Capitulo 6

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—¡Joder! Dije que no, ¿acaso eres sordo? — fulmino con la mirada al tipo frente a él, era el mismo que lo había abordado en la barra antes de que llegara Ezra.

El castaño comenzaba a estresarse pues el imbécil seguía insistiendo en que bailaran, y antes de que el menor se percatara el tipo lo junto a él tomándolo un tanto brusco de la cadera.

—¡Suéltame! — bravo enojado y un poco en pánico.

Sintió los dedos ajenos enterrarse en su piel. Trato de forcejear.

—Vamos lindura, puedo darte lo que quieres. — el hombre lo pego aún más contra él.

Isai estaba a punto de romperle la cara al tipo por su atrevimiento. Ya podía ver como se desataba una pelea en medio de la pista de baile y también podía verse siendo echado sin delicadeza por los de seguridad por revoltoso.

Aunque no fue necesario.

—Te dijo que lo soltaras imbécil. — La voz que se escuchó detrás de él logro estremecerlo. — No me hagas repetirlo.

Isai volteo rápido para encontrarse con la mirada azulada del rubio.

—Largo de aquí idiota, él es mío. — El hombre seguía teniendo agarrado al castaño, claramente el tipo estaba intoxicado y Ezra apostaba por algo más que solo alcohol.

Isai no supo en que momento pasa todo, pero para cuando coordinó su mente él ya estaba a un lado del rubio quien lo tenía agarrado de una de sus muñecas y el tipo que lo acosaba estaba en el piso con el labio roto.

Para cuando el tipo quiso ponerse de pie y arremeter contra el rubio, unos hombres que Isai reconoció como los de seguridad se interpusieron entre el rubio y el hombre acosador.

—Saquen a esta basura de mi establecimiento y asegúrense de que no vuelva a entrar. — Ezra no soltó en ningún momento al castaño.

—¿Algo más señor? — pregunto uno de seguridad dando un leve movimiento de cabeza señalando al castaño.

—Yo me encargo de él.

Y sin más Ezra empezó a caminar del lado contrario llevando con él al menor, sin escuchar sus quejas. Subieron por la zona VIP pasando por un largo pasillo y entraron a una de las habitaciones.

Era una grande oficina que tenía una gran ventana que permitía ver gran parte de la planta baja, enfocado en la pista de baile y la primera barra de la derecha al fondo.

Isai se acercó al ventanal y busco entre el mar de personas a su amigo rizado, obviamente fallando miserablemente en el intento.

—¿Te duele? — cuestiono el rubio detrás de él. — déjame revisar.

Suspiro, pues inconscientemente había empezado a masajear la zona de su cadera donde el tipo lo estuvo sosteniendo y enterró sus dedos.

—No es la gran cosa.

El menor ya quería irse, estaba cansado, hambriento y su noche la había echado a perder gracias al imbécil ese que lo molesto. Quería encontrar a su amigo y largarse del lugar.

—Gracias por lo allá abajo.

—No fue nada, pero será mejor que revisemos eso. — el rubio le apunto a donde seguía masajeando. El castaño asintió y se acercó al ojiazul.

—Tendrás unos bonitos hematomas para mañana en tu cadera. — Le sonrió burlón al castaño cuando termino de examinarlo. Sobre la piel pálida estaban marcados un par de dedos.

Isai hizo una mueca. — No era la forma en la que espere terminar marcado. — le devolvió la sonrisa al rubio. — Gracias de nuevo.

Ezra dejo que el castaño bajara su camisa y lo miro a los ojos.

—¿Por qué te fuiste sin avisar ese día? — No planeaba preguntar eso, pero lo soltó antes de pensar. — La nota no era necesaria.

El ojigris se removió incomodo, él tampoco tenía muy en claro porque lo de la nota, pero en ese momento sintió la necesidad de justificarse. No es como que fuera el primero en tener de un polvo con algún desconocido, en su defensa un caliente rubio; y después hacer como si nada para regresar a la rutina. A veces se lo pregunta, pero ya había pasado un poco más de un mes y asumiendo que vivían en circunstancias diferentes por sus diferencias sociales se resignó a no volver a cruzar caminos.

—Siendo sincero yo tampoco lo sé. — le sostuvo la mirada. — Aunque es la verdad, no suelo buscar encuentros casuales, no es lo mío... me resulta incómodo, a decir verdad.

Ezra levanto divertido una de sus cejas.

—Comprendo, podemos culpar al alcohol si eso te hace sentir mejor. — le dijo burlón.

El menor rodo los ojos con fastidio al ver que el rubio fuera de sintonía.

—Bien, igual no es como que me esté dando poses de puritano, pero no acostumbro a envolverme con tipos que apenas y conozco, es todo. — Finalizo.

Le restó importancia con un movimiento de hombros.

El rubio recorrió con la mirada la figura frente a él. No negaba que el niño era atractivo, lo recordaba, pero ahora estando más sobrio podía apreciarlo mejor. Cabello castaño medianamente corto, ondulado, cuerpo delgado pero proporcionado, con músculos trabajados sin ser exagerado, le permitían al castaño ser flexible y no pesado. Cuerpo delicado; pero no parecido al de una mujer. Piel lisa sin vello, piernas largas y cadera que encajaba perfectamente en sus manos.

Ezra paso su lengua por sus labios resecos. Imaginando empotrarlo contra el ventanal y que el castaño lo apretara entre sus piernas. De pronto la imagen mental hizo que partes de su cuerpo empezaran a reaccionar.

—Bueno, debo decirte que ya no somos simples desconocidos y esta no es la primera vez que nos vemos. — Se acercó al menor y le susurro sensualmente cerca del oído.

Ezra lo quería ahora. Quería tomarlo de pie, en cuatro, contra el escritorio o en el sofá. No importaba estaba caliente y quería deslizarse entre las piernas del castaño y sentir ese calor que solo el cuerpo ajeno puede darte cuando necesitas desaforar tus necesidades.

Quería dejar de pensar, de sentir, de sufrir.

Quería olvidar.

Y parecía buena idea usar al castaño para eso.

—Supongo. — Isai sintió una corriente eléctrica correr por su espina dorsal cuando sintió el aliento caliente del mayor contra su oreja y cuello. Podía oler el perfume tenue pero embriagante del otro.

No sabía porque el rubio podía ponerlo de ese modo, tan caliente y ansioso como quinceañero. Empujando la voz de la razón al fondo de su mente miro los labios del otro que estaban muy cerca de él.

Ezra se percató de ello y mandando todo a la mierda y dirigiendo un último pensamiento a Isabella ataco los labios carnosos que tenía frente a él.

Tu paraiso mi infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora