"Viajar en verano es cambiarle la ropa al alma"
~ Mario Quintana
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Sentía el pulso acelerado, las manos me sudaban e intentaba secarlas en mis vaqueros Levi de un rápido movimiento. Pero no era suficiente puesto que me sentía ansiosa. No dejaba de mojar mis labios para evitar que se secasen. Por cuarta vez, volví a morder mi labio inferior en un gesto nervioso. Lo único que mis oídos capturaban era el pasar de las hojas, y el chirriante sonido del rotulador al colisionar contra el papel. ¿Cuándo compraría este señor mejores bolígrafos? Lo más probable es que los utilizara hasta la jubilación. ¡Ni que fuera el de la suerte! Todos sabemos que el de la suerte es único y exclusivo para hacer exámenes.
Sólo diré que era 19 de junio, las calles barcelonesas soportaban un calor de treinta y cinco grados a la sombra, estábamos en el aula 24 de la Facultad de Economía con los corazones desbocados porque acabábamos de realizar el último examen del año, y el idiota de mi profesor, el señor Fernández —quien impartía Estadística Avanzada—, había decidido que era buena idea corregirlos en este preciso instante para saber la nota.
¡Señor, dame un respiro!
Y pues nada, aquí estábamos todos esperando como gilipollas, sudando como cochinos a treinta grados porque encima el puto aire acondicionado había decidio que hoy era un buen día para tomarse un descanso e irse de vacaciones.
¡Hasta al jodido aire le daban vacaciones! Pero vaya, no será por el buen trabajo que ha realizado el maldito. Para ser una de las universidades más prestigiosas —y caras— de Barcelona, me molestaba el hecho de que ese puñetero cacharro no funcionase bien.
A pesar de estar con la retahíla del aire acondicionado, me puse alerta en cuanto el profesor comenzó a dar las notas en orden alfabético. Mi primer apellido era Castro, por lo que mi nota sería de las primeras. Necesitaba relajarme, porque me iba a dar un patute, que en mi idioma era ataque al corazón.
Cierro los ojos e inhalo tranquilamente para luego exhalar. De fondo, escuchaba la emoción de la gente aprobando con el típico "sí, joder" y los "mierda" de los que habían suspendido. Esperaba que mi respuesta fuera "Claro que sí, joder", y no "al carajo".
—Castro Di Giorni —anuncia pronunciando mi segundo apellido mal, como siempre pues no se pronuncia con la "g" española sino con la "y"... En fin da igual, este tío era subnormal, y en ese momento se me había cortado la respiración de tal manera, que ni siquiera podía chistar—. Un sobresaliente alto. —Casi me atraganto al tragar saliva.
¡Claro que sí, joder!
Él, por su parte, sonríe orgulloso de ser tan buen profesor. ¡JA! No se lo creía ni él, el mérito que se lo llevase mi pobre abuelo que había estado detrás de mí muchísimo tiempo para que consiguiera una buena calificación.
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Un Verano de Lujo ©
Любовные романыChiara es una chica que lo único que busca es ser libre, pero pertenece a una de las familias más adineradas de España, lo que significa que tienen muchos enemigos que le gustarán verlos caer. Como una de tantas veces, ella decide salir en la noch...