Puedo explicarlo

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Ambos, el humano y el monstruo se quedaron mirando fijamente a quien tenían en frente, uno de ellos con una inmensa curiosidad en sus ojos y el otro totalmente inquieto. Ahora Sans se veía incapaz de completar el objetivo que hace tan solo unos momentos se dispuso a ejecutar, y todo esto gracias a la repentina aparición de papyrus.

¿Qué podía hacer? Irse y dejar el niño a su suerte no era una opción para él, pero tampoco lo era el entregarlo a la guardia real. Si tan solo Toriel nunca lo hubiese dejado salir, ¡ella sabía perfectamente cuales eran las consecuencias de ello! Y aun así...

Sans no dejaba de mirar su "objetivo" mientras se replanteaba la idea de matarlo una y otra vez, pero en cuanto mas lo consideraba, mas difícil era el evitar llenarse de una insoportable sensación de arrepentimiento, ¿cómo podía hacerle daño a esos oscuros ojos cafés, ahora que lo habían visto?

¡santo dios, era solo un niño!

La culpa que sentía lo obligo a aparar la mirada del chico. Si no lo lastimaría entonces tenia que pensar en una forma de sacarlo de ahí lo antes posible, puesto que solo era cuestión de tiempo para que su hermano regresara para continuar con su interrogatorio y tal vez, una que otra queja sobre la descarada mentira de Sans sobre el tal "humano" al otro lado del bosque.

-¡Achu!-

Un repentino sonido saco al preocupado esqueleto de sus pensamientos, ¿que había sido eso?, ¿otro monstruo? por inercia se puso a la defensiva cubriendo al niño con su cuerpo por segunda vez, si alguien mas lo veía Papyrus seria el menor de sus problemas.

Hasta que encontrara una solución lo protegería a toda costa.

-¡Achuuu!-

Al escucharlo por segunda vez pudo detectar de donde provenía, ¡detrás de el! Sans se giro rápidamente para encontrar que no se encontraban bajo amenaza, de hecho nadie (exceptuándolo a él y al humano) un estaba ahí realmente, entonces ¿que era eso? Algo confundido bajo su mirada y...

¡¿Acaso era un imbécil?! El pequeño temblaba mientras se abrazaba a si mismo para intentar conseguir algo de calor, tenia la nariz roja y los labios secos ¡prácticamente se estaba congelando! Pero había una razón para que Sans no lo notase antes, ¡y es que los humanos aun son casi un misterio para ellos!

Mucho antes de la guerra entre ambos reinos, los científicos que trabajaban para el rey Asgore investigaban a los humanos junto con sus debilidades, y como era de esperarse, encontraron una de ellas, algo que apodaron por el nombre de "enfermedades". Ya que los monstruos estaban hechos principalmente de magia, era prácticamente imposible que tal cosa les afectara. Esto complico con el tiempo el trabajo de entender el porqué de estas, volviéndose algo sumamente tedioso y estresante, después de todo sus cuerpos trabajaban de forma distinta, aunque se podría decir que eso les daba algo de ventaja.

Así que, ¿como podría culparse? Él había leído sobre ello en algunos libros pero jamas le presto atención especial, después de todo, pensar en la posibilidad de ver la superficie una vez mas no valía la pena. Aun así, Sans recordaba una de esas palabras en especial, el nombre de una de esas "enfermedades" que era causada principalmente por el frío, palabra que jamas olvidaría debido a que él vivía en una ciudad cubierta por nieve y bajas temperaturas. Hablaba del "resfriado", cosa que sin duda se encontraba atacando despiadadamente al pequeño niño frente a él.

El preocupado esqueleto optó por quitarse el abrigo que tenía puesto, se arrodillo para quedar a la altura del chico y así poder ponérselo.

-Es mejor que me acompañes, niño. Si te quedas aquí solo seguirás congelándote-

El pequeño humano no dudó ni un segundo en agarrar la mano del monstruo que le invitaba a seguirlo, después de todo no tenía razones para desconfiar de él.

Sans se sobresaltó un poco por la acción del niño, pero aún así no soltó su mano, más bien le correspondió amablemente -bien, sígueme. Conozco un atajo- ya juntos, caminaron por un sendero escondido entre los árboles para luego aparecer por arte de magia (literalmente) frente a la puerta trasera de una pintoresca casa de madera rodeada por un ambiente acogedor y extrañamente familiar. Sin esperar más tiempo ambos entraron con la intención de escapar de la fría nieve y encontrar algo de calor.

-bienvenido, chico- hablo Sans apenas llegaron a la sala -puedes tomar asiento si gustas, yo tengo que ir por un par de cosas- ya que jamas había lidiado con una situación similar tenía que buscar ayuda en los libros, ¿que tan grave era un resfriado?, ¿tenía cura?, ¿el humano podía morir a causa de ello? La posible respuesta a cada pregunta lo ponía más y más nervioso, solo le quedaba esperar por lo mejor.

*

Después de un largo tiempo buscando entre toda la basura de su cuarto pudo encontrar un libro titulado "todo lo que debes saber sobre los humanos", al fin había dado con el. Ya con el libro en mano bajo las escaleras de vuelta a la sala.

-niño, aquí tengo algo que nos podría ayu- no pudo seguir hablando ya que se llevó una gran sorpresa al ver sobre el sofá, un pequeño humano que respiraba con dificultad -¿niño?- Sans soltó sin delicadeza el objeto que se supone trajo consigo para evitar precisamente ese tipo de situación. Con una mezcla de miedo y ansiedad se arrodillo frente al pequeño que apenas podía mantenerse despierto, luego, con extremo cuidado toco su frente y la mantuvo en esa posición por unos segundos.

-esta calibre- dijo para sí mismo -¿por que está tan caliente?- aunque no tuviera mucho conocimiento sobre ellos, sabía que esas mejillas sonrojadas junto con una pesada respiración no podría significar algo bueno.

-¡SANS!- sin previo aviso se escucho como la puerta principal se abría de golpe, -¿estás aquí? ¡En el bosque solo había uno de esos perros molestos! No un huma...-

Sans y Papyrus se quedaron totalmente quietos alternando sus miradas entre el humano y ellos mismos.

-puedo explicarlo, Paps-

las cosas simplemente no podrían empeorar.

Nuestra EsperanzaWhere stories live. Discover now