluyó ella, pulsando el interruptor del timbre. Se oyó un sonoro «ding dong».

—Son las campanas de mi funeral —susurró Jimin.

Se arrepentía muchísimo de haber caído en la trampa de Hoseok. Él no quería estar allí, hubiese preferido pasar la noche calentito en su cama, lejos de todos aquellos monstruitos a los que no lograba comprender. Tenía miedo. El corazón le palpitaba con fuerza en el pecho cuando Cloe abrió la puerta, ignoró totalmente a Yoonji y fijó sus ojillos azules en los ojos de Jimin, que dio un respingo hacia atrás al oír su aguda voz.

—¡Jimin! ¡Has venido! ¡Ya pensaba que no llegaríais! Pasen, pasen... —les indicó, haciéndose a un lado.

Él se inclinó hacia Yoonji. Dentro de lo malo malísimo, ella era lo menos malo malísimo por simple comparación. El listón estaba alto, rozando el límite de lo humano.

—Conviértete en mi hermana siamesa durante el resto de la noche —le rogó.

—Como no te calles, me convertiré en tu hermana perdida —amenazó Yoonji, aunque disimuló ante la atenta Cloe, que les observaba cruzada de brazos.

En cuanto se despistó, su amiga asió del brazo a Jimin, que la miró aterrorizado como si aquella fuese la mayor de todas las catástrofes posibles. Yoonji rió por lo bajo y se dijo que, en realidad, su compañero tenía verdaderas razones para estar asustado.

Dentro se encontraban los demás. Jimin clavó su mirada en la de Hoseok, que le observaba receloso. Seguramente había supuesto que no iría, pero ahí estaba él, manteniéndose firme a pesar de la apocalíptica situación, dispuesto a arrebatarle su falsa corona.

—¿Cómo va la noche? —preguntó, dirigiéndose a todos en general.

Charles jugaba a la PlayStation con sus dos perros fieles y le saludó levantando la mano. Helsey, acompañada por otra chica llamada Agathé, también se dignó contestar con un simple «bien», contrariamente a Hoseok, que solo se quitó una pelusilla de su chaqueta de piel. Curiosamente, a pesar de estar bien consideradas, a Jimin nunca le habían gustado las chaquetas de piel. No le agradaba eso de llevar animales encima como en la Edad de Piedra. Obviamente, el neandertal de Hoseok no opinaba lo mismo.

Cloe se sentó en el sofá y cruzó las piernas de un modo seductor. Jimin sintió un escalofrío. La joven golpeó con la palma de la mano el sitio que quedaba libre a su lado.

Christmas mistletoe | JIMSU. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora