IV. Elección de mago

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En cuanto vio al niño correr hacia su padre prefirió dejarlo y buscar a sus propios padres, no quería preocuparlos de más.
Caminar por el callejon sólo en realidad era algo que no hacía a menudo, normalmente estaba acompañado de algún miembro de su familia y esperaba que ahora que se había ido por unos minutos no fuera a causarle problemas.

Se relajó en cuanto vio a su madre en el mismo puesto buscando ingredientes para pociones, ya que al parecer Frida había enfermado de gripa esa mañana. Se acercó sin preocuparse y esperó a que su mamá terminara, en cuanto lo hizo buscó a sus alrededores encontrando a su hijo a un lado de ella.

-Listo Aris, ahora vamos por tu varita, ¿Te parece? -el niño asintió emocionado.

Su madre le sonrió antes de comenzar a caminar en dirección a la tienda de varitas de la señora Rosberta, una vieja bruja que llevaba en el negocio desde antes de su nacimiento, pues su familia era la única que fabricaba las mejores varitas de todo el lugar.

Al estar a tan sólo dos locales vio a su papá cerca de la puerta por lo que corrió hacía él con una sonrisa, pues sus padres estarían con él mientras la varita le elegía.

-¿Estas listo Aristóteles? -el niño asintió, sintiéndose bastante confiado- bien, con esto podrás comprarla -su padre le dio varios Dragot- tu madre y yo iremos por tus libros y nos veremos ahí ¿Entendido?

-¿N-no van a entrar? -ahora estaba algo aterrado, confiaba en la seguridad que le daban sus padres para ello.

-Por supuesto que no -contestó su padre indignado- tanto yo como tus tíos, primos e incluso abuelos han sido elegidos por su cuenta, así nos aseguramos de que sea la varita para ti, con la varita correcta vas a ser de los mejores.

El tono que su padre había usado había acabado con su confianza, era la primer cosa que tenía que hacer por su cuenta y eso le aterraba. Vio a su mamá pero sabía que si su padre lo había dicho ella estaría de acuerdo, así que su mirada de súplica no servía en absoluto.

-Eres un Córcega, esto es una tontería en comparación a lo que harás en el futuro -su padre le dio un pequeño empujón para que entrara.

El rizado suspiró antes de acercarse a la puerta y abrirla, le dio una última mirada a sus padres antes de que se fueran y él entrara por completo.

La tienda parecía pequeña por fuera pero al entrar las millones de cajas con varitas dentro en los miles de estantes en las paredes confirmaban que no era pequeña, pero no era lo suficientemente grande como para guardar todas, por lo que pequeñas montañas de cajas por el pasillo le hacían sentirse pequeño entre tantas cosas.

-H-hola, ¿Señora Rosberta? -Aristóteles intentaba buscarla entre las cajas pero parecía estar vacío hasta que escuchó movimiento detrás del escritorio, una señora de cabello casi completamente canoso, con gafas enormes que escondían el verde de sus ojos y con una túnica azul de lino le sonrió al verlo.

-Joven Aristóteles, bienvenido -la amabilidad con la que lo dijo le hizo sentir más confianza- llega dos minutos antes, creí que está vez había acertado pero ustedes los Córcega parecen ser muy difíciles de leer, tu tío Eugenio llegó dos días después ¡dos días! -el rizado río, sabía que la señora Rosberta tenía el don de la adivinación y en sus años de estudio fue buena en la legeremancia por lo que saber sobre sus clientes era normal, aunque a veces tenía pequeños delirios por la edad- bien, ¿Quiere comenzar ahora? -asintió.

Se acercó más al escritorio mientras la señora Rosberta movía su varita en dirección a una escalera, subió tres escalones para tomar una caja de una de las repisas del fondo. Era de color vino, al abrirla pudo ver una varita de color negro con pequeños detalles en el mango color plata, parecía ser una varita muy sofisticada, parecida a la que los superiores del trabajo de su padre utilizaban.

Magia con el Corazón || Aristemo (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora