Prólogo.

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"Me busco y no me encuentro. Rondo por las oscuridades paredes de mí misma, interrogo al silencio y este torpe vacío y no acierto en el eco de mis incertidumbres." – Josefina de la Torre.

Desperté debido al cosquilleo que me producían una serie de pequeñas cosas contra mi piel, en el momento que di paso a la luz fui completamente cegada por aquel abrazador destello, para cuando el dolor fue disminuyendo me permite abrir, lentamente los ojos, dejando así que estos fuesen enfocando el lugar en el que me encontraba.

Me sorprendí al observar que estaba en lo alto de una colina, la cual se hallaba en medio de un bosque de álamos, cuyas hojas estaban bañadas de rojo, naranja o amarillo; señal de que el otoño había llegado. Me levante del suelo poco a poco, mientras las hojas de aquellos árboles se escurrían por mi cuerpo, seguido a esto mire de un lado a otro, desorientada, sin saber exactamente cómo era que había acabado en un sitio como este.

La altura que me encontraba no era lo suficientemente alta como para dejarme ver más allá de las extensas planicies que formaban las copas de los árboles, no había ningún rastro de civilización en kilómetros a la redonda, o eso creía, ya que a lo lejos; así el norte por donde una gran cordillera se alzaba imponente; entre los álamos vi sobresalir una delgada columna de humo.

Sí había humo a lo lejos significaba que a lo mejor allá había alguien – "Es lo mejor que tengo ahora" – Pensé mientras comenzaba a bajar por la colina.

Una vez abaja camine hasta estar justo delante de la linde del bosque, me detuve antes de continuar debido a que una fuerte, que azotaba todo a su paso, surgida de las profundidades de este me obligo a parar. Aquel vendaval era tan gélido que casi podía sentir como helaba todo mi interior, pero había algo más en aquella corriente, algo que presentía no era nada bueno. ¿Tal vez sería una advertencia?

A pesar de mis dudas continué y finalmente me introduje en aquellas inhóspitas profundidades si saber exactamente qué era lo que podría encontrar, dentro del bosque la cosa cambiaba, todo era igual, miles de esqueléticos árboles; copias, dispuestos al azar que distorsionaban mi camino. Por otro lado, a cada paso que daba, se iba agudizando la sensación de que no estaba sola, había alguien, una presencia que seguía muy de cerca mis pasos; pero que por desgracia no sabía dónde se encontraba.

En un momento dado, me detuve, callando así el sonido de mis pasos contra las hojas secas, de esa forma todo se había quedado en completo silencio, ahí fue cuando me di cuenta de que en aquel bosque no se escuchaba el sonido de los animales; incluso ya no corría viento. Miré de un lado a otro en busca de lo que fuese que me seguía, pero no había nada.

De repente escuché el crujir de las hojas, venía de alguna parte, pero no sabía de cual por lo que volví a mirar esta vez concentrada mi alrededor, hasta me di la vuelta y entonces escuché un leve sonido que lleno el silencio bosque. Era un cascabel.

Aquel tintineo metálico sonido procedía de la dirección a la que me dirigía, rápidamente me di la vuelta, no había nada, pero aquel pequeño sonido volvió a repetirse; y entonces me di cuenta de que la luz comenzaba a menguar, estaba atardeciendo. Lo cual era extraño si hace nada el sol estaba apenas elevándose hacia su máxima posición ¿Llevaba tanto tiempo aquí dentro cómo para que ya estuviera atardeciendo?

Aunque me hubiese gustado seguir meditando aquello no lo hice y en su lugar eche a correr en la dirección del cascabel, dentro de este lugar ya estaba perdida por lo que aquel sonido era lo mejor que tenía ahora para salir de aquí; además debía darme prisa que a cada paso que daba la luz iba desapareciendo cada vez más y no podía acabar aquí dentro en la más profunda oscuridad.

RevivalWhere stories live. Discover now