Capítulo 4: Fogata en la playa.

199 22 4
                                    


Capítulo 4: Fogata en la playa.

La cabaña que los Chase alquilaron no era lo suficientemente grande para albergarlos a todos, por lo que sus amigos tuvieron que recurrir a su plan B y alquilar sus propias cabañas, una para las chicas y una para los chicos.

Mientras tanto, Annabeth compró una loción corporal en una tienda local que prometía curar su piel quemada y dos días después, la piel ya no le dolía, pero se le había tornado de un color canela intenso y, justo como temía, el área de sus ojos protegida con los lentes de sol no sufrió daño alguno. Ahora Annabeth lleva a todos lados las gafas, sea de día o de noche, para que nadie vea lo horrible que luce su rostro.

Ya es viernes y ahora que Annabeth ya podía moverse sin sisear, el grupo de amigos decide que ya es hora de empezar a disfrutar de las maravillas que Costa Aguamarina ofrece. Esa noche, abandonan las cabañas frente a la playa y se dirigen a la fiesta playera que los habitantes han organizado y a la que todo el mundo está invitado.

Mientras más se acercan, pueden apreciar mejor la gran fogata donde decenas de persona bailan alrededor al ritmo de la estridente música que un DJ toca en una plataforma. Hay mesas iluminadas con lámparas de aceite repletas de bocadillos de bocadillos; unos cuantos vendedores de comida rápida y bebidas están esparcidos por los alrededores; los kioscos han abierto sus puertas para vender recuerdos de la isla; e incluso hay organizadores repartiendo guirnaldas y coronas de flores a todos los invitados.

Annabeth toma una corona naranja para ella y una guirnalda azul para Percy.

—¡Te queda perfecta! —exclama ella por encima de la música.

—¡Todo me queda perfecto! —responde él con falsa modestia que hace reír a Annabeth—. ¡Vamos a bailar!

—¡Claro!

La pareja se dirige hacia la fogata entre risas y bailes, dejando atrás al resto de sus amigos.

—¡Mira! ¡Bocadillos! —exclama Leo, corriendo hacia la mesa y brincándole a la mesa de galletas.

—¿Podrías dejar de pensar con el estómago? —inquiere Calipso—. ¡Estamos en una fiesta! ¡Es Costa Aguamarina! ¡Vamos a divertirnos!

—Pero tengo hambre. —Leo hace un puchero, con diez galletas en las manos. Calipso suspira.

—Bien, Leo. Come una galleta, pero prométeme que luego iremos a bailar.

Leo le da un beso en la mejilla, alegre.

—¡Te lo prometo!

—Aún no logro entender cómo están juntos —comenta Frank a Hazel al ver a Leo y Calipso junto a la mesa.

—El amor actúa de maneras misteriosas —opina la morena levantando un hombro—. Me parece que hacen una maravillosa pareja. Se complementan el uno al otro.

—A mí también me gustaría encontrar mi complemento perfecto —dice Frank, mirando a Hazel con algo de tristeza. Aprovechando que ella no lo ve, Frank da un suspiro silencioso, deseando que ella corresponda su sentir.

Al sentir los ojos de Frank sobre ella, Hazel lo mira. Él desvía la mirada, sintiéndose sonrojar por haberlo pillado mirándola.

—Todos buscamos nuestra media naranja —dice ella—. Eres un buen chico, Frank. Algún día encontrarás a la chica de tus sueños.

—¿Y qué pasa si ya la he encontrado? —pregunta él, sin poder contenerse—. ¿Qué pasa si a ella... no le importo de la misma forma en que me importa a mí?

Secretos y Mentiras (Como te odio Percy #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora