Displicente Sol

III

El Padre de Todo ha dado una orden que Thor no puede refutar, es un Rey sabio pero él no lo puede ver ni entender porque aún es joven e inmaduro. Sus lecciones siempre tienen algún propósito pero, esta vez, el príncipe de Asgard no lo puede aceptar.

No es como cualquiera de sus otras lecciones. Thor ya ha tenido bastantes en su vida, desde los pequeños exilios a otros mundos que terminan convirtiéndose en batallas llenas de gloría, hasta las aburridas horas de clases de diplomacia y su asistencia forzada a los Consejos Reales.

Esta no es una lección, este es un castigo, determina el príncipe. Un  castigo en todas sus letras, un castigo real del que no ve cómo escapar.

Su padre se ha ido dejándolo con su madre en el medio de un pasillo dorado, con guardias y sirvientes que los miran pasar pero, que desvían su mirada ignorando lo evidente que camina entre ellos. Thor se pregunta si alguno de ellos ya sospecha de lo qué hay bajo la capa que se ondea con torpeza, analiza a los sirvientes que pasan junto a ellos y hacen reverencia; es claro que no pueden ignorar los pies azulados y descalzos o, quizás ni siquiera los ven porque ninguno murmura o voltea cuando se aleja con su madre y su nueva carga.

Thor y la Reina entran a la antesala de su habitación, las antorchas esquinadas y la chimenea pegada en una de las paredes iluminan con intensidad cada rincón, los pilares dorados intensifican la luz y Thor puede ver que todo en el lugar va a cambiar; está seguro que las mesas bajas  de madera se irán, que la caba de licores desaparecerá, que cada hacha y espada que adornan sus paredes pasarán a decorar otra sala del palacio. El príncipe no ha dicho nada en todo su largo camino, se pregunta qué es lo que planea hacer su padre con sus aposentos para que el intruso pueda acomodarse.

No hace nada más que ir a una pared y recargarse en ella con el ceño fruncido y los brazos cruzados en el pecho, él mira a su madre atentamente y se enoja aún más por lo que ve en su rostro.

La Reina se ha parado en el medio de la antesala, entre los dos sofás cubiertos de pieles oscuras, el jötun está parado frente a ella aún cubierto con la capa y ella lo mira con dulzura y ternura, con ese gesto tan maternal que sólo le había dedicado a su hijo.

—Madre...— Por fin se atreve a hablar pero sólo para ser interrumpido por la Reina.
—Se que estás enojado, hijo— la Reina Frigga pasa una mano sobre la capa, acariciando la cabeza oculta del þurs que tiembla ante lo desconocido de los toques que sigue recibiendo.— Pero créeme, tu padre no hace esto para fastidiarte. Él — la Reina mira a su hijo y le sonríe para luego regresar su mirada al jötun y, sin dudarlo, retira la capa haciendo que la criatura azulada se sobresalté y cubra sus ojos apretando sus palmas en ellos fuertemente;— necesita un hogar, necesita sanar y necesita a alguien que le enseñe todo sobre nuestra cultura, entre otras cosas y tú, hijo, necesitas aprender a cuidar de otros, necesitas madurar.

—Y me da una mascota salvaje para eso — Thor gruñe mientras sus ojos escudriñan lo que pueden ver del jötun. Su mirada turquesa sigue el largo del cabello negro y descuidado que sobrepasa las caderas del þurs, se detiene en las pantorrillas y se abruma con la cantidad de cicatrices que hay tan sólo en una pequeña porción de piel; hay otras lineas verticales bien definidas, con relieve, delgadas y estéticas, de un azul más oscuro y en ambas piernas son idénticas pero están opacadas por las cicatrices.

—No quiero volver a escuchar que te refieres a él de esa forma— su madre lo mira con desaprobación mientras da un par de pasos hacia atrás.
—No te molestaste en bajar la luz— Thor decide no desafiar a su madre, puede hacerlo con su padre pero a ella la ama y respeta y, por mucho, le tiene más miedo; en cambio, señala el error que cometió su madre mientras sigue mirando al jötun y al temblor evidente en todo su cuerpo.
—No lo hice porque necesito ver si tiene otras heridas, ven hijo, debes ayudarme— la Reina extiende la mano y sonríe a Thor y, él a regañadientes y bufando se acerca a su madre sólo para escandalizarse.