Capítulo 3: ¡Ahí viene Julio César!

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Capítulo 3: ¡Ahí viene Julio César!

Una semana después...

MIERCOLES, 1 DE JULIO. 6.30 AM.

Ya ha llegado el ansiado día de viajar a la Costa Aguamarina, la isla paradisíaca de Ziloe donde pasarían todas las vacaciones. Percy y Annabeth han acordado irse juntos en el vuelo a las siete de la mañana.

Annabeth llega al aeropuerto junto a su familia. Su padre y madrastra van charlando sobre los planes familiares mientras sus dos revoltosos hermanitos están jugando a una lucha de mochilas, pero Annabeth no está pendiente de su familia, sino de encontrar a su pelinegro favorito entre el gentío.

No lo ve por ningún lado.

Aún después de registrar el equipaje y que hagan el anuncio final para el vuelo a la Costa Aguamarina, sigue sin haber señales de Percy y el pelinegro tampoco contesta al teléfono. Annabeth suspira, rindiéndose. Apaga el celular y se dirige acomoda en el asiento del avión, mirando el puesto vacío a su lado que estaba destinado a ser de Percy. Se abrocha el cinturón y mira por la ventana, preguntándose dónde se habrá metido Percy Jackson.

Mientras tanto, en el restaurante del aeropuerto...

—¿Creen que los maníes del avión sean mejores que los del aeropuerto? —pregunta Leo mascando uno de la bolsa recién comprada.

—¿En serio, cariño? —dice Calipso—, ¿vinimos a un restaurante y compras maníes?

Leo se encoge de hombros.

—Son las seis de la mañana, no tengo cerebro para escoger algo elegante del menú.

—Chicos, chicos, basta —los calma Piper—. El vuelo saldrá pronto y ya hemos perdido mucho tiempo gracias a que no desayunaron en casa. Coman deprisa, que debemos irnos.

—¿Cuánto queda para que salga el vuelo? —pregunta Hazel.

—Mi teléfono está muerto. ¿Alguien tiene hora? —dice Percy.

—Eh... Ese reloj de la pared dice que falta media hora para que salga el vuelo —dice Leo mirando el reloj del restaurante.

—¡No dice media hora! —lo regaña Jason—. ¡Dice cinco minutos!

—¡¿QUÉ?! —exclaman todos antes de tomar sus equipajes y salir corriendo lo más deprisa que dan sus piernas. Por los altoparlantes escuchan la advertencia de que su vuelo ya va a despegar: no habrá tiempo de registrar el equipaje. Para cuando llegan a su destino, las puertas ya han sido cerradas: han perdido el vuelo.

—¡No puede ser! —exclama Piper, desolada.

—¿Qué haremos ahora? —cuestiona Hazel, viendo por los ventanales cómo el avión despega y alza su vuelo, lejos del aeropuerto y de ellos.

—Les diré lo que haré yo: voy a tomar un respiro —dice un jadeante Leo antes de caer sentado en el suelo.

A pesar de que todos están mal por haber perdido el vuelo, nadie se siente peor que Percy. Quiso darle a Annabeth una linda sorpresa al llevar a sus amigos al viaje y terminó dándole una desagradable sorpresa: perdió su avión, y ahora Annabeth creerá que la dejó plantada, y para empeorar todo, su teléfono ha perdido toda la carga y no podrá avisarle que perdió su vuelo.

—Ok, chicos, lo primero que debemos hacer es no desalentarnos —indica Jason, tomando las riendas del asunto—. Tenemos que hacer lo que cualquier persona sensata haría en un momento como este.

—¿Llorar? —sugiere Leo.

—No, debemos reservar el vuelo más próximo para alcanzar a Annabeth en Costa Aguamarina antes de que se enfade y rompa con Percy.

Secretos y Mentiras (Como te odio Percy #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora