Capítulo III: Las mentiras del elegido.

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A la mañana siguiente ambas chicas se levantaron más temprano de lo habitual, dirigieron su paso hacia el gran comedor para recibir su desayuno. El lugar se encontraba casi solo, lo cual no era raro de esperarse debido a la hora, casi todos se hallaban aún en sus habitaciones, ya sea durmiendo o recién levantados.

Las Slytherin se aproximaron hacia su respectiva mesa la cual estaba completamente sola a excepción de unas chicas de tercero y un joven que tenía su cara escondida entre un libro de pasta gruesa, Gala pudo darse cuenta que se  trataba de su primo Theodore, por lo que dirigió su paso hacia donde se encontraba el joven y posteriormente se sentó frente a él, seguido por su amiga.

- ¿Puedes repetirme por qué estamos aquí cuando podríamos seguir en nuestra habitación  descansando como las personas normales? Ni siquiera ha amanecido... -replicó Diet, tallandose los ojos y recargando la cabeza sobre su mano.

- Te dije que tenía mucha hambre, anoche no cené nada y mi estómago me estaba matando -respondió Gala, sirviéndose el desayuno de una de las bandejas que se encontraban en la mesa.

- Buenos días a ustedes también -habló Theo, cerrando su libro y tomando un sorbo de agua.

- ¿Tú qué haces despierto a estas horas?  -preguntó Dietlind, acompañado de un bostezo.

- Insomnio -comentó el muchacho.

- Creí que ya no te pasaba -formuló Galatea.

- Se fue durante mucho tiempo, pero volvió -Agregó Theo.

Gala creció junto a su primo Theodore y su hermana menor Odette en la mansión Nott, siendo custodiadas únicamente por Adelphos Nott, padre de Theo y por consiguiente, tío de las pequeñas.

Aunque dormían en cuartos separados, era muy común que el pequeño Theodore fuera en busca de su prima a mitad de la noche porque su sueño había sido interrumpido debido a alguna pesadilla. La pequeña Gala se quedaba despierta el tiempo que fuese necesario con tal de hacerle compañía, incluso era capaz de hacerle un espacio en su cama para dejar que su primo se calmara y posteriormente se quedara dormido.

Con el tiempo, las pesadillas se hicieron más y más recurrentes, a tal punto que al azabache le aterraba la llegada de la noche, y por miedo a tener las mismas pesadillas, el joven optaba por aguantar el sueño, hasta que se fue haciendo algo habitual el no dormir.

Theo y Gala siempre tuvieron una relación muy fuerte, ambos se querían mucho, era un amor de hermanos; pero por mas cercanos que fuesen, el joven Nott siempre parecía ocultar algo, al igual que su padre, era una persona muy reservada y misteriosa.

Galatea sabía que había una pesadilla en particular, una pesadilla que le causaba tanta inquietud al joven que hacía que éste se despertara gritando y llorando, empapado de sudor y con la respiración acelerada. Por más que Gala intentó averiguar qué era lo que sucedía en aquel sueño, Theo parecía no querer hablar del tema, lo cual Gala respetó y nunca más volvió a preguntar.

Cuando Theo cumplió once años, las  pesadillas parecieron haber disminuido, a tal punto de esfumarse por completo, lo cual alegró muchísimo a Gala; pero ahora, parecían estar de vuelta.

- ¿Estás bien? -preguntó Gala, denotando cierta inquietud por su primo.

- Sí, todo bien -el muchacho respondió despreocupadamente y se llevó un pedazo de omelette que había agarrado del plato de la rubia.

Los minutos iban pasando y con ello el gran comedor se iba llenando de estudiantes y maestros recién levantados y hambrientos, dispuestos a comenzar con ansias el primer día de escuela. Mientras Gala y sus compañeros de casa continuaban tomando el habitual desayuno, el cuchicheo entre las otras largas mesas había parado abruptamente, los murmullos comenzaron a apoderarse del lugar.

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