Colegas.

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En cuanto los vio a lo lejos, Jimin reprimió el vehemente impulso de huir. Quería, realmente deseaba desaparecer de allí. En un parque repleto de insectos, donde las abejas zumbaban a su antojo de un lado a otro y los caracoles babeaban la corteza de los árboles, se amontonaba un grupo de seres extraños. Le miraban de forma rara. Le miraban demasiado, a decir verdad; como si le estuviesen estudiando para describirlo después en un importante examen. Asió del codo a Yoonji y se inclinó para hablarle al oído.

—Dime que esos no son tus amigos —masculló—, dime que solo son un grupo circense que ha decidido descansar un rato antes de marcharse a otra ciudad.

Yoonji sonrió con aire malicioso. Sí, claro que sí: aquellos eran sus amigos. Todavía no habían llegado todos, algunos siempre se retrasaban y no se dignaban aparecer hasta media tarde. Se giró hacia Jimin, cuyo rostro estaba ahora pálido, tornándose de un blanco intenso como si estuviese cubierto de deliciosa nata montada.

—Son simpáticos, tranquilo.

—Solo un ciego podría estar tranquilo en estos momentos —añadió él en voz baja. Y, por un instante, deseó ser ciego para no ver a esos elementos.

Llegaron hasta el banco de madera donde todos estaban sentados. A Jimin se le ocurrió la estúpida idea de sonreír al máximo, mostrando tensión en la curvatura de los labios. Uno de los chicos, de aspecto macarra, se abrochó la chaqueta de cuero hasta el cuello mientras le echaba al rubio un vistazo rápido, como si estuviera decidiendo si lo mataba allí mismo o esperaba un poco antes del derramamiento de sangre.

—¿Tu amigo nos está enseñando su nuevo blanqueamiento dental o qué?

—Charles, él es Jimin, el chico que va a pasar un mes en mi casa —los presentó Yoonji, ignorando el comentario del primero.

—Encantado de conoceros —dijo Jimin.

Todos rieron.

—¡Qué chico tan formal! —explotó Cloe, que le dedicó un seductor pestañeo antes de mirar a sus amigos—. No como estos, que solo saben comportarse como animales. Yo también estoy encantada de conocerte, guapo —dijo, y le dio un beso en la mejilla.

Jimin torció el rostro dibujando una mueca de asco. Yoonji se inclinó con disimulo hacia él.

—Como te limpies las mejillas te mato —le advirtió.

Él la miró apenado.

—Por favor, estoy lleno de pintalabios. Haz algo o montaré un espectáculo.

Yoonji aprovechó el hecho de que casi todos sus amigos estaban entretenidos entre ellos para fingir que iba a quitarle una pestaña del ojo con un pañuelo. Hoscamente, le restregó las mejillas y le libró de la pesada carga de gérmenes que tanto le preocupaban. Él sonrió divertido.

—Gracias, sirvienta. Ya puede retirarse —le susurró bromeando.

Ella le fulminó con la mirada, advirtiéndole con antelación de que no estaba dispuesta a soportar sus juegos en ese momento. Jimin suspiró y comenzó a aburrirse poco después. Los amigos de Yoonji eran incluso más raros que ella. El tal Charles le miraba francamente mal, como si fuese un estorbo. Otros dos se dedicaban a ignorarlo, hablando entre ellos. El resto eran chicas. Todas ellas le observaban expectantes, haciéndole a Yoonji preguntas sin sentido sobre él, especialmente Cloe.

—¿Y cómo se lleva con tu hermano? —preguntó una de ellas, Helsey.

—Oh, pues... bien —balbució Yoonji, sin estar segura de qué decir al respecto.

—Hum... —Helsey sonrió, mordiéndose el labio inferior—. ¡Namjoon es tan sexy!

Jimin parpadeó confundido. ¿Aquello era sarcasmo? Estaba a punto de reír tontamente para quedar bien cuando advirtió que el comentario sobre la sensualidad del Mendigo iba en serio.

Christmas mistletoe | JIMSU. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora