Lista de deseos.

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Cuando llegaron a casa, Jimin estaba a punto de sufrir un infarto. Solo habían hecho dos descansos durante todo el trayecto, tenía un hambre voraz, puesto que habían olvidado coger los bocadillos que Namjoon llevaba en su mochila, y el esfuerzo de las horas de caminata había sido mortal para él, que no estaba acostumbrado a caminar a ese ritmo.

Mientras Yoonji abría la puerta, Jimin se llevó una mano al cuello para tomarse las pulsaciones.

—Francamente, no sé si me quedan fuerzas siquiera para escribir mi lista.

Tras entrar, encontraron a la señora Min en la cocina preparando la comida.

—Pensé que llegaríais por la noche o mañana. —Le sacudió el pelo a Jimin con cariño—. Qué alegría teneros aquí de vuelta; a propósito, ¿dónde está Namjoon?

—Él se ha quedado con los demás en el lago, nosotros hemos decidido volver antes.

—Ah, ¿les ha pasado algo? ¿han vuelto a discutir?

—Mamá, será mejor que no hagas más preguntas. —Yoonji sonrió y le dio un beso en la mejilla.

—¿Les preparo algo de comer entonces?

—Sí.

—No —le contradijo Jimin—, tenemos planes, comeremos fuera.

Jimin cogió a Yoonji del brazo y la guió hasta el piso de arriba.

—¿Qué pasa?

—Nada. Nos vamos a comer a un buen restaurante, es mi primer deseo de la lista —dijo—, cámbiate de ropa y coge papel y lápiz. Tienes cinco minutos —añadió antes de entrar en su habitación y cerrar la puerta.

Yoonji se sentó sobre la cama y después se dejó caer hacia atrás. Iban a ser dos días intensos. Había muchísimas cosas que quería hacer con Jimin, y su mente comenzaba a divagar pensando en los futuros deseos que escribiría en su lista.

Yoonji cerró la puerta de su habitación con cuidado, abrió el armario y comenzó a pensar en qué ropa ponerse; al fondo, bajo una sudadera, vio el regalo de Jimin y recordó que tras la discusión ocurrida durante el día de Navidad no habían llegado a intercambiar sus regalos.

Comenzó a dar pequeños saltitos por la habitación intentando subirse los vaqueros, que parecían haber encogido después del último lavado. Cuando estuvo completamente lista respiró hondo intentando no pensar demasiado en los rápidos acontecimientos de aquellos días, que habían dado un giro inesperado a su vida rutinaria.

Finalmente salió de la habitación; Jimin estaba esperándola apoyado en la barandilla de la escalera con una pose elegante que le caracterizaba a la perfección.

—¿Dónde quieres ir a comer?

—Ya lo verás. —Sonrió—. He llamado a un taxi, nos está esperando en la puerta.

Media hora más tarde, cuando bajaron del taxi, Yoonji reconoció la fachada del lugar; era un carísimo restaurante japonés, el más famoso de la zona. Jimin la cogió de la mano con firmeza y entró en el establecimiento. Tras el mostrador de recepción había dos mujeres que vestían elegantes túnicas de seda con dibujos florales de estilo tradicional. Sin pensárselo ni un segundo Jimin dejó caer su chaqueta sobre las manos de una de las mujeres, y esta le sonrió como si estuviera agradecida por el hecho de poder servirles.

—Yoonji, vamos, dale tu abrigo.

—Ah, sí, sí, claro...

Sintiéndose sumamente extraña logró quitarse el abrigo y entregárselo a la señora sonriente, después esta se inclinó ligeramente a modo de reverencia y se dirigió hacia el guardarropa. La otra mujer abandonó el mostrador y les condujo lentamente por el restaurante hasta una de las mesas e incluso apartó ella misma las sillas donde debían sentarse, por si Jimin estaba demasiado cansado para realizar una hazaña de tal calibre.

Sonaba una melodía suave de fondo y se oía agua caer, como si en algún rincón del restaurante hubiese una fuente. Yoonji se sentía fuera de lugar, contrariamente a Jimin, que se mostraba entusiasmado mientras observaba la curiosa decoración del establecimiento y poco después hojeaba la carta.

—¿Conocías este lugar? —preguntó ella.

—No, lo busqué por internet con el móvil. —Cruzó las manos sobre la mesa con elegancia—. ¿Has cogido papel y lápiz?

Yoonji asintió y buscó en su bolso mientras Jimin le explicaba lo que harían a continuación.

—Cada uno hará una lista de cinco cosas —dijo—, pero ninguno mirará la lista del otro; así, cuando se decida el siguiente plan, será una sorpresa.

—Me parece bien.

La camarera les interrumpió preguntándoles si ya habían decidido qué querían pedir. Ambos estuvieron de acuerdo en escoger un menú variado para dos. Cuando la mujer les retiró las cartas y se alejó de la mesa, Yoonji le dio a Jimin uno de los papeles que había llevado y ambos se centraron en redactar sus respectivas listas.

Yoonji quería que Jimin probase cosas nuevas (y rutinarias para el resto de los mortales), que abriese su mente ante el mundo real y dejase de cerrarse puertas. Estaba segura de que disfrutaría todos esos momentos simples que habitualmente despreciaba sin siquiera molestarse en saber cómo eran. Por el contrario, Jimin deseaba que Yoonji escapase de su monótono mundo y descubriese detalles del suyo.

Ella fue la primera en terminar la lista, a pesar de que Jimin tenía menos que escribir, puesto que ya había gastado uno de sus deseos al llevarla a ese lujoso restaurante.

—Esto va a ser interesante... —comentó él tras acabar y comenzar a doblar el papel por la mitad.

—¡Ya lo creo! —Yoonji le miró traviesa.

Los ojos de Jimin se convirtieron en dos pequeñas rendijas.

—No eres de fiar —sentenció—, eres consciente de que ya no nos odiamos, ¿verdad? Espero que hayas tenido en cuenta ese detalle mientras escribías la lista.

—Lo mismo digo —concluyó ella.

Poco después les sirvieron el menú para dos y ambos comieron en silencio, retándose con la mirada. Jimin sabía que Yoonji no se lo pondría nada fácil.

—¿Y cuál será tu primer deseo?

—Hum... va a ser muy refrescante —contestó Yoonji esbozando una leve sonrisa.

Christmas mistletoe | JIMSU. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora