Un nuevo día

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Era una nueva y tranquila mañana para los monstruos del subsuelo, y aunque la oscuridad aún se encontraba presente, solo era cuestión de minutos para que la luz artificial que señalaba el inicio oficial de un nuevo día hiciera presencia sobre el pequeño pueblo de snowdin y sus habitantes.

Dando unos pasos hacia el este del cálido pueblo, a pesar de estar cubierto de nieve, lograríamos ver una casa de madera con ciertos adornos navideños en ella, pero debo agregar que esto no era lo que la hacía exactamente especial. Esta acogedora casa se diferenciaba de las demás por una simple razón: aquí es donde vivía nuestro querido Papyrus, un carismático esqueleto con un curioso traje. El día casi empezaba y el ya estaba fuera de su cama bañado y vestido, listo para preparar todo lo necesario para la gran misión que le fue entregada unas horas antes.

-¡Sans!¡levántate! Hoy es un gran día- un alto esqueleto emocionado tocaba la puerta de su hermano -Undyne quiere que vigile el camino que da a las ruinas y de paso arreglar ciertos puzzles- se le notaba feliz, desde que empezó con su arduo entrenamiento, el menor de los hermanos esqueleto se levantaba a primera hora, preparaba el desayuno y se alistaba para encontrarse con Undyne, la líder de la guardia real, para de este modo recibir sus comisiones diarias. Pero hoy era diferente, había algo especial en esa estricta orden que lo ponía de buen humor.

-Aun es muy temprano- El recién nombrado le respondió con un gran bostezo y aún con los ojos cerrados mientras salía del cuarto. Este tenía casi la misma apariencia de él. Sin embargo, ambos compartían una gran diferencia, Papyrus pese a ser el hermano menor era considerablemente más alto que Sans, y aunque podríamos decir que esto era motivo suficiente para que un desconocido mal entendiera su orden de nacimiento, ellos no le tomaban atención especial a ese asunto -No es hora del patrullaje, hermano- agrego Sans con un notable tono adormecido, aún quería quedarse en su cama descansando.

-¡no seas flojo, Sans! Tomas siestas todo el día y aún así continuas totalmente agotado- le regaño el más alto antes de servirle un plato de su especialidad. Sans se acomodó en la mesa frente al..¿peculiar? Espagueti de Papyrus. Tenía una carita feliz dibujada con salsa de tomate. Eso solo podía significar una cosa; algo bueno estaba a punto de pasar.

Decidió no responder al ya esperado típico sermón mañanero y cambio de tema -Hoy te ves especialmente feliz- Sans miro a Papyrus mientras sonreía con una leve picardía en sus ojos. Su querido hermano siempre se mostraba positivo y alegre pese a la situación, y eso era algo que él admiraba, y hoy no era una excepción ya que el brillo de emoción que Papyrus mostraba en sus cuencas era incluso más intenso que de costumbre.

-¡lo sé!- corrió a responder - Al tener el puesto de vigilancia del puente, ¡tendré más oportunidades de capturar un humano!- por poco y da un salto donde estaba. Sans sonrió un poco más. El hecho de que Undyne pensara en Papyrus para ese puesto mostraba el reconocimiento que le daba a sus esfuerzos, ya que, a pesar de que a simple vista pueda parecer fácil e incluso aburrido, tal trabajo era de gran importancia para la guardia real. No solo se trataba de resguardar la entrada al subsuelo junto con sus habitantes y el rey, si te encargaban esa misión debías saber de antemano cuál era el verdadero propósito de esta; atrapar un humano. Papyrus lo sabía, lo tenía muy claro y era justamente eso lo que tanto anhelaba.

-¿sabes lo que eso significa, Sans? Si yo, el gran Papyrus, lograra capturar un humano- Si él lograba capturar un humano -¡seré increíblemente popular!- por fin abandonarían este pequeño pueblo para regresar a la superficie, claro, a costa de la vida del chico o chica con poca suerte que llegue a parar ahí -¡mi más grande sueño! Tendré una enorme cantidad de amigos- Papyrus tenía un corazón grande y bondadoso, pero gracias a ese detalle nadie se atrevía a decirle el paso que seguía luego de atrapar un humano. Para él era casi como un juego de caza, atrapas al ciervo escurridizo para luego dejarlo ir sin un solo rasguño, simple. Pero él ignoraba por completo las letras entre líneas que se escondían en las reglas del juego.

-estoy seguro que lo serás- Sans alentó a su hermano. Verlo tan feliz y motivado lo ponía de bueno humor

-por supuesto que lo seré- respondió con una ferviente seguridad en sus palabras. Sin saberlo realmente, ¡Hoy ambos empezarían una gran aventura!

*

-muy bien, yo me encargaré de los puzzles sin actualizar- indicó Papyrus como todo un líder innato, bien entrenado y capaz de resolver cualquier situación en la que se viera involucrado el, su hermano y un humano -y tu, Sans, te encargarás de patrullar la entrada a las ruinas- ordenó finalmente con una gran sonrisa en su rostro.

-como órdenes, bro- Con todo listo y en su sitio, Sans giro sobre sus pies listo para empezar con su cometido, pero antes de siquiera dar un paso escucho la típica frase de todas las mañanas proviniendo de su hermano, "¡no te atrevas a quedarte dormido!". Este solo se limitó a esconder su risa e hizo un ademán con su mano para indicándole que le obedecería... o bueno, por lo menos lo intentaría.

Ambos se separaron y cada quien tomó su camino. Al notar que papyrus estaba lo suficientemente lejos como para no lograr verlo, Sans optó por tomar una pequeña siesta, sería una muy corta de tan solo "5 minutos". Camino unos pasos más y se acomodo al lado de los árboles que marcaban el camino hacia snowdin, se quitó su chaqueta y la colocó en el suelo, tranquilamente se acomodó sobre ella y cerró los ojos. Solo fueron capaces de pasar unos cuantos segundos para que Sans, absolutamente desconcertado por el ruidoso rechinar de una puerta (y esto gracias a sus años de inactividad y reposo) abriera los ojos de golpe.

Alguien había abierto la puerta que conducía a las ruinas.

Nuestra EsperanzaWhere stories live. Discover now